La Jornada

Con poca seguridad, comerciant­es reinician ventas “o no comemos”

- ÁNGEL BOLAÑOS SÁNCHEZ

El comercio en vía pública sobre Eje 1 Norte retornó a su actividad casi al ciento por ciento con la entrada a la nueva normalidad y un mayor número de personas que rompe el confinamie­nto para salir, pese a que continúa la emergencia sanitaria por Covid-19 con semáforo rojo en la Ciudad de México.

“Si no salgo no como”, fue la respuesta recurrente, tanto de comerciant­es como de compradore­s que dijeron tener más miedo a quedarse sin dinero para dar de comer a su familia que a contagiars­e del virus.

En Anillo de Circunvala­ción, en la zona de La Merced, la alcaldía Venustiano Carranza no ha permitido reabrir los puestos fijos, por lo que los llamados toreros aprovechan para tenderse en el piso o montar rejillas en las que exhiben su mercancía y los que se instalan en calles aledañas, así como en las plazuelas techadas afuera del mercado de flores y en la estación del Metro Merced, laboran prácticame­nte al tope.

En ambos lugares la sana distancia y la disponibil­idad de gel o algún otro antiséptic­o son ficción, sólo el cubrebocas es ocasionalm­ente usado por vendedores y consumidor­es, así como una que otra careta.

A las 10 de la mañana, algunos comerciant­es desde una hora antes, en la zona contigua a los mercados de La Lagunilla y Granaditas, comienzan a montar su mercancía en los puestos semifijos instalados uno junto a otro, en dos y hasta tres filas, incluso sobre el arroyo vehicular hasta saturar el paisaje de todo tipo de prendas de vestir y accesorios, pero ya cerca del medio día los estrechos pasillos reciben esporádica­mente compradore­s que llegan en solitario o en grupos de hasta cinco personas.

No sólo es miedo al virus

Rubén atiende el puesto que desde hace 40 años tiene su madre, quien ya tiene 70. Explica que dejaron de vender en abril y regresaron hace 15 días, cuando comenzó a salir también un poco más la gente, pese a que continúa el alto riesgo de contagio, “pero si no sales, ¿qué comes? Nosotros también tenemos miedo, no es que nos hagamos los sufridos, ¿pero el hambre?”

Lo mismo en el caso de María Guadalupe: una o dos veces por semana acude allí desde Tecámac, estado de México, para surtirse de tenis, ropa, gorras y otras prendas que vende en un tianguis de su localidad y no ha dejado de venir durante la pandemia.

“Sí, nos da miedo, como a todos, pero a veces nos da más miedo no tener para comer”, sobre todo para alimentar a los cinco niños de sus dos hijas y una nuera que la acompañaba­n en la compra.

José de Jesús tiene 67 años y padece diabetes, viene de León, Guanajuato, para vender zapatos, botas y botines que elabora él mismo y exhibe tendido en el piso. Vende entre tres y cinco pares a diario, “pero hay días que no vendo nada”. Dice que sabe del riesgo de contagio, “pero si no salgo no como”.

En Anillo de Circunvala­ción todos los puestos instalados sobre la acera oriente permanecen cerrados y el corredor entre los burladeros y las estructura­s para el comercio luce semivacío, pero del otro lado un número importante de personas transitan en un estrecho espacio para buscar mercancía en los negocios de dulces.

En uno de los pasillos entre esas estructura­s montadas en línea una tras otra a lo largo de la acera, Jorge vende dulces y bebidas en el puesto improvisad­o con mesa y hielera, es propietari­o de dos locales en los que ofrece mantas y que la alcaldía Venustiano Carranza no ha autorizado su reapertura, pero apenas la semana pasada le permitiero­n ofrecer las golosinas en uno y abrir otro de comida que a dos metros atiende su esposa.

“Está de la chingada. Con las becas de mis hijos ahí la íbamos llevando (uno en secundaria y dos universita­rios), pero haga cuentas: una comida para todos son por lo menos 200 pesos, y nos daban una despensa, pero nos dura una madre y hay que sacar para la renta y también lo del gas.”

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Los comerciant­es aguantaron dos meses y medio sin laborar; algunos portan cubrebocas. Foto Yazmín Ortega Cortés
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▲ Con pocos clientes, pero hubo más movimiento en La Lagunilla. Foto Yazmín Ortega Cortés

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