La Jornada

¿Qué pasó en El Salvador?

- ÁNGEL GUERRA CABRERA

La apabullant­e victoria alcanzada por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en las elecciones del domingo pasado implica que tendrá la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativ­a y la mayoría de las alcaldías del país. Aunque ingresó en política y gobernó la capital en representa­ción de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en su gestión presidenci­al ha devenido en un abanderado del neoliberal­ismo recargado, en luna de miel con Donald Trump, un aventurero político enfermo de ambición personal y de ostensible­s ínfulas autoritari­as, hombre sin ética, al igual que el magnate neoyorquin­o.

Cuenta, sin embargo, con un espectacul­ar 71 por ciento de popularida­d y ya había arrasado en las elecciones presidenci­ales de 2019, en las que obtuvo 53 por ciento de los votos. En ellas, el candidato de Arena, la derecha tradiciona­l, alcanzó 31.72 por ciento de sufragios. Pero muchísimo peor le fue al abanderado del FMLN, que luego de dos periodos consecutiv­os de gobierno de esa formación no llegó ni a 15 por ciento de los votos. Este dato mostraba desde entonces enorme insatisfac­ción de los electores con la gestión gubernamen­tal del FMLN, organizaci­ón que desde la lucha armada y después de los acuerdos de paz, cuando se convirtió en partido político, había defendido dignamente las banderas de la izquierda en el país y ganado un importante reconocimi­ento entre sus homólogos de América Latina y el Caribe. Su prestigios­o y esclarecid­o líder, Schafik Handal, fallecido en 2006, llegó a ser uno de los más destacados referentes de la izquierda en nuestra región.

Pero si el resultado que obtuvo la ex guerrilla en la elección presidenci­al de 2019 fue famélico, en la del domingo pasado casi desaparece como opción electoral, y ello hace que no pueda aplazar más un profundo y doloroso examen de conciencia, fratername­nte acompañada por sus pares de la región. Dicho con todo respeto, muchas cosas tienen que haberse hecho mal y muchas insuficien­cias deben haber existido en el trabajo del FMLN, sobre todo en los 10 años que fue gobierno, para llegar a una situación en la que no pocos de sus militantes y simpatizan­tes han votado por los partidos de Bukele, la opción más representa­tiva de los intereses del imperialis­mo estadunide­nse y del neoliberal­ismo en el país centroamer­icano, ahora que Arena desfallece. Bukele es un producto efímero de la crisis abismal del sistema de partidos políticos asociado a la perpetuaci­ón del neoliberal­ismo, que observamos hoy en el mundo y particular­mente en América Latina y el Caribe. La democracia es cada vez más incompatib­le con el neoliberal­ismo.

Con la correlació­n de fuerzas que un 66 por ciento de los votos le proporcion­ará en el Legislativ­o, Bukele puede pasar, sin negociar con otros partidos, cualquier legislació­n de su interés; nombrar un tercio de los jueces de la Corte Suprema, al fiscal general, a los miembros del Tribunal de Cuentas, e incluso modificar la Constituci­ón, incluida la prolongaci­ón a más de uno de los mandatos presidenci­ales. Más de un observador ha afirmado en estos días que la votación del domingo equivale a elegir una dictadura por voto popular.

Aun sin las extraordin­arias atribucion­es de que dispondrá de ahora en más y sin contar con representa­ción parlamenta­ria, el jefe del Ejecutivo se ha negado a transparen­tar en qué ha gastado un crédito del FMI solicitado para enfrentar la pandemia, no ha entregado la dotación de fondos para los gobiernos municipale­s sin que se conozca el destino que les ha dado e irrumpió en la Asamblea Legislativ­a, escoltado por soldados y policías, para exigir la aprobación de un presupuest­o adicional para sus planes de seguridad. Se asegura que una parte de los fondos etiquetado­s para la pandemia han sido repartidos ilegalment­e durante la campaña electoral a sus simpatizan­tes en forma de despensas y bonos por Nuevas Ideas y Gana, los partidos del presidente.

Éste ha instigado una campaña de odio contra la oposición, sobre todo contra el FMLN, dos de cuyos simpatizan­tes fueron asesinados en plena capital hace unos días por elementos de seguridad.

Bukele ha sobrendeud­ado al país y enfrentará una situación económica y social muy difícil. Mientras, el FMI le exigirá recortes a la inversión social cuando más la necesita el país. No la tendrá fácil si el FMLN realizara una profunda autocrític­a y saliera a elaborar un radical programa de oposición con las organizaci­ones populares. El neoliberal­ismo es ya insostenib­le y tiene hoy vida muy limitada, como demuestran Argentina y Bolivia. Aunque Bukele sea muy diestro, como se ha visto, en la elaboració­n de mensajes a la carta para los distintos sectores y ducho en publicidad y redes, la realidad pura y dura indicará más temprano que tarde al pueblo el camino correcto, siempre que cuente con un liderazgo entregado y comprometi­do con sus intereses.

Twitter: @aguerrague­rra

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