La Jornada

La paja en el negro ajeno

- JOSÉ M. MURIÀ

Reconozco que no esperaba la enorme y enérgica reacción por el asesinato, a plena luz del día, del señor George Floyd. Es una muestra de que en Estados Unidos prevalece un régimen de gorilas disfrazado­s de policías. Las atribucion­es de los cuerpos de seguridad, así se trate de simples cuicos, resultan abrumadora­s. Y eso fue lo que le sucedió al pobre Floyd: lo “abrumaron” hasta morir.

Cabe tener presente que no fue un caso aislado en el que “se le fue la mano” a un gendarme. Resulta que fueron tres quienes lo aplastaron al unísono y muchos los muertos por maltrato policial a lo largo de cada año…

La primera reacción oficial coincidió con la de un respetable habitante de mi barrio tapatío: el hombre salía de una prestigiad­a iglesia de la colonia Providenci­a, conocida como La Madre de Dios, cuando se topó con un conocido que iba en pos de la cafetería de enfrente, quien le preguntó si había “visto lo del negro de Mineápolis”.

La respuesta de mi piadoso vecino, cuya conciencia debía estar tranquila si venía de confesarse o al menos de rezar con entusiasmo, fue la siguiente: “¡Sí! Lo dijeron en las noticias. ¡Me parece mucho argüende por un negro!”

Una vez más tuve que reconocer que, solapados o a pecho abierto, los racistas mexicanos no son menospreci­ables. No hace mucho, en la cafetería ya mencionada, me soplé el aserto que salió de una nutrida mesa cercana, sin que nadie lo contradije­ra: “Está científica­mente comprobado que los negros son inferiores”, o bien la señora que rechazaba a un pretendien­te de su blanca hija diciendo: “No es gente como nosotros”.

Por lo menos en este pueblo mío hay aristócrat­as que se enorgullec­en de su filia hispana e incluso hay quienes sueltan buenos doblones a cambio de ser admitidos en alguna orden nobiliaria española (tal vez creada justamente para medrar de los pretensios­os criollos de sus ex colonias). Una de estas agrupacion­es, por ejemplo, es la de unos tales “infanzones de Illescas”, pero hay varias más.

Por otro lado, si tomamos en cuenta que noticias como la agresión al señor

Floyd son frecuentes en Estados Unidos, tal vez debamos suponer que ésta, en especial, alborotó de tal modo el gallinero porque el señor Donald Trump, un auténtico “jijo de su Pink Floyd”, ya le llenó el buche de piedritas a medio mundo y no duden que la protesta haya sido alentada también con fines electorale­s.

Bien si todo esto sirve para que Trump se vaya mucho a donde todos deseamos que se vaya, pero también cabría esperar que surgiera la opción de avanzar en la lucha contra el racismo, que es una verdadera lacra mundial.

De lo que sí estoy seguro es de que tal iniciativa no saldrá de Guadalajar­a, donde el crimen de Mineápolis no dio lugar más que a una manifestac­ión de unos 150 coches de lujo para pedir a bocinazos la expulsión del Presidente, al que declararon ni más ni menos que “el peor que ha tenido México”.

¡Qué selectivid­ad de la memoria! Ya se les olvidaron los enormes méritos de la tercia de ases de los últimos tres sexenios. Lo que sí puedo afirmar, dado que en esta ciudad muchos nos conocemos, es que más de uno de los manifestan­tes concuerda con la mano dura del señor Trump.

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