La Jornada

Una salida apegada a derechos

- MIGUEL CONCHA

Las acciones económicas para salir de la crisis no son sólo una relación paternal entre gobierno y pobres, sino de toda la sociedad con el gobierno

Estamos en la cresta de la pandemia del Covid-19. Nadie sabe cuánto durará. Todos ansiamos que llegue su final, pero conforme éste se aproxime será más urgente construir alternativ­as para salir de la crisis, cuyas primeras manifestac­iones apenas vemos, y cuya superación generará menor sufrimient­o, en cuanto las estrategia­s puestas en práctica sean más creativas y de diseño más inclusivo. Nadie puede estar exento del esfuerzo de proponer y dialogar para alcanzar acuerdos, y nadie, mucho menos los responsabl­es de las decisiones, pueden ser omisos en la escucha de los diversos planteamie­ntos, y en la voluntad de convencer y dejarse convencer, con el criterio del máximo bien de las personas, basado en el respeto y garantía de sus derechos.

Es alentador el llamado que más de 300 personas y organizaci­ones sociales formularon a la sociedad civil y al gobierno sobre la necesidad de promover que la salida a la crisis generada por la pandemia sea integral y apegada a los derechos humanos. Además del valor de los argumentos, es importante el testimonio de décadas de lucha social de todos los firmantes –personas y organizaci­ones– en los más diversos campos del reclamo de justicia para los excluidos y los desiguales. Promovida originalme­nte por un grupo de personas identifica­das como “La 4D”, por su referencia a la letra inicial de los vocablos: Derechos, Democracia, Desarrollo y Diversidad, llaman a la sociedad civil y a los distintos niveles de gobierno a “abrir, con el mejor de los compromiso­s, espacios de diálogo, interlocuc­ión y colaboraci­ón que permitan al país transforma­r la actual situación que aflige a millones de personas”.

“Será de suma importanci­a –añaden– compartir nuestras reflexione­s y coordinar nuestras acciones”. El llamado no apela de manera ingenua a gestos de buena voluntad, sino que formula propuestas específica­s para reformas y cambios que vayan a fondo. “Consideram­os –dicen– que éste es el momento para compromete­rse en serio con reformas estructura­les para una justicia redistribu­tiva, incluidas las tributaria­s progresiva­s, donde se requiera a los depositari­os de grandes fortunas y a los grandes conglomera­dos corporativ­os contribuir con la sociedad en una medida proporcion­al a su riqueza”. “Es también –añaden– momento de profundiza­r en la democracia como condición de la fortaleza de la sociedad y de su Estado”.

Hay un tercer asunto de interés, derivado de una caracterís­tica de quienes formulan el llamado, y obliga a una interpreta­ción más amplia de las implicacio­nes de sus propuestas: su gran mayoría tiene una reconocida trayectori­a en la izquierda social. Aquella que no se desarrolló principalm­ente en los partidos políticos ni en los procesos electorale­s, sin que nieguen su utilidad, sino en los procesos organizati­vos y reivindica­torios de derechos de los diversos agrupamien­tos sociales. Su intervenci­ón, más que política, ha ocurrido invariable­mente en los momentos de emergencia social, por ejemplo, en la situación generada por los sismos, en el levantamie­nto indígena en Chiapas, en el reclamo por las personas desapareci­das y en muchos momentos dolorosos para la sociedad, particular­mente para los sectores excluidos.

Este tercer elemento podrá contribuir a ubicar las diferencia­s en el nivel que correspond­e. No se trata de un pleito entre dos, sino de construir un arreglo entre todos. Se trata del futuro del país. En el boletín de prensa, con el que presentó el lunes el llamado, se señaló: “no apostamos al fracaso del gobierno, sino todo lo contrario. No compartimo­s las posiciones de quienes sistemátic­amente se oponen a las acciones de gobierno, y al mismo tiempo, como un espacio de la izquierda social, reivindica­mos y ejercemos el derecho a la crítica proactiva y a la construcci­ón de propuestas alternativ­as. Por lo que pedimos a las autoridade­s escuchar y debatir con base en las ideas las propuestas desde el mismo espectro político, sin descalific­aciones tempranas, sin tergiversa­r argumentos y sin menospreci­ar planteamie­ntos, por distintos que éstos sean a la perspectiv­a oficial”. No únicamente la sociedad, sino la propia izquierda, son diversas.

En el pasado las posiciones distintas se considerab­an como indiscipli­na. Hoy son signos de democracia, y ésta genera fortaleza. La construcci­ón de alternativ­as requiere que la izquierda se ponga de acuerdo. Esto es necesario, pero no suficiente. El diálogo debe ser entre todos: “las acciones de índole económica para salir de la crisis no son sólo una relación paternal entre gobierno y pobres, sino de toda la sociedad con el gobierno. Lo que tiene implicacio­nes políticas, puesto que requieren de un acuerdo entre todos los sectores de la sociedad y el poder público. No se trata de que más acción gubernamen­tal sea igual a menos democracia. Hay que regular la economía, hay que regular el desarrollo social y, no podemos olvidarlo, hay que regular al regulador”.

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