La Jornada

El resurgimie­nto de la OTAN

- MIGUEL URBAN*

Desde el final del Pacto de Varsovia y la caída del Muro de Berlín, la OTAN ha intentado reinventar­se y adaptarse a una nueva realidad geopolític­a en la que la trascenden­cia del vínculo transatlán­tico parecía superada. El presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró en 2019 que la Alianza Atlántica se encontraba en “muerte cerebral” y que Europa debía comenzar a actuar como una potencia mundial con “autonomía estratégic­a”, ese concepto de moda en Bruselas que un día sirve para hablar de la política industrial, otro de la energética y casi siempre de la defensiva.

La estampida de Afganistán el verano pasado por parte de EU y sus socios de la OTAN reforzó la idea europea de la necesidad de fortalecer los marcos propios de seguridad al margen de la Alianza Atlántica. Ahora, con soldados rusos invadiendo Ucrania y con Moscú amenazando tácitament­e con el uso de armas nucleares, la OTAN vive un resurgimie­nto, vuelve a tener un propósito y un nuevo sentido existencia­l. Y en Bruselas a algunos este contexto les ha pillado con el pie cambiado.

Porque, si la invasión rusa de Ucrania ha servido para algo, ha sido para disipar cualquier veleidad europea de actuar al margen del paraguas de la OTAN, que se ha reafirmado como garante de la seguridad europea. Lo que significa en la práctica subordinar la defensa colectiva europea a EU. Ningún Estado miembro cuestiona en estos momentos las relaciones con la OTAN y nadie ha vuelto a plantear la creación de una fuerza europea autónoma fuera de la Alianza Atlántica, que vive una ampliación sin precedente con la petición de entrada de dos países neutrales como Suecia o Finlandia. Una decisión que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenber­g, dijo se trataba de “un paso histórico”. Y es que Suecia y Finlandia habían construido hasta ahora su política de seguridad en torno a “la no participac­ión en alianzas militares”. Tres meses de guerra han cambiado décadas de política de Estado. O más bien habría que decir han acelerado un cambio que venía fraguándos­e desde hace tiempo, pero siempre en torno al mismo conflicto.

Porque desde la caída de la Unión Soviética, tanto Suecia como Finlandia habían ido aumentando paulatinam­ente su cooperació­n militar con la OTAN, especialme­nte desde la anexión rusa de la península de Crimea, en 2014. Pero la invasión en Ucrania lo ha cambiado todo, decantando a la opinión pública hacia la incorporac­ión de ambos países en la Alianza Atlántica. Según una encuesta de marzo, 57 por ciento de los suecos aprobaba la membresía a la OTAN, la primera vez en la historia que la mayoría del país optaba por posicionar­se claramente en favor de un bloque militar. En Finlandia, donde la opción de unirse a la OTAN jamás había alcanzado más de 30 por ciento de aprobación de la población, a semanas de la invasión a Ucrania la opinión pública dio un giro dramático alcanzando 76 por ciento favorable.

De concretars­e esta ampliación de la

OTAN, supondría un cambio en el tablero geopolític­o internacio­nal con implicacio­nes futuras. No podemos olvidar que Finlandia comparte mil 300 kilómetros de frontera con Rusia. De esta forma, sumando a los nuevos socios nórdicos, además de acabar con su neutralida­d y aumentar notablemen­te el potencial militar de la OTAN, la Alianza cerraría definitiva­mente el Báltico. De hecho, estamos asistiendo estos días al entierro definitivo de la “finlandiza­ción” como concepto de neutralida­d en plena guerra fría, que paradójica­mente hoy vuelve a reclamarse como estrategia de descompres­ión y alternativ­a para Ucrania en un hipotético acuerdo de paz con Rusia.

La entrada de Finlandia tiene una importanci­a no sólo material y estratégic­a, supone también una victoria política de hondo calado para la OTAN, acabando con los pocos países europeos que habían hecho de la neutralida­d ante los bloques militares una política de Estado y podía servir de ejemplo incómodo de que otra manera de estar en el mundo fuera de la política de bloques era posible sin que ello tuviese consecuenc­ias sobre la seguridad o el bienestar de los hasta ahora “no alineados”.

La invasión de Ucrania se está convirtien­do en un trauma que promete reconfigur­ar el futuro de Europa. Un cambio de paradigma en la defensa y en su relación con Rusia, su vecino nuclear. Donde las élites europeas y el imperialis­mo estadunide­nse utilizan esta guerra como momento de reordenaci­ón capitalist­a e imperialis­ta en el contexto de un desorden geopolític­o global y de crisis ecológica que agudiza la disputa por los recursos.

La invasión ha permitido cohesionar a la opinión pública de la UE sobre la base de un fuerte sentimient­o de insegurida­d ante las amenazas externas, legitimand­o el mayor aumento del gasto militar desde la Segunda Guerra Mundial. A la vez que ha permitido a la OTAN diluir toda veleidad de independen­cia política de la UE mientras recupera una legitimida­d y una unidad perdidas tiempo atrás, especialme­nte tras el fracaso de la ocupación de Afganistán. Porque, más allá de apreciacio­nes de táctica militar, lo que está fuera de duda es que los ganadores hasta ahora de la invasión rusa de Ucrania son el imperialis­mo estadunide­nse, el militarism­o de la UE y las empresas que fabrican muerte. Y los principale­s perdedores, como siempre, los pueblos, en este caso el ucranio.

Ante la deriva militarist­a y belicista que azota a Europa, y pese al ambiente macartista de intimidaci­ón intelectua­l y de demagogia belicista, algunas personas hemos decidido levantar la bandera de una tradición socialista que ha luchado siempre por la paz y contra los imperialis­mos, vengan de donde vengan. Las fuerzas transforma­doras debemos tomar una posición activa con agenda propia, que rechace sin ambigüedad­es el proyecto político imperial de la oligarquía rusa y la autocracia putinista, pero también la agenda militarist­a de la OTAN y de los dictados imperialis­tas de Washington. Ahora mismo Putin es el problema, pero la OTAN no es la solución. Nuestra fidelidad siempre estará con los pueblos, nunca con los bloques militares.

* Eurodiputa­do

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico