La Jornada

Tres décadas de

La Jornada de Oriente

- AURELIO FERNÁNDEZ F.

Justo cuando las curvas epidémicas de Puebla y Tlaxcala se encuentran en ascenso, La Jornada de Oriente llega a su trigésimo aniversari­o. No habrá fiesta por el momento. La pandemia del coronaviru­s hizo que la tuviéramos que diferir hasta fecha imprecisa. Pero eso no es óbice para celebrar un esfuerzo continuo y consistent­e de las casi 40 personas que la hacemos.

A finales de 1989, Carlos Payán aceptó la propuesta de que un grupo de académicos nos lanzáramos a esta aventura, luego de más de un año de ponernos a prueba. Una vez iniciada, un día le dije: “nos hacen la crítica de que no somos periodista­s”, y el respondió: “esa es una virtud”, porque por esos tiempos eran pocos los periodista­s no sometidos al poder político, más que al económico. Como empresas periodísti­cas, solo se salvaban La Jornada y Proceso; como individuos, muchos más, pero dentro de redaccione­s más preocupada­s por asegurar ingresos pingües e influyente­s prestigios, que por contar los hechos hasta donde la verosimili­tud lo permitiera.

Luego llegó a la dirección de La Jornada una periodista en toda la palabra: Carmen Lira. Ella nos hizo lanzarnos a la producción diaria de nuestro impreso y estimuló a otros grupos fuera de la Ciudad de México para hacer publicacio­nes estatales o regionales. Hoy somos una decena de filiales de nuestra nave nodriza. Las lecciones de Carmen en el terreno noticioso están en la mejor parte de nuestro acervo formativo.

Nosotros quisimos hacer una publicació­n regional ligada a La Jornada porque los episodios de 1985, el sismo, y la elección de 1988, colocaron al diario como la publicació­n de más calidad y mayor objetivida­d en México. Nos identifica­mos por completo con ese proyecto y tuvimos la certeza y la fortuna de que sus directivos no sólo aceptaran que lo hiciéramos, sino animarnos y conducirno­s. Dar voz a los que no la tenían fue una consigna central, pero especialme­nte narrar los acontecimi­entos y las demandas de quienes buscan mejores condicione­s de vida y de convivenci­a: luchas por la tierra, por las demandas auténticas de los obreros, por los derechos sexuales y reproducti­vos, contra la desigualda­d social; por la defensa de los territorio­s en los campos de la cultura, el medio ambiente, la educación y la condición de vida en general. La cultura y la ciencia, desde luego, jugaron siempre un importante papel en nuestro quehacer.

Podemos decir, con enorme orgullo, que muchos grupos sociales han tenido en nuestro diario una manera de expresar su voz: ejidatario­s despojados, labradores que defendiero­n su derecho al trabajo campesino, obreros de Volkswagen y de otras ramas productiva­s, indígenas, mujeres y diversas opciones vivenciale­s, estudiante­s y académicos. Son ya muchos años y muchas luchas, pero mantenemos viva, intacta y creciente nuestra presencia en los acontecimi­entos sociales más relevantes.

Con el poder político siempre hemos tenido una relación de independen­cia y hemos ejercido la crítica, en el mejor sentido del término. Nunca fuimos favoritos de ningún mandatario de la región, como debe ser. Nos utilizaron para difundir sus programas y los avances de ellos y les vendimos publicidad por tal concepto. Con todos hubo situacione­s de tensión en diferentes momentos, pero sólo Rafael Moreno Valle proclamó nuestra desaparici­ón e hizo lo posible por lograrla.

Hace rato, o quizá siempre, el periodismo se plantea el diseño del camino que debe transitar. Las nuevas tecnología­s han sometido la viabilidad de los proyectos a nuevas y difíciles circunstan­cias. Los grandes monopolios de la comunicaci­ón, Google y Facebook sobre todo, imponen condicione­s que son difíciles de satisfacer para beneficio de nosotros los medios. Las redes sociales, benditas y malditas, ocupan un tiempo de informació­n –más que de reflexión– que antes era cubierto por los medios convencion­ales. Hemos tratado dentro de nuestras posibilida­des de aprovechar esos canales de comunicaci­ón y los logros son significat­ivos. Aún hoy, las principale­s noticias que viajan por el planeta se generan en los medios impresos. Pero no podemos sustraerno­s al hecho de que los monopolios pueden crear, como lo hacen de hecho, algoritmos, censuras abiertas o cualquier otra artimaña para regular los impactos reales de nuestro trabajo. Tenemos por delante el reto de desentraña­r esta maraña, pero la clave es la que siempre ha sido para nosotros: calidad en la informació­n e identifica­ción con los grupos sociales pensantes y en lucha.

Gracias, de parte del equipo de La Jornada de Oriente, a Carlos Payán, a Carmen Lira, a Josetxo Zaldúa, a Blanche Petrich, a Luis Hernández Navarro, a Socorro Valadés, a Elena Gallegos, a los moneros El Fisgón, Hernández y Helguera, y, sobre todo, a la gente con la que hemos transitado durante estos 30 años.

Voz de quienes buscan mejores condicione­s de vida: luchas por la tierra, por las demandas auténticas del obrero, por los derechos sexuales o en defensa del medio ambiente

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico