Flor de azalea
COMO OTRAS DIVAS, Elsa fue inspiración y razón de argumentos, producciones y hasta un clásico musical: Flor de azalea, la pieza que le compusieron en 1949 Zacarías Gómez Urquiza y el maestro Manuel Esperón. Los versos buscan la esencia de su personalidad, con letra ausente de sesgos biográficos y sí con una adoración extrema. Los autores reúnen el galanteo perenne de los seguidores y son invitación a la felicidad absoluta, como si el personaje escapara de los sufrimientos de la pantalla para tener la sonrisa plena fuera del cine.
Una villana para la historia
CON APENAS UNOS años de carrera, Elsa logró un portento con su trabajo Ojos de juventud (1948), donde interpreta a Raquel Herrera, seductora vampiresa de vida difícil en los subterráneos arrabaleros de la gran ciudad. Con guion de Mauricio Magdaleno, fotografía de Raúl Martínez Solares, música de Manuel Esperón, realización de Emilio Gómez Muriel y un estupendo elenco (Miguel Ángel Ferriz, Pedro Vargas, Tito Junco, Fernando Casanova, Martha Roth), la película marcó su carrera de mujer fatal, capaz de transmitir una gran malicia, jugando con los hilos para encantar o herir a su enamorado en turno, en este caso el bondadoso veterano don Pascual (Joaquín Pardavé), el hombre que la ayuda en los momentos crudos y pone todo para conquistarla y hacerla feliz, mientras ella tiene otros propósitos.
MUCHAS PELÍCULAS MOSTRARON esa refinada frialdad en varios personajes, como también las otras facetas de Raquel, en constante cambio: cariñosa, serena, desesperada, cruel, con una personalidad férrea, dominadora, conocedora de su impacto erótico. Elsa Aguirre dijo que las vampiresas que interpretó formaron una idea en la gente, por lo que su sencillez sin personaje a veces desconcertaba a quienes le conocían. Era una regla de casa extendida para ella como figura del cine: no dejar de ser quien era. Es una línea sencilla pero un reto importante en una esfera que descarrilaba fácilmente a sus jóvenes figuras y su fulgurante ascenso.