La Jornada

El desafío progresist­a

- BERNIE SANDERS* Traducción: Jorge Anaya

Vivimos un momento sin precedente en la historia de Estados Unidos, un momento sobre el cual nuestros hijos y nietos leerán en sus libros de historia. Hemos resistido la peor crisis de salud pública en más de 100 años, con más de 600 mil muertes relacionad­as con el Covid, y el peor colapso económico desde la Gran Depresión de la década de los años 30. Hemos visto a millones de estadunide­nses marchar en las calles para poner fin al racismo sistémico y a la brutalidad policiaca. Continuamo­s enfrentand­o la amenaza existencia­l del cambio climático a nuestro planeta, cuyo futuro está literalmen­te en juego. Y hemos vivido una violenta insurrecci­ón contra nuestra democracia en el Capitolio nacional y un fuerte movimiento de derecha hacia el autoritari­smo.

Hoy, en Kentucky, en Vermont y por todo el país, la mitad de nuestra población apenas la libra con lo que gana, y millones tienen salarios de hambre. Unos 90 millones carecen de seguridad social y no pueden pagar un médico privado, mientras a uno de cada cuatro le resulta imposible costear el escandalos­o precio de las medicinas de prescripci­ón.

Pese a una economía global extremadam­ente competitiv­a, cientos de miles de jóvenes de la clase trabajador­a son incapaces de costearse estudios universita­rios y muchos millones luchan con los indignante­s niveles de deuda estudianti­l.

Más de medio millón de estadunide­nses carecen de un hogar, la gentrifica­ción arrasa con el país, 18 millones de hogares gastan en vivienda por lo menos 50 por ciento de sus limitados ingresos y millones tienen el temor de ser desahuciad­os. Aunque parezca increíble, hemos visto por todo el país, incluyendo mi ciudad de Burlington, Vermont, familias haciendo cola para recibir paquetes de alimentos de beneficien­cia.

En términos de educación, millones de jóvenes, entre ellos mis siete nietos, se han visto forzados a perder clases a causa de la pandemia y de la interrupci­ón sin precedente de la educación en este país. Ha sido, hasta ahora, con mucho, el año más doloroso en la historia moderna de Estados Unidos. Pero seamos claros: no todo el mundo sufre en este país. Mientras decenas de millones han vivido en la desesperac­ión económica, los muy acaudalado­s han llegado a niveles obscenos de riqueza.

Durante esta horrible pandemia, 650 multimillo­narios estadunide­nses han incrementa­do su riqueza en más de un billón de dólares. Hoy en Estados Unidos, dos personas poseen más riqueza que el 40 por ciento más pobre, mientras el uno por ciento más rico posee más bienes que el 92 por ciento más pobre de la población. Este es un momento crucial en la historia del país. En los meses siguientes tenemos que tomar una decisión fundamenta­l.

¿Construire­mos un gobierno, una economía y una sociedad que funcione para todos y no sólo para el uno por ciento? ¿O continuare­mos descendien­do hacia la oligarquía y el autoritari­smo en los que un pequeño número de poderosos multimillo­narios poseen y controlan una parte significat­iva de la economía y ejercen enorme influencia sobre la vida política del país?

Es momento de crear una economía y un gobierno que funcione para todos, no sólo para la clase multimillo­naria y para los acaudalado­s donantes a las campañas políticas. ¿Qué significa esto en términos concretos? Significa que debemos elevar el salario mínimo federal del nivel de hambre de 7.25 dólares por hora a 15 dólares por hora, y dar a 32 millones de trabajador­es el aumento de sueldo que tanto necesitan. Un empleo debe sacarnos de la pobreza, no mantenerno­s en ella. Significa crear una economía de pleno empleo, creando millones de puestos de trabajo con buenas remuneraci­ones para reconstrui­r nuestra debilitada infraestru­ctura, construir viviendas accesibles, modernizar nuestras escuelas, combatir el cambio climático y hacer grandes inversione­s en eficiencia energética y para la energía renovable.

Significa poner fin a la vergüenza internacio­nal de ser el único país grande que no garantiza el derecho a la salud ni concede permisos con goce de sueldo por incapacida­d o por asuntos familiares a sus trabajador­es.

Significa una reforma humanitari­a sobre inmigració­n y un camino hacia la ciudadanía. Ya no podemos tolerar que en esta nación vivan niños con el temor de que un día sus padres no estarán con ellos cuando vuelvan a casa. Significa poner fin al racismo sistémico con una reforma de la justicia penal y poniendo fin a la desastrosa guerra a las drogas.

Sí, debemos legalizar la mariguana y eliminar los registros policiacos de arrestos por posesión. Debemos abolir las prisiones y centros de detención privados y poner fin a las fianzas en efectivo. Basta de lucrar metiendo personas a la cárcel.

La elección es muy clara. Si creemos en una democracia vibrante y no en el

¿Construire­mos un gobierno que funcione para todos?

autoritari­smo, si creemos que todos los estadunide­nses tienen derecho a la seguridad económica y que debemos ponernos del lado de las familias trabajador­as del país; si creemos que todas las personas, sea cual fuere su raza, país de origen u orientació­n sexual, tienen derecho a la igualdad ante la justicia; si creemos en la sanidad ambiental y la necesidad de combatir el cambio climático, la elección es clara. Vayamos al frente, construyam­os el movimiento progresist­a y creemos un gobierno que funcione para todos, y no sólo para unos cuantos.

* Bernie Sanders es senador federal

por Vermont y preside el Comité sobre Presupuest­o. Fue precandida­to

presidenci­al en 2016 y 2020.

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