Muere una mujer
Muere una mujer y la onda expansiva de la noticia, triste, dolorosa –toda muerte lo es– llega a familiares, compañeros de trabajo, amigos; pero la mujer es joven, y “eso de la muerte es cosa de viejos”. Una joven que muere hace que la onda se amplíe y llegue a otros no tan cercanos y, otro dato, pierde la vida trágicamente: recibe dos disparos, uno en una pierna y el otro en la cabeza.
Las ondas concéntricas abarcan más espacio en la opinión pública, muchas personas se enteran, se indignan, requieren detalles de lo que pasó. Quien fallece trágicamente es la abogada Digna Ochoa y Plácido, defensora de derechos humanos, comprometida con causas justas, de los pobres, de los oprimidos; estaban a su cargo casos de campesinos, de perseguidos políticos y de ecologistas, entre otros.
Digna es abogada, pero no usa su preparación para lucrar. Es generosa, valiente e inteligente; sin duda, como todos, tiene problemas, pero lo que le caracteriza es que se enfrenta a los poderosos, sus acusaciones se refieren a detenciones arbitrarias, abusos y torturas.
En su lucha no está sola, formó parte del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y tiene compañeras y compañeros tan idealistas como ella y, como ella, comprometidos con las buenas causas.
Era yo entonces procurador de Justicia de la Ciudad de México; la onda expansiva abarcó todo el espacio social del país y trascendía fronteras. No era para menos, Digna fue y es conocida por muchos y su fama de defensora de las garantías constitucionales de los ciudadanos es mucha; su mismo nombre: “Digna” la identificaba, la comprometía, contribuía a su fama.
Se abrió la carpeta de investigación, se siguieron todas las pistas posibles, algunas sugeridas desde fuera; la expectativa era mucha; cambié a quien inició la investigación y una vez a la semana me reuní con el nuevo responsable y revisaba los avances.
El Centro Pro de Derechos Humanos se constituyó en coadyuvante del Ministerio Público y acompañó la averiguación. A petición de quienes seguían el caso, se abrió para que fuera consultado por los interesados; luego, se cerró esa posibilidad, a petición de los mismos.
Concluyó la investigación y la conclusión fue que ella misma se privó de la vida. “No te lo van a creer”, escuché; pero los datos ahí estaban: un despacho cerrado por dentro, un socio que ve por la vidriera el cuerpo sin vida y avisa a la autoridad y las pruebas, los testimonios y, principalmente, los peritajes de especialistas.
Un hermano de Digna se presentó entonces, espontáneamente, es militar y declaró que poco tiempo antes Digna le pidió un arma, él la consigue, se la lleva, la limpia y le enseña a usarla; se trata de una escuadra rara, calibre 25, que describe perfectamente antes de verla. Es de la que salieron los disparos.
En ciernes, una cuarta investigación sobre el caso Digna Ochoa, ahora en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
Aprovechando la hospitalidad de La Jornada, comparto mi opinión sobre el trascendente caso e informo que se tomaron en cuenta las circunstancias en las que aconteció la muerte de Digna, se investigó con objetividad y seriedad, se siguieron las pistas posibles y se valoraron las pruebas con probidad intelectual, en especial las periciales que indicaron que era imposible que otra persona hubiera sido la que disparó el arma. jusbb3609@hotmail.com