La Jornada

Exilio y encierro

- ANDREA BÁRCENA

MARÍA ZAMBRANO ES la pensadora más importante, prolífica y original del siglo XX. Nació en Vélez, Málaga, en 1904 y murió en Madrid en 1991. Republican­a, dejó España en 1939 y pasó 45 años en el exilio. En 1981 se le reconoció con el Premio Príncipe de Asturias y en 1988 con el Premio Cervantes.

FUE EL SUYO un exilio muy fecundo. En América vivió en Puerto Rico, en Cuba y en México; fue académica en la Universida­d Nicolaíta de Michoacán y publicó Filosofía y poesía, El hombre y lo divino y –antes que en España– Siglo XXI le publicó en México

La tumba de Antígona. En esa obra poética filosófica, Zambrano ofrece a la heroína de Sófocles un tiempo posterior a su condena para que pueda, por medio de la conciencia, la palabra y el diálogo con fantasmas que la visitan en su tumba (Edipo, Polinices, Eteocles, Creonte, la madre y otros), reconstitu­ir su propio ser. Así es como el paradigma ético de la Antígona de Sófocles se completa con el paradigma ontológico de la filosofía zambranian­a.

EXISTEN INNUMERABL­ES ESTUDIOS de la exuberante obra de la pensadora y en particular de La tumba de Antígona, en la que Zambrano trabajó a lo largo de dos décadas. Antígona acompañó a la filósofa gran parte de su exilio. Lo muy cierto es –creo yo– que entre el encierro de Antígona, en que recupera la libertad de su ser, y el largo exilio de María hay una equivalenc­ia existencia­l dada en la prohibició­n para ambas de cruzar fronteras hacia su tierra y vida originales.

VOLVER A ZAMBRANO en estos días es una fiesta, pues llena de sentido la cuarentena al entender que el encierro es también escapar de los territorio­s habituales; que podemos vernos y pensarnos fuera de nuestra propia vida y exiliarnos en el alma. Como a Antígona en su tumba, también puede ser que en este inesperado encierro nos visiten hados y fantasmas, entrañable­s o temidos, y revisar con ellos lo que quedó pendiente para recuperar su valor o su amor perdidos.

“AMO MI EXILIO”, repetía María Zambrano. Y encerrada en el sepulcro antes de morir Antígona dice: “No tumba mía, no me arrojaré sobre ti como si fueras tú la culpable. Una cuna eres; un nido. Mi casa. Y sé que te abrirás. Y mientras tanto, quizá me dejes oír tu música, porque en las piedras blancas hay siempre una canción”…

P.S. GUARDERÍA ABC, once años de impunidad.

infanciade­stinoes@gmail.com

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