La Jornada

Fracasó estrategia para salvar a la vaquita marina: pescadores

- J. MARTÍNEZ Y M. CUÉLLAR LA JORNADA BAJA CALIFORNIA SAN FELIPE, BC

“El gobierno mexicano lleva 27 años intentando salvar a la vaquita marina y, sin embargo, el número de ejemplares sigue a la baja. ¿Podrán darse cuenta en algún momento de que la solución no es sólo sacarnos del mar?”, pregunta Eduardo, de 70 años de edad, quien tiene dificultad­es para caminar pero fue maquinista en una de las últimas embarcacio­nes que tuvieron permiso para pescar totoaba “cuando San Felipe tenía flota pesquera”.

“No soy de escuela, pero lo he vivido”: las restriccio­nes que ha impuesto el gobierno nunca se han cumplido a cabalidad porque “aquí también cundió la corrupción”, sobre todo de jefes policiacos que encabezaba­n el tráfico de buches o simplement­e hacían la vista gorda.

Eduardo recuerda un tema que salta una y otra vez en las conversaci­ones: las limitacion­es del Estado mexicano para hacer cumplir la ley.

A quienes tienen permisos los sacan del mar y les imponen reglas, pero la autoridad no puede con la pesca ilegal. En San Felipe todos tienen una historia que contar, y cuando en el muelle se les pregunta antes de que salgan a pescar qué esperan del gobierno, la respuesta es: “Que nos escuche, que no nos traiga una larga lista de imposicion­es que unos vamos a cumplir y otros (los que viven de la pesca ilegal), no”.

A 27 años de que fue declarada en peligro de extinción y fue incluida en la NOM-059-ECOL-1994, la población de vaquitas marinas (Phocoena sinus) hoy es una especie apenas representa­tiva.

Recién creado, el Comité Internacio­nal de Recuperaci­ón de la especie (Cirva) reportó en 1997 que en el periodo de 1985 a 1993 había “posiblemen­te unos pocos cientos”.

Sin embargo, para 1999 ya sólo había 567 ejemplares de vaquita. En 2004, después de una nueva declarator­ia de riesgo (NOM-059-Semarnat-2001), se reportó que “la población decrece”.

En 2012 eran 245 y bastaron 24 meses para que ocurriera una caída de más de 60 por ciento en el número de ejemplares contabiliz­ados, con lo que sólo quedaron 97.

Aunque para 2015 la cifra subió a 100, entre mayo y noviembre de 2016 otra vez sonaron las alarmas: de 60 ejemplares la población bajó a 30 y se catalogó en “peligro crítico de desaparece­r”, con un declive poblaciona­l de 90 por ciento.

A la fecha se han detectado unas 10, utilizando equipos que registran los sonidos que emiten. Según los especialis­tas, cada una de sus voces tiene un timbre distinto.

En 2017 el gobierno mexicano anunció el Programa de Conservaci­ón, Protección y Recuperaci­ón del cetáceo, para el que aportó 3 millones de dólares de los 4.82 millones que se requerían (62 por ciento del monto) y que consistía en localizar, capturar y confinar temporalme­nte en un santuario (denominado nido) a varios ejemplares.

Aunque el proyecto contó con la participac­ión de 90 expertos de México, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Reino Unido, Países Bajos, Irlanda, Dinamarca y Canadá, fracasó con la muerte de una de las dos vaquitas.

Uno de los ejemplares era joven y fue liberado al poco tiempo de su captura y el otro, más viejo y con problemas de salud previos, murió de un paro cardiaco luego de que se le reanimara en ocho ocasiones durante varias horas, el año pasado.

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