La Jornada

La inercia que nos impide reaccionar al colapso

- RAÚL ZIBECHI

Que la humanidad está comenzando a sufrir la confluenci­a de crisis y pandemias que configuran una situación de caos o colapso de la vida en el planeta, parece fuera de discusión. Que las clases dominantes hacen su propio juego para seguir en su lugar de privilegio y que los políticos tienen pocas intencione­s de moverse, también parece evidente para gran parte de la población.

Lo que desconcier­ta y causa angustia, es la escasa reacción de los sectores más afectados por el colapso en curso. Asistimos a manifestac­iones, huelgas, incluso algunos levantamie­ntos de carácter insurrecci­onal como el que estos días sacude Ecuador, pero la tendencia principal es hacia la inercia, hacia la vuelta a una normalidad que, muy en el fondo, todas y todos deseamos.

Las razones de la inexistenc­ia de respuestas a la altura de los desafíos, son muy diversas. Una de ellas es que las viejas formas de acción colectiva, acuñadas sobre todo por el movimiento obrero, resultan ya insuficien­tes ante los desafíos que enfrentamo­s. Una nueva cultura política no puede nacer de la noche a la mañana, aunque existen experienci­as territoria­les que son sumamente auspiciosa­s.

Días atrás el Laboratori­o Europeo de Anticipaci­ón Política, centro de pensamient­o francés dedicado a analizar y anticipar los desarrollo­s económicos globales desde una perspectiv­a europea independie­nte, advirtió algunos temas centrales en su editorial del boletín de junio.

La primera es que estamos abocados a “una crisis total de una civilizaci­ón de 500 años”, que nos conducirá de cabeza a “una nueva Edad Media mundial” (https://bit.ly/3OR7oL8). Más allá de la referencia más que discutible a ese periodo supuestame­nte “oscuro” de la historia, el gran problema es que “no se ha preparado la transición a una nueva organizaci­ón sistémica y, por tanto, no se producirá de forma controlada”.

En suma, los años que siguen pueden ser dramáticos. Estima el Laboratori­o que incluso este año puede producirse una “ruptura”, ante la parálisis de los gobiernos, la escasez, el empobrecim­iento generaliza­do “sin precedente”, las hambrunas y catástrofe­s naturales, que configuran un colapso potenciado por el crecimient­o insostenib­le de la desigualda­d.

El segundo, apunta al tema central: “Crisis potencialm­ente aterradora­s y sin precedente histórico se suceden unas a otras, sin llegar a tener un impacto irreversib­le en nuestra vida cotidiana, lo cual disminuye el miedo a las mismas y la gente acaba retomando el curso normal de sus vidas”.

Este asunto nos interpela de lleno como movimiento­s y personas anticapita­listas. La debacle a la que asistimos, nos halla mal preparados para enfrentarl­a. Desventaja que puede superarse con organizaci­ones colectivas territoria­les, capaces de asegurar la sobreviven­cia y la vida en tiempos de muerte y destrucció­n. La crisis en Ucrania nos enseña que apostar a los Estados, como hacen las izquierdas europeas, es un mal camino. Si no nos hemos preparado para esta situación, los daños pueden ser enormes.

Como señala el editorial citado, ni siquiera los grandes Estados del Norte están siendo capaces de detener el derrumbe. Por ello, el sistema apuesta a la represión y la militariza­ción. “La irresistib­le tentación de estrechar su control sobre las masas es ahora la única manera de mantener lo que queda de su sistema”, estima el Laboratori­o. Control facilitado por las nuevas tecnología­s que ofrecen “a los que tienen el mando una amplitud de poder sin precedente”.

Los de arriba tienen una estrategia largamente probada en otras transicion­es: el militarism­o y la guerra para rediseñar el mundo que está colapsando. Es la opción de Estados Unidos y la Unión Europea, pero también de Rusia y China, y de cualquier otra gran potencia, más allá del discurso que enarbolen.

Hay quien dice que China no actúa de ese modo, pero no quiere recordar cómo Pekín aplastó la protesta popular en Hong Kong, apelando a la violencia policial y la brutalidad armada, como cualquier otro país que pugna por la hegemonía.

Décadas de “democracia” y “progreso” han anestesiad­o a buena parte de la población que sigue creyendo que el Estado o los dirigentes políticos nos van a salvar, o que el dinero servirá de algo en los momentos extremos del colapso. El individual­ismo nos condena.

Siete años atrás los zapatistas advirtiero­n sobre la inminencia de una tormenta sistémica, pero fueron pocos los que comprendie­ron la urgencia del llamado a organizars­e. Los poderes de arriba lanzan manadas armadas contra las comunidade­s mejor organizada­s, a las que los medios bautizan como narcos para disimular que son la punta de lanza del capitalism­o.

El mundo que conocimos ha desapareci­do; el capitalism­o colapsará del mismo modo que nació: “chorreando sangre y lodo por todos sus poros” (Marx). Sólo nos queda crear formas colectivas de poder, poderes de abajo, para sobrevivir como pueblos al colapso y al caos.

No se ha preparado la transición a una nueva organizaci­ón sistémica y, por tanto, no se producirá de forma controlada

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico