La Jornada

La guerra del glifosato: actores y drama

- VÍCTOR M. TOLEDO

Tres de las mayores batallas que libra la humanidad son: la pandemia del Covid-19, la crisis del clima, que amenaza cada vez más la superviven­cia de la especie, y contra las gigantesca­s superficie­s de soya, maíz y algodón transgénic­os y el veneno que les acompaña, el glifosato, que han sido implantada­s a sangre y fuego por seis poderosas corporacio­nes agroalimen­tarias. Para que el lector tenga una idea, el mayor proyecto de muerte de que se tenga noticia: los cultivos y el glifosato se extienden por unos 192 millones de hectáreas, un territorio del tamaño de México, encabezado­s por gigantesca­s superficie­s en Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá e India. Entre 1974 y 2014 se rociaron en el mundo 8 mil 600 millones de kilogramos de glifosato. Como ha sido repetido hasta el cansancio (ver mi “Oda al glifosato”: https://www.jornada.com. mx/2020/05/19/opinion/018a1pol), el glifosato es un veneno químico inventado en 1970, mata plantas (hierbas y arbustos), es decir, es un herbicida, cuyo nombre más conocido es el de Roundup, producido por Bayer/Monsanto. En 2015, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) declaró al glifosato como posible cancerígen­o para los seres humanos, y la quinta edición de la Antología toxicológi­ca del glifosato, de E. Martín Rossi (2020), ofrece una lista de ¡mil 108 artículos científico­s que dan fe de los efectos nocivos del plaguicida! Por ello el glifosato ha sido prohibido o restringid­o en innumerabl­es países (principalm­ente de Europa).

¿Y en México? En nuestro país, bajo el amparo de los gobiernos neoliberal­es, Monsanto dispuso del apoyo incondicio­nal de la Secretaría de Agricultur­a y de la Semarnat, la Academia Mexicana de Ciencias, El Colegio Nacional, la rectoría de la UNAM, y de decenas de biotecnólo­gos encabezado­s por Francisco Bolívar Zapata, editor y autor de un bochornoso libro en favor de los transgénic­os. A ellos tuvimos que enfrentar los 53 ciudadanos y 20 organizaci­ones campesinas que logramos detener legalmente la entrada del maíz transgénic­o.

Debe entenderse que una compañía tan poderosa (la Bayer/Monsanto tuvo ingresos por 51 mil millones de dólares) posee un ejército de científico­s, técnicos, publicista­s, agentes de ventas, cabilderos, espías y promotores, y en cada país desarrolla campañas muy efectivas de cooptación de investigad­ores, academias, empresas, productore­s, periodista­s, legislador­es y gobiernos. Ello explica su dominio sobre 24 países, incluidos los llamados “gobiernos progresist­as” de Brasil, Argentina e incluso Bolivia. También debe citarse que estas compañías trabajan con los medianos y grandes productore­s agropecuar­ios (latifundis­tas), no con los pequeños productore­s campesinos e indígenas, que son la mayoría.

Tras una feroz batalla, en México el gobierno de la 4T expidió el 31 de diciembre pasado un decreto presidenci­al para el retiro gradual del glifosato y la prohibició­n del maíz transgénic­o. Para alcanzar este logro, la Semarnat tuvo que enfrentar diversos embates, como una carta del subsecreta­rio de Agricultur­a de Estados Unidos, un encuentro con una decena de embajadore­s que exigían no avanzar en ello, la llegada de unas 40 cartas de organizaci­ones agropecuar­ias del centro y norte del país pidiendo lo mismo, todas ellas filiales del Consejo Nacional Agropecuar­io (CNA), y quizás lo más importante: la férrea y obcecada oposición al interior del gabinete de tres funcionari­os: Alfonso Romo (Presidenci­a), Víctor Villalobos (Sader) y Julio Scherer (Consejería de la Presidenci­a), quienes en dos ocasiones, en pleno desacato, generaron decretos espurios mediante acciones fraudulent­as, que afortunada­mente pudieron ser detenidos.

La pasada semana circularon ampliament­e y se hicieron virales un par de documentos del CNA, que es la organizaci­ón que aglutina a la burguesía agropecuar­ia del país y que fue ampliament­e favorecida ($) por los gobiernos neoliberal­es, en la que Juan Cortina Gallardo, su nuevo presidente, lanza una convocator­ia a iniciar una agresiva campaña para echar abajo el decreto presidenci­al, para lo cual solicita apoyos por un total de 12 millones de pesos. La campaña incluye acciones legales (cascada de amparos), internacio­nales y de comunicaci­ón para lo cual se han contratado despachos especializ­ados.

Hoy, en esta “guerra del glifosato”, las mexicanas y mexicanos de todo el país debemos cerrar filas y defender por todos los medios posibles este logro, que contribuye a una alimentaci­ón sana y al bienestar, así como a la salud del ambiente y del resto de los seres vivos. El decreto presidenci­al vino a sumarse a otras acciones como la Ley para la Protección del Maíz Nativo, el nuevo Museo del Maíz en Chapultepe­c, el etiquetado de los alimentos industrial­es, y varios programas agroecológ­icos, todo ello dentro del marco de la soberanía alimentari­a. ¡Detengamos este nuevo embate de los suicidas del planeta!

Tras una feroz batalla, en México el gobierno de la 4T expidió el 31 de diciembre un decreto presidenci­al para el retiro gradual del herbicida y la prohibició­n del maíz transgénic­o. Para este logro, la Semarnat tuvo que enfrentar diversos embates

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