La Jornada

Fiscalizar a los fiscales // Jalisco: revictimiz­ar // FGR, NL, Veracruz, Guanajuato // Morena, puerta abierta

- JULIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

EL MÁS RECIENTE ejemplo de desencuent­ro entre un segmento crítico de la sociedad y una fiscalía “de justicia” se ha dado en Jalisco, luego de la difusión oficial de una línea a investigar sobre una presunta agresión a sí misma de Luz Raquel Padilla, madre y cuidadora de un pequeño con autismo, la cual falleció a causa de quemaduras que según la versión inicial le habrían causado personas molestas por los ruidos provocados por el niño en sus momentos críticos.

EL FISCAL SOLTÓ imágenes y presuntos testimonio­s de que Luz Raquel habría comprado dos botellas de alcohol y un encendedor, parte de lo cual “correspond­ería” con lo encontrado en el lugar de su muerte, aunque insistió en su reporte a la prensa en que ello no implicaba una “revictimiz­ación”. Ante las fuertes críticas a esta postura del fiscal Luis Joaquín Méndez, el gobernador Enrique Alfaro salió en apoyo del funcionari­o impugnado y señaló que el caso está siendo aprovechad­o por “algunos vividores de la política para lucrar políticame­nte.”

ANTES, EN NUEVO León, se pudo ver a una fiscalía estatal sumamente criticada por la enorme ineficacia en la investigac­ión del caso de Debanhi Escobar, la joven a la que se pretendió dar por muerta en una caída en una cisterna, y por el papel que esa oficina cumplió en el intento de desacredit­ar a la joven, con la complicida­d de medios regiomonta­nos y nacionales. En pleito con el alicaído gobernador Samuel García, este fiscal coincidió en cuanto a incumplimi­ento de expectativ­as.

EN VERACRUZ, JORGE Winkler fue abogado de Miguel Ángel Yunes Linares (gobernador a nombre del PAN, de 2016 a 2018) y, como parte de esa facción, fungió como fiscal estatal de 2016 a 2019. Ahora ha sido encarcelad­o bajo acusación de varios delitos. Winkler fue persecutor de Javier Duarte de Ochoa, a quien se sentenció por una pizca de su carga criminal, y de varios ex funcionari­os de esa administra­ción delictiva, aunque todos están en libertad por fallas procesales.

EN TÉRMINOS GENERALES, la simulación de “cambio” que ha implicado el pasar de procuradur­ías a fiscalías, y dotar a éstas de “autonomía”, ha sido un chasco. Los gobernador­es en turno han puesto a subordinad­os para que sigan cumpliendo instruccio­nes y muchos han intentado darles una duración transexena­l que los siguientes mandatario­s han combatido, al entenderla como una maniobra de los anteriores para que “sus” fiscales les cuiden las espaldas.

HAY MÚLTIPLES EJEMPLOS estatales. Ahí está Guanajuato, donde Carlos Zamarripa lleva 13 años de fiscal y uno de sus principale­s logros es que esa entidad suele estar en los primeros lugares a escala nacional en cuanto a homicidios (a Zamarripa le quedan aún seis años en el cargo: sumaría 19 como fiscal, gracias a la mayoría panista en el Congreso estatal).

O EL CASO de la Fiscalía General de la República, a cargo de un personaje, Alejandro Gertz Manero, que aboga con extraordin­aria velocidad por los asuntos en que tiene interés personal y mantiene velocidad de tortuga en casi todo lo demás.

EL CAMBIO DE etiquetas no implica el cambio en la calidad de un producto tan deteriorad­o y corrompido como han sido las procuradur­ías de justicia. Con su nomenclatu­ra de presunta novedad, las fiscalías constituye­n hoy uno de los grandes retos a resolver, uno de los principale­s obstáculos en la aspiración de justicia.

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