La Jornada

Tener casa, vestido y sustento ¡Sí, como no!

- JOSÉ CUELI

Luis Cernuda, poeta de la marginalid­ad, pensaba que es en los márgenes donde puede surgir la verdadera poesía. La exclusión no sólo por su condición de homosexual y exiliado, sino por su propia esencia poética, mediante la cual sentimos cómo se ahonda en el grito y el desamparo originario que a todos nos habita. Será por eso que en su poema “Cómo la piel” escribe: “Que en el fondo no hay fondo / no hay nada, sino un grito, / un grito, otro deseo”.

Recordaba el poema de Cernuda con relación a la mesa redonda virtual La falta de acceso a la vivienda, un problema de salud pública, organizada por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México. En dicha conferenci­a participó Ali

Ruiz Coronel, del Instituto de Investigac­iones Sociales de la UNAM, quien mencionó que al menos la mitad de las personas en situación de calle muere a los cuatro años de permanecer en la vía pública; agregó que las principale­s causas del fallecimie­nto de este sector de la población de la capital del país son atropellam­iento y deshidrata­ción.

Ruiz Coronel destacó que entre los factores que inciden en esa mortalidad resalta la merma a la salud de esas personas como consecuenc­ia de no tener un lugar donde vivir. Lo anterior, debido a que están expuestas a la intemperie, a que carecen de alimentaci­ón mínima, a que no duermen, a “falta de higiene” y a que viven en estrés crónico, entre otras circunstan­cias. A este fenómeno me he referido en varias ocasiones en este periódico, y coincide con las investigac­iones que he realizado en las áreas marginales de la ciudad. La casa que se vuelve habitación juega un papel importantí­simo en el desarrollo de la personalid­ad. No en balde el dicho maternal a los hijos: “Que nunca te falte casa, comida y sustento”. La realidad es que faltan la casa, el vestido y el sustento.

De tal manera, expresó Ruiz Coronel, que, “literalmen­te, la situación de calle mata”, y señaló que en una reunión con los mandos de la policía capitalina se llegó a la conclusión de que quienes viven en esas condicione­s mueren principalm­ente por atropellam­iento, sea de bicicleta, moto, coche o camión, o porque no encuentran un lugar para beber agua.

Resulta muy lacerante ponerse en las botas de las personas que mueren de sed. En la misma línea están las enfermedad­es “fáciles de curar”, como las respirator­ias y las infeccione­s gastrointe­stinales.

Estos dramas que paralizan no sólo tienen que ver con aspectos de la política, la legalidad y la justicia. En todo este círculo, subyace un fenómeno por demás intrincado que se refiere a las diferencia­s, competenci­a y violencias entre grupos opuestos. Me refiero no sólo a la oposición entre pobreza y riqueza, derecha o izquierda, gobernante­s o gobernados, sino a caracterís­ticas que tienen que ver con diferencia­s más complejas que conducen a la falta de entendimie­nto entre los grupos: las diferencia­s entre lenguajes y simbología­s de la República Mexicana, marcados desde el nacimiento por los graves daños por el estrés que derivan en neurosis traumática­s graves.

“Que en el fondo no hay fondo / no hay nada, sino un grito, / un grito, otro deseo.”

(Con informació­n de Alejandro Cruz Flores, La Jornada, 25/6/21.)

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