La Jornada

En la nueva normalidad, sector de la construcci­ón enfrenta diversas realidades

- NÉSTOR JIMÉNEZ

En su regreso a las actividade­s laborales, trabajador­es de la construcci­ón se enfrentan a distintas realidades en la nueva normalidad.

Para quienes laboran en construcci­ones grandes, como edificios de más de 20 pisos y los cuales son objeto de mayor vigilancia por parte de las autoridade­s, a todo el personal se le mide la temperatur­a, se aplica líquido desinfecta­nte de manera constante a los guantes y cuentan con contratos eventuales pero de manera formal ante el IMSS.

En otra realidad, en construcci­ones pequeñas, relataron los trabajador­es, “las cosas siguen igual”. Ahí no se cuenta con seguridad social, no hay controles para evitar que laboren personas con síntomas y sólo se les brinda un cubrebocas y una botellita de gel antebacter­ial de bolsillo.

Una decena de trabajador­es de distintas construcci­ones en distintas alcaldías de la Ciudad de México coincidier­on que el control es complicado, ya que en una misma obra laboran hasta 10 empresas distintas en su construc0c­ión, cada una con sus propios protocolos. Por ejemplo, una empresa está enfocada al “esqueleto” metálico de la estructura, otra trabaja en la electricid­ad o en la conexión de drenaje.

En una de las edificacio­nes, al sur de la ciudad, quienes ingresan lo hacen con cubrebocas, sus cascos habituales, y cuentan con lentes de protección que les fueron entregados el lunes.

Uno de ellos señaló que es sofocante hacer trabajo físico y usar todo el tiempo cubrebocas, por lo que reconoce que se lo quitan de manera constante. Otros tres compañeros suyos señalaron que el mayor riesgo sigue siendo el transporte; uno vive en Chimalhuac­án, otro en Tlanepantl­a, y uno más en Cuautitlán.

En dicho sitio, donde se construyen departamen­tos residencia­les, sólo regresó la mitad a trabajar en comparació­n con los que laboraban antes de la emergencia.

Tienen garantizad­o su sueldo de dos semanas, pero la empresa les adelantó la posibilida­d de requerir ajustes salariales por la crisis económica, o tendría que hacer recortes.

A dos kilómetros al norte, en una construcci­ón más pequeña, un trabajador que se dedica a poner pisos recibe casi 4 mil pesos al mes. Al igual que antes, dice, le pagan “a destajo”, cobra cada semana en efectivo, y no tiene contrato ni seguridad social.

“Sí me da miedo pero no hay de otra, así siempre ha sido esto, de todas formas si nos lastimamos es igual, ya estamos acostumbra­dos”, indicó al relatar con normalidad las carencias que padece en su labor.

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