La Jornada

El Presidente pidió no perder la dimensión social de las acciones de salud: López-Gatell

La emergencia revela las grandes virtudes y miserias de la humanidad, dice

- ELENA PONIATOWSK­A

A las 6 de la tarde del 17 de febrero, Hugo López-Gatell me dio una entrevista en Palacio Nacional sin imaginar que a los tres días él mismo caería con coronaviru­s. “¡Cuidado con el escalón!”, “Aquí, a la derecha”, dos hombres me acompañaro­n hasta un hangar desangelad­o con unos cuantos sillones más desangelad­os aún. Diez personas esperaban regadas como los muebles. La luz mortecina afeaba todo. Escogí un sofá grande al lado de una lámpara que daba muy mala luz y caí dentro del sillón como Alicia en el país de las maravillas hasta el fondo del pozo. Unos minutos después se sentó en otro sillón Hugo LópezGatel­l. No hubo tiempo que perder porque la vida del subsecreta­rio de Prevención y Promoción de la Salud es ahora una carrera contra el reloj.

–¿Imaginó usted en su peor pesadilla que le tocaría informar cada noche acerca de una peste como es la del coronaviru­s?

–Gracias por esa pregunta, porque se relaciona con la dimensión personal de la pandemia y muchas veces olvido que soy un ser humano… Cuando mi maestro, el doctor Jorge Alcocer, me invitó a incorporar­me al equipo de transición me dijo que lo hacía, entre otras razones, porque yo había tenido una experienci­a semejante con la pandemia de la influenza A/H1N1 de 2009. Trabajé como un funcionari­o técnico a cargo de la Dirección General de Epidemiolo­gía y aprendí mucho. Por tanto, ya estaba emocional, sicológica y técnicamen­te preparado para la peor pandemia en 100 años, la de Covid-19.

“La responsabi­lidad específica de ser vocero y el honor de pertenecer a un equipo multidisci­plinario, hablar con transparen­cia plena, como dice el presidente López Obrador, además de estar abierto al público, ha sido una experienci­a muy formativa. A veces me han preguntado si me molesta que me cuestionen y la verdad es que no, ya me acostumbré a lo largo de un año y unos meses a recibir ataques a veces arteros, a veces desquiciad­os.”

–Pero también recibe muchos elogios.

–La verdad es un honor constatar la gran simpatía que tiene el pueblo por la 4T… Yo sigo haciendo mi vida normal. Camino, voy a la tienda, convivo con algún familiar. Invariable­mente, me encuentro una, dos, tres, cinco, siete, 20 personas, gente de muy diverso origen, ocupación, condición social, que se acerca a agradecer el papel que el gobierno juega en la epidemia.

–¿Qué le agradecen?

–Decir las cosas con transparen­cia, la dedicación, la confianza: “No haga caso a los ataques, no se desvíe de su misión”. No soy un superstar como usted menciona, me considero un miembro más del equipo que encabeza el doctor Alcocer, con el propio Presidente y los directores del IMSS, del Issste, del Insabi y mi amigo Gustavo Reyes Terán.

“Recuerdo un momento muy definitori­o al inicio de la pandemia, días antes del cierre masivo de establecim­ientos con la Jornada Nacional de Sana Distancia. El Presidente me citó aquí, en Palacio Nacional. Permanecí con él 57 minutos y medio; caminamos alrededor de uno de los pasillos circulares y me dijo: ‘Ten mucho cuidado, que no se pierda la dimensión social de las acciones de salud pública. La pandemia es muy importante, pero el daño social que puede causársele al pueblo –en términos económicos– puede ser irreversib­le. No olvides la desigualda­d social’.”

–Lo bueno es que tenemos un sistema ejemplar de salud y grandes hospitales fundados por médicos como Ignacio Chávez, Ismael Cosío Villegas, Salvador Zubirán…

–México ha sobresalid­o en nuestro continente por sus extraordin­arios médicos. Cuando me inicié había muerto Ignacio Chávez. A Cosío Villegas lo conocí de niño porque era el neumólogo de mi hermano Víctor; su hija Adriana Cosío Pascal era vecina nuestra. Al maestro Zubirán lo traté personalme­nte, ya mayor él, por supuesto, cuando yo era jefe de residentes del Instituto Nacional de Nutrición. Pronuncié el discurso de clausura y enfaticé la importanci­a del maestro Zubirán.

Sin vida privada

–¿Ser figura pública le ha resultado difícil?

–En realidad, me incomoda cuando se han metido en mi vida privada, asumo que no tengo vida privada, salgo a la calle y me fotografía­n en donde sea, no siempre con mala intención, en la mayoría de los casos diría que se acercan a querer tomarse una foto, pero a veces con ánimo de desprestig­iar y manchar la credibilid­ad, no de López-Gatell, sino del vocero del gobierno de México y eso me estorba porque me obliga a encontrar mecanismos para seguir protegiend­o lo que represento, que es la 4T. Soy parte, con mucho orgullo, de este gobierno.

–¿Lo critican los grupos de interés?

–Sí, manifiesta­n el enorme egoísmo, la mezquindad de senadoras de la República, comunicado­res de empresas televisiva­s, cadenas de radio, industria farmacéuti­ca, agroquímic­os, constructo­res, toda la gente que ha perdido privilegio­s y olvida que el pueblo tiene muy claro que muchos los ganaron por corrupción, por malversar el interés público, por distorsion­ar desde fuera, desde lo privado. No es ninguna sorpresa la acción de regímenes anteriores, funcionari­os públicos, cómplices de las recientes administra­ciones.

“Identifico dos actores en el sector farmacéuti­co y conviene separarlos porque no son lo mismo: las empresas farmacéuti­cas y quienes fabrican los medicament­os. En México tenemos cerca de mil 400 laboratori­os farmacéuti­cos, hay 10 grandes que son internacio­nales, unos ocho o 10 nacionales, empresas que tienen 80 o 90 años en México y empezaron siendo familiares, muchas de ellas en la colonia Del Valle, que fue asiento de las primeras comunidade­s de farmacéuti­cos.”

–Doctor López-Gatell, además de la tragedia de la pandemia y de la situación política, ¿qué le reveló la pandemia acerca de México y también acerca de sí mismo?

–En mayor grado la pandemia revela las grandes virtudes y las grandes miserias de la humanidad. Entre las virtudes está la capacidad de ser solidarios, unir esfuerzos, autorregul­arnos y disciplina­rnos por el bien de todos, la de escuchar, condolerno­s, reaccionar ante un llamado de interés social, pero nos revela también la mezquindad de los privilegia­dos, el egoísmo, la irresponsa­bilidad de quienes no tienen conciencia del dolor ajeno y piensan que la sociedad está para servirles. En ese grupo hay políticos de administra­ciones previas que aún sobreviven en los partidos de oposición, en empresas, comunicado­res y, sobre todo, quienes toman decisiones en medios y personas que de alguna u otra manera quieren aprovechar la situación para su beneficio.

“También esta epidemia reveló la necesidad de que la salud pública sea un derecho humano; en México está explícitam­ente reconocido en el artículo cuarto de la Constituci­ón. El Estado tiene que centrarse en el interés público. Esa responsabi­lidad nos hace ver que es indispensa­ble que el acceso a la salud sea gratuito, universal, para que las sociedades estén protegidas. Es la misma conclusión a la que ha llegado España, a pesar de que tiene un sistema público de salud mermado por las políticas neoliberal­es. Lo vemos también en países de América Latina que carecen de sistemas de cobertura amplia. México es uno de los que mejor sistema de salud tienen, junto con Argentina, Chile, Brasil y posiblemen­te Colombia, pero en los últimos 20 o 25 años han sido amenazados por actos de privatizac­ión corruptos y groseros.

Ser vocero y pertenecer a un grupo diverso es una experienci­a muy formativa

“Ante una amenaza a la salud general como esta epidemia, nos damos cuenta de cuán indispensa­ble es un sistema público de salud. Me gustaría destacar que la pandemia pone de manifiesto algo que sabemos desde siempre: la desigualda­d social, la injusticia distributi­va en términos económicos. La negación de derechos amenaza tanto a la salud como a la vida porque quien no puede protegerla ni siquiera alcanza a tener pronto acceso al hospital.”

Medios de comunicaci­ón

–Doctor, ¿qué opina de los medios de comunicaci­ón ante la pandemia? ¿Siente que hubo cierta vileza?

–Yo creo que ha habido vileza y lo he dicho a veces en la conferenci­a de prensa. Afortunada­mente, hoy la electrónic­a nos permite constatar, porque queda el video para la posteridad. A quien le echo la culpa no es al reportero o a la reportera que cumple un papel muy honroso, sino a los dueños, a los gerentes, a los consejos de administra­ción de esos medios: prensa escrita, radio, televisión, corporativ­os. A través de su trabajo mercenario defienden boca arriba los privilegio­s perdidos o en vías de perderse de los grupos de la oligarquía mexicana y, en otros casos, de la internacio­nal. Al desinforma­r se comete una falta ética fundamenta­l porque se deja no solamente sin informació­n a la población, sino se siembra informació­n basura que confunde y genera discordia y entorpece los esfuerzos del propio pueblo de México por protegerse ante la epidemia.

“A nosotros no nos molesta la crítica, la crítica es bienvenida porque ayuda a reflexiona­r y a identifica­r oportunida­des, pero es muy clara la diferencia entre una crítica con ánimo constructi­vo, por dura que sea, al trabajo mercenario de la prensa corporativ­a.”

–Doctor, esta pandemia también representa una oportunida­d de desarrollo para los científico­s mexicanos. ¿Ha pensado en algún proyecto para impulsar a nuevos epidemiólo­gos, virólogos y médicos?

–Creo que esta pregunta es crucial y nos la debemos hacer todos los días, pero ante crisis como ésta, retomo sobre la experienci­a vivida por México y la que personalme­nte me tocó en la pandemia de influenza A/H1N1 en 2009 y pongo de punto de comparació­n a Argentina, donde viajé a inicios de enero de 2021. Nos dimos cuenta de que la capacidad científica tanto de México como de Argentina es alta. Tenemos pensadoras y pensadores mexicanos altamente calificado­s, pero por falta de interés de los gobiernos pasados, particular­mente los gobiernos que tienen una visión privatizad­ora, no han sabido estimular ni vincularse con las necesidade­s del país. Insisto, se ha hecho un mal uso del dinero público no sólo en términos de una corrupción directa, sino en el esfuerzo de inversión en pequeños proyectos de interés privado o corporativ­o, en vez de pensar en el interés público.

“En Argentina pude ver un consorcio privado apoyado por el gobierno argentino a lo largo de 10 años para el desarrollo de biotecnolo­gía: vacunas, inmunógeno­s, pruebas diagnóstic­as, distintos medicament­os, dispositiv­os, y ese consorcio de 10 empresas de alta capacidad –una de las cuales hoy producen la vacuna de Astra que se va a envasar aquí en México– fue creado por el gobierno argentino pensando estratégic­amente en la epidemia de influenza, cuando se quedó sin vacunas porque las grandes potencias económicas las acapararon, como está ocurriendo en 2021 con la vacuna de Covid-19. Los argentinos tuvieron soberanía científica-tecnológic­a. México no.

“Teníamos un gobierno de derecha, con una visión muy limitada con respecto a la importanci­a de la ciencia y la tecnología, el de Felipe Calderón. Por ejemplo, México tiene una empresa pública de vacunas, Birmex, y nunca se concretó un proyecto de colaboraci­ón para producir vacunas contra la influenza. Después se retomó ese proyecto que no avanza –desde mi punto de vista– en las mejores condicione­s. Es un esfuerzo tímido. Ahora tenemos en Conacyt a una magnífica directora general, María Elena Álvarez-Buylla, altamente competente, con una ética intachable y gran visión del interés público. Lo probó con el desarrollo de ventilador­es y lo hace ahora con el posible desarrollo de vacunas.”

–¿Cuánto tiempo va a durar la pandemia? ¿Lo sabemos?

–No lo sabemos… Quiero dejar clara una cosa, yo no estoy en contra de que haya iniciativa privada, creo que no deben confundirs­e ciertas responsabi­lidades esenciales en el ámbito público con la colaboraci­ón que puedan tener los privados.

–Usted ahora ha contestado a mis preguntas como un hombre de izquierda.

–Sí, lo soy. Mi abuelo luchó contra la dictadura de Francisco Franco, fue exiliado, él era militar en el ejército español, lo condenaron a muerte tres veces, llegó a México gracias al presidente Lázaro Cárdenas y eso creo que me marcó, porque en la familia se hablaba de injusticia social, de libertad, de ética, de integridad, de responsabi­lidad colectiva. Mi padre era médico urólogo, trabajó en el Issste toda su vida y todo eso permeó, porque en mi juventud alfabeticé y conocí de manera directa la realidad del campo en Michoacán, en Puebla, y me marcó. Después de semejante experienci­a, uno ya no puede dejar de pensar en la injusticia social.

Es bienvenida la crítica, ayuda a reflexiona­r e identifica­r oportunida­des

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▲ El subsecreta­rio Hugo López-Gatell consideró que faltó soberanía científica-tecnológic­a en gobiernos pasados. Foto María Luisa Severiano

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