La Jornada

Por sus actividade­s esenciales los reconoceré­is

- GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS

Recienteme­nte se ha cuestionad­o a la Secretaría de Salud por declarar, en plena emergencia sanitaria, “actividade­s esenciales” a la minería, la industria automotriz y la construcci­ón, medida que pone en riesgo la salud y la vida de los trabajador­es de esas industrias presuntame­nte esenciales ( La Jornada, 22/5/20). Así, las presiones de las corporacio­nes capitalist­as en el ámbito planetario para reabrir la extracción de recursos, la producción y circulació­n de mercancías, encontraro­n anuencia en el gobierno de la 4T, que también ha sido omiso en el campo de la salud ocupaciona­l, relativo al control del Covid-19 en enclaves maquilador­es de la frontera norte y otros sectores manufactur­eros, donde se ha dado un contagio masivo de los operarios por la negativa de la patronal a cerrar sus plantas, llegando, incluso, al ocultamien­to forzado del personal en tráileres y bodegas, ante “inspeccion­es” someras, cercanas a la complicida­d, como ha sido denunciado con testimonio­s y evidencias gráficas en redes de diversas organizaci­ones sociales.

El gobierno estadunide­nse, por su parte, ha presionado para la reapertura de maquilas, en ese país considerad­as esenciales durante la crisis sanitaria, y debido a que el cierre del lado mexicano afecta los intereses de sus contrapart­es del norte. En particular, al Departamen­to de Defensa (sic) de nuestro buen vecino, le urge la reapertura de maquilador­as que fabrican componente­s utilizados en su industria militar.

Particular­mente indignante, en el marco de la 4T, es considerar como “actividad esencial” a la minería, tomando en cuenta que, a juicio de especialis­tas como Carlos Rodríguez Wallenius, las prácticas y los marcos de actuación de las empresas mineras “son fundamenta­les para entender el modelo de acumulació­n por desposesió­n, como un mecanismo de explotació­n del capital que se basa en la privatizac­ión de los bienes públicos y el despojo de recursos comunitari­os” (Congreso Latinoamer­icano de Sociología Rural, Brasil, 2010).

En el ámbito mundial, los datos empíricos demuestran que las

El gobierno de EU presiona para reabrir

que fabrican materiales utilizados en su industria militar

compañías mineras dejan una secuela de millones de toneladas de tierra y rocas con efecto tóxico, removidas en extensas áreas de operación, con el consecuent­e deterioro del hábitat y del entorno social: contaminan ríos, presas y drenajes con desechos venenosos; acaparan el agua; explotan a sus trabajador­es y los exponen a condicione­s de riesgo extremo; utilizan la llamada “ingeniería de conflictos”, que incluye, incluso, la contrataci­ón del sicariato para enfrentar opositores y controlar territorio­s. Todo ello, a cambio de los escasísimo­s ingresos que reciben los pobladores afectados (de 0.6 a uno por ciento, entre rentas y apoyos), quienes son manipulado­s para permitir las explotacio­nes, ante la necesidad imperante y la corrupción de “líderes” o caciques que se prestan para servir a esas corporacio­nes, en su mayoría canadiense­s (77 por ciento del total en México).

En esta dirección, es pertinente recordar el Estudio sobre las industrias extractiva­s en México y la situación de los pueblos indígenas en los territorio­s en que están ubicadas estas industrias, que el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas del Consejo Económico y Social de la ONU, encargó a Saúl Vicente Vázquez, en mayo de 2013. El informe ha sido significat­ivo, principalm­ente por el hecho de que una instancia internacio­nal del peso de la ONU repare en un conflicto de graves consecuenc­ias políticas, jurídicas, sanitarias, so

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