La Jornada

Fue maestro hasta el final de su vida: Alicia Torres

- Reyes Martínez Torrijos

Enrique González Rojo Arthur fue maestro hasta el final de su vida. “Cuando le preguntaba­n dónde había dado clases, respondía: ‘mejor pregúntenm­e dónde no he dado clases’”, comparte su viuda, Alicia Torres.

El poeta, filósofo y político, de quien el sábado pasado se conmemoró su primer aniversari­o luctuoso, estuvo además en muchos círculos de estudio: “Cantidad de compañeros que conozco están trabajando en diferentes institucio­nes educativas se empezaron a formar en estos círculos de estudio y después fueron maestros”, relata Torres a este diario.

“En las vacaciones largas que teníamos, íbamos a diferentes partes de la República a dar conferenci­as y charlas. Una vez en Zacatecas íbamos con los campesinos y los estudiante­s, a comunidade­s.”

Recuerda que los fines de semana, “íbamos con varios sindicatos a platicar con los obreros. En el Frente Auténtico del Trabajo Enrique y yo trabajamos durante alrededor de cuatro años; cada viernes a platicar con la dirección. Era muy disciplina­do y seguíamos al pie de la letra nuestra tarea; espero que haya quedado algo de todo eso que trabajó”.

Desde muy joven, Enrique González Rojo Arthur (CDMX, 19282021) se convirtió en maestro, relata Alicia Torres: “Era alumno del último año de filosofía cuando el director de la Preparator­ia 6 fue a pedirle al de la Facultad de Filosofía de la Universida­d Nacional Autónoma de México alumnos a punto de terminar de hacer su tesis o de concluir la carrera.

“No había en ese momento lo que el maestro quería. Entonces pidió a los más adelantado­s que estuvieran interesado­s, pues necesitaba maestros para filosofía y lógica. Enrique empezó a esa edad. Desde entonces se dedicó a dar clases.”

Luego dio clases en el Colegio de Ciencias y Humanidade­s, plantel Vallejo, en la Academia de Historia. Más adelante se fue a la Universida­d Autónoma Metropolit­ana.

“Al doctor Luis Villoro, de los fundadores de esa universida­d, le tocaba organizar el departamen­to de humanidade­s y le contó a Enrique que todos los días escuchaba el programa de filosofía que daba por Radio UNAM y le encantaba. Cuando buscó maestros para esa disciplina en la UAM Iztapalapa, lo invitó”.

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