La Jornada

En el Ajusco todos saben de la tala clandestin­a, pero por temor nadie habla del tema

- JOSEFINA QUINTERO MORALES

La tala de árboles es una práctica recurrente en la zona boscosa del Ajusco, donde impera la ley de los grandes grupos de talamontes de los estados de México, Morelos, Puebla y hasta de Michoacán, denunciaro­n integrante­s de los pueblos de San Miguel y Santo Tomás Ajusco, en Tlalpan.

La golpiza que recibieron cuatro policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana a manos de un grupo de talamontes, para algunos comuneros era una “sentencia” por la muerte de uno de sus compañeros hace un año; para otros, un “mensaje” de que la tala del bosque seguirá.

En estos pueblos todos saben del saqueo, de los aserradero­s clandestin­os, de las enormes áreas verdes que han clareado por el derribo de árboles, pero es un tema del que nadie quiere hablar, ni siquiera el representa­nte del comisariad­o de bienes comunales, Guadalupe Camacho.

Las brigadas de vigilancia comunitari­a saben cómo operan los talas (así se les conoce a los saqueadore­s) para identifica­r las zonas de los árboles padre, que son pinos, encinos y oyameles con más de cien años de antigüedad.

“Pareciera que están solos, pero andan en grupo marcando el bosque, haciendo veredas y están armados”, comentó uno de los vigilantes, quien prefiere que no se haga referencia a su nombre.

Las brigadas comunitari­as están facultadas para detener talamontes, porque es un delito ambiental y sería en flagrancia; sin embargo, dejaron de hacerlo para evitar riesgos porque estos grupos son peligrosos, expresaron.

Recordaron que hace como un año, efectivos de seguridad de la Ciudad de México mataron a un tala. “Se dijo que le hicieron el alto y como no se detuvo, dispararon. Los talamontes hasta amenazaron a la comunidad que se la iban a cobrar”.

Los vigilantes se enteraron tarde de la agresión que el pasado martes sufrieron los cuatro policías, pese a que ocurrió en sus tierras, y los torreros tampoco lo vieron. Lo justificar­on porque todo sucedió en el circuito Ajusco: “Andábamos en un incendio que logramos sofocar hasta la madrugada del día siguiente”.

No descartaro­n que estén involucrad­os en la tala integrante­s de la misma comunidad, pero también señalaron que hay policías coludidos. “La corrupción tiene dos lados: Está el que ofrece y el que cobra”.

Los comuneros señalaron que se han hecho detencione­s en flagrancia y piden el apoyo porque es competenci­a de la autoridad; “las patrullas tardan en llegar, y lo peor es que los dejan libres”.

Manifestar­on que tras la pandemia de Covid-19 ha bajado mucho la vigilancia, las brigadas se redujeron; además, se sienten una comunidad olvidada, donde sólo han tenido promesas y poco cumplimien­to.

Anteriorme­nte, manifestar­on, cuando hacían los operativos se daba aviso a la comunidad, pero para evitar que “haya fuga de informació­n ya entran sin avisar, pero no se crea que son tantos: tres a cuatro personas con patrulla, y quieren enfrentar a los talamontes”, abundaron.

El circuito Ajusco, indicaron, ha sido en los meses recientes el más acechado por los talamontes. Apenas el mes pasado, en el kilómetro 33, se hizo la detención de un grupo con todo y la madera, pero aún no hay vigilancia.

En la “y” griega la comunidad aceptó que se hiciera un cuartel para la Guardia Nacional, pero el cuerpo de seguridad aún no llega.

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