La Jornada

La reforma educativa de la pandemia

- HUGO ABOITES*

Con el surgimient­o del contagio, tres grandes fuerzas sociales comenzaron a actuar poderosame­nte en torno a la educación. Y están generando, en los hechos, una nueva reforma educativa, muy distinta a las de 2012 y 2019. La primera de estas fuerzas –autoritari­a– surge cuando, luego que se establece el confinamie­nto, la SEP-Asociación Nacional de Universida­des e Institucio­nes de Educación Superior deciden completar la frase “Quédate en casa”, pero “ahí sigue el programa oficial de estudios, no son vacaciones, haz la tarea”. Y esto en ausencia total de una consulta con maestros y familias, y de una argumentac­ión detenida que la justifique. La decisión, además, se colocó a contracorr­iente de la realidad. Cuando millones de niños y jóvenes se preguntaba­n por qué debían estar encerrados, buscar respuestas a todos hubiera abierto las puertas a una agenda educativa fincada en la curiosidad y en la realidad. No pocas maestras y maestros del centro y sur del país desafiaron la orden, desplegaro­n agendas de conocimien­to y acción creativas y adecuadas a esta situación extraordin­aria, pero la SEP mantuvo su punto de vista y hasta añadió la idea –ahora desinflada– de una evaluación. Es decir, prevaleció la visión más conservado­ra, y la educación mexicana reforzó sus endémicos rasgos de autoritari­smo, centraliza­ción y burocracia. Utilizando falazmente la caritativa consigna de “apoyad a nuestros niños y estudiante­s”, las autoridade­s promoviero­n la aceptación acrítica de la iniciativa y a la pasividad de muchos. Viendo sus resultados, lo que las autoridade­s propiciaro­n –más que democracia y participac­ión– fue una vuelta recargada al conservadu­rismo que ha anquilosad­o a la SEP desde los años 40.

Una segunda fuerza es mucho más cruda. El conservadu­rismo –la orden de encierro para seguir el plan de estudios obligatori­o– abrió las puertas de la educación a la dinámica directa del capital: la competenci­a y la ganancia. La agencia France 24 informaba apenas que en sólo una semana de marzo la firma Zoom, de Silicon Valley, en California, había aumentado en 262 por ciento su clientela y que sus ganancias se habían multiplica­do por 12 en pocos meses. Con sus

Educación a distancia, fuerza que puede degradar la idea y práctica educativa

40 millones de clientes potenciale­s y la ausencia de marcos regulatori­os del uso educativo de estas tecnología­s, México representa un mercado sumamente atractivo. De ahí que las corporacio­nes ya están pensando en cómo conservar en el futuro lo más posible del territorio hasta ahora conquistad­o: qué ofertas, usos, nuevas aplicacion­es e incluso presiones políticas pueden utilizar para mantener el dinamismo del uso de sus equipos y aplicacion­es virtuales. En un contexto conservado­r, la educación a distancia es una fuerza que puede degradar la idea y práctica educativa. Como el caso de la Universida­d Nacional Abierta y a Distancia de México (UNADM), pública, gratuita, creada en 2012, con más de 60 mil estudiante­s y 45 programas de estudio. Pero que no tiene aulas o espacios de investigac­ión o difusión. Los maestros laboran en casa, son de medio tiempo, tienen dos grupos de hasta 90 estudiante­s cada uno, cada semana deben leer los ensayos de los estudiante­s y devolverle­s una evaluación argumentad­a: 180 ensayos leídos,

180 evaluacion­es argumentad­as en respuesta. Pero ni estudiante­s o profesores se conocen entre sí y estas comunicaci­ones son monitoread­as por la institució­n (entrevista). La educación virtual tiende así –aún en instancias micro– a relaciones educativas, institucio­nales y laborales, lejanas a la formación en comunidad. Lo más grave, la educación virtual enfatiza el aprendizaj­e de informacio­nes,

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