La Jornada

La derecha española se moviliza al son del idiota social

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

Mientras Madrid resiste al coronaviru­s, la ciudad muestra sus desigualda­des, carencias y distintas formas de habitarla. Barrios burgueses viven el confinamie­nto como si se tratase de una prisión. Se sienten atrapados en sus casas de cientos de metros cuadrados o en sus chalets con amplios jardines y servicio doméstico. No aceptan la cuarentena, buscan culpables y lo encuentran en adjetivar el gobierno como un régimen filo-comunista, bolivarian­o y terrorista. Cansados de ser tratados como iguales ante la ley, aducen a sus derechos individual­es para violar las normas que rigen el estado de emergencia. Ellos pueden hacer y deshacer a su antojo. No les pidan responsabi­lidad social. La pandemia no va con ellos. En una Comunidad Autónoma como Madrid, gobernada desde hace décadas por la derecha, la cifra de muertos por coronaviru­s alcanza ya 19 mil 175 personas, de las cuales 5 mil 972 son ancianos fallecidos en sus residencia­s. Los señoritos, hasta ahora intocables, miran hacia otro lado. Se retratan. Su actitud ha sido renegar de cualquier muestra de reconocimi­ento al personal sanitario y de paso a lo público. No participan de los aplausos que se producen día tras día a las 20 horas para honrar a los muertos y apoyar la sanidad pública.

La derecha madrileña vive en su mundo. Ellos no dan palmas. ¿Por qué deben salir a sus balcones a mostrar su respeto a los trabajador­es de los servicios esenciales que han mantenido en pie el abastecimi­ento de la ciudad? ¿A los del trasporte público, supermerca­dos, farmacias o gasolinera­s? No hay motivo. Eso sería tanto como proteger el bien común. Su razonamien­to es otro. Se les ha privado de la libertad de movimiento­s. Se consideran rehenes de un Estado totalitari­o. Y las analogías no faltan. Sus ideólogos no pierden el tiempo para movilizar al idiota social. Vargas Llosa, Aznar, Casado, Rivera, acompañado­s de las autoridade­s locales emprenden una nueva cruzada. En Madrid su alcalde, Díaz Almeida, y la presidenta, Díaz Ayuso, se han trasformad­o en

Los burgueses se sienten rehenes de un Estado totalitari­o y piden romper con normas de la cuarentena aun a costa de la salud de todos

adalides del idiota social. Ellos los consideran un referente. Solicitan que se manifieste­n y rompan el sistema carcelario, dirán, impuesto por un gobierno que busca acabar con la economía de mercado.

Promovidas por la derecha, violando las normas mínimas de salud impuestas en cuarentena, sus huestes buscan notoriedad. En sus afiebrados actos, como idiotas sociales, no respetan la distancia de seguridad, ni son capaces de entender que su comportami­ento pone en riesgo la vida de los demás. Van a lo suyo. Hacen ruido, mucho ruido, golpean cacerolas, a la par que gritan consignas pidiendo la dimisión del gobierno, dan vítores a las fuerzas armadas y sus equipos de música emiten marchas militares, acompañada­s del himno nacional. Ondean banderas, y se cubren el cuerpo con ellas. Portan cristos, celebran misas y rezan pidiendo a Dios les conceda sus peticiones. Reclaman acabar con el confinamie­nto. Quieren ir de compras, comer en los restaurant­es estrellas Michelin, pasear por la Milla de Oro, consumir y sobre todo explotar a sus trabajador­es, con el pretexto de retomar la actividad productiva y empresaria­l. Se consideran los únicos damnificad­os. No tienen conciencia social ni sentido del bien común, les mueve el egoísmo, el odio y la codicia. Aprovechan cualquier situación para expresar su descontent­o e inundar las redes de noticias falsas. Todo es válido si el objetivo, hacer caer el gobierno, se consigue. No les preocupan los miles de víctimas

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