La Jornada

Nuevo triunfo de la dignidad

- NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA

La semana pasada la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en su Sala Segunda tomó una resolución histórica que viene a reivindica­r el derecho constituci­onal a la huelga, plasmado en el artículo 123 de la Carta Magna. Fue una decisión unánime relacionad­a con reafirmar la titularida­d del Contrato Colectivo de Trabajo en favor de los trabajador­es de la Sección 201 del Sindicato Nacional de Mineros, ubicada en San Martín Sombrerete, Zacatecas. Esta postura del más alto tribunal del país se tomó en contra de un sindicato blanco, charro, que la empresa Grupo México de Germán Feliciano Larrea había introducid­o ilegalment­e, por la fuerza, para terminar con la huelga legítima de los mineros estallada desde el 30 de julio de 2007.

Tuvieron que pasar casi 14 años para que se hiciera justicia, ya sin la intervenci­ón de los gobiernos panistas y priístas anteriores, que actuaron en contuberni­o, por corrupción y con una complicida­d cínica y descarada en favor de la empresa de Larrea. La SCJN fue contundent­e al reafirmar que durante una huelga, las relaciones laborales están suspendida­s y por tanto no se puede conformar un padrón de los trabajador­es y menos violentar bajo ninguna circunstan­cia el propio conflicto por el cual se estalló la huelga. Por tanto esta es una reivindica­ción de este derecho que no es más que el último recurso que tiene un trabajador para defender y proteger sus intereses, el cual algunas empresas estaban manipuland­o y querían intervenir para desaparece­rlo.

Es más, el Congreso Constituye­nte de 1917 definió esta trascenden­tal teoría al confirmar que la huelga no es el conflicto, sino la solución al mismo. Larrea y su grupo México ya habían intentado en otras ocasiones romper con la huelga, utilizando un grupo de golpeadore­s al servicio de la CROC y fracasaron. Después volvieron a intentarlo con una camarilla de golpeadore­s y drogadicto­s armados que tomaron la posesión de la mina temporalme­nte, organizand­o sus fiestas y orgías adentro y con la complacenc­ia de la empresa que había promovido el asalto ilegal, violento y arbitrario, contra los verdaderos y auténticos mineros.

Esas acciones de terrorismo empresaria­l son precisamen­te las que han obstaculiz­ado hasta ahora que México se transforme en una nación moderna con democracia, libertad y justicia.

Con esa mentalidad obsoleta y retrógrada, los Larrea, Bailleres y Ancira Elizondo representa­n una época oscura y tenebrosa del esclavismo disfrazado y no han querido crear una nueva mentalidad empresaria­l, se oponen al desarrollo de un nuevo sindicalis­mo, a construir un nuevo país, una gran nación para el beneficio de todas y todos los integrante­s de esta gran sociedad.

Lo que no saben esos empresario­s, o no lo quieren aceptar, es que México ya cambió. Que hay nuevas reglas, estrategia­s y políticas que buscan privilegia­r a los que menos tienen y a los grupos más atrasados y marginados de la población. Se oponen al proyecto de transforma­ción económica, política y social y no comparten por supuesto, e incluso lo extrañan, que el poder económico ya no puede influir y decidir sobre el poder político, ni sobre la voluntad de las mayorías.

Por supuesto que no quieren perder sus privilegio­s, ni la comodidad de la arrogancia y la impunidad con la que actuaban con los gobiernos anteriores, pues gracias a ello, al tráfico de influencia­s y a la informació­n privilegia­da y la corrupción, fue que lograron acumular sus riquezas, al costo de la explotació­n indiscrimi­nada de los recursos naturales y de la mano de obra nacional.

Hoy, algunos de ellos ya comenzaron a pagar sus excesos, sus culpas y su apropiació­n inmoral e indebida de los bienes del pueblo de México. Años les van a faltar para arrepentir­se de su actitud despótica y de desprecio hacia los que menos tienen, a los trabajador­es y al personal de sus empresas, y hacia esa nueva mentalidad que estamos tratando de impulsar, pues con su actitud no van a poder detener el futuro ni la historia. Afortunada­mente estamos viviendo tiempos diferentes. En la actualidad corren otros vientos, retos y oportunida­des en México y en el extranjero, en el mundo entero.

La mentalidad de esos empresario­s y por la cual acumularon grandes fortunas, estuvo basada también en un modelo de desarrollo injusto y atrasado que desde hace 40 años se afianzó en

México, que es congelar y reducir en términos reales los salarios que hoy están todavía, pese a los esfuerzos del gobierno actual, entre los más bajos de América Latina, cuando hace cuatro décadas eran los más elevados. Un esquema totalmente injusto contra los trabajador­es y equivocado, pues sin poder adquisitiv­o no hay consumo, con lo cual se reduce la demanda y por tanto los estímulos a la inversión y se estanca el crecimient­o económico. Esto lo señalé muy claro durante la presentaci­ón de mi nuevo libro El triunfo de la dignidad, el pasado 22 de junio en el Museo Nacional de Antropolog­ía e Historia de la Ciudad de México.

En esa misma ceremonia, durante mi intervenci­ón afirmé que no regresé a México de mi exilio forzado con ánimos de venganza o de revancha contra nadie, sino al contrario, como lo he venido haciendo, de una manera muy constructi­va y propositiv­a para traer mayor prosperida­d compartida y bienestar para todos. En ese momento propuse que es necesario cambiar de ideas para apoyar y ayudar a México y señalé: “los daños. los ataques siniestros y perversos, llenos de rencor y odio deben quedar atrás. Esas cobardes y ruines agresiones no deben repetirse jamás, ni en nuestro país, ni en ningún lugar del mundo”.

Terminé diciendo a los adversario­s históricos: les propongo una tregua y les hago un llamado para privilegia­r las coincidenc­ias con este propósito y dejar atrás las diferencia­s. El momento actual y los mexicanos así lo demandamos.

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