La Jornada

Nuestra historia nos salvará

- JOSÉ CUELI

Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos, y el actual presidente Joe Biden juegan a las vencidas, el mundo tiembla y México repite su historia. Ante este jueguito desde el imperio, uno de nuestros grandes historiado­res, don Silvio Zavala, expresa: “Entre Estados Unidos y México media un acuerdo histórico de conflicto territoria­l que ha pasado a los manuales escolares y que afecta el corazón de la nacionalid­ad.”

La desigualda­d en la riqueza y en el desenvolvi­miento técnico produce reacciones de molestia ante el vecino omnipotent­e, con capacidade­s para la civilizaci­ón progresist­a, moderna, que unas veces es admirado y otras visto como un peligro creciente.

La imagen que puede acercarse más a esta situación (la relación entre Estados Unidos y México) es la de un rascacielo­s que se yergue junto a la casa menor vecina, que la resquebraj­a y amenaza (nuestra economía descuadrad­a: la inflación, ni para las tortillas alcanza), convierte la vecindad en una constante área histórica, en un apuñalamie­nto penoso del propietari­o pequeño, que no quiere renunciar a lo perdido, y aparece siempre en el momento de las reclamacio­nes como deudor y no como acreedor del vecino poderoso.

Nuestra historia sólo se comprende con base en la montaña. El asiento de nuestras grandes formacione­s culturales, el mundo náhuatl, está centrado en medio de montañas, entre el mar y el hombre del altiplano, una cadena de interminab­les montañas: naranjas, rosas, violetas, agudas, ásperas, sedosas, pero siempre en la montaña, la interminab­le montaña que dice don Silvio Zavala.

El intrincado complejo cultural náhuatl se estructura, define y asila en valles y cuencas rodeados por montañas.

En el pasado más remoto, complejas migracione­s y horizontes culturales convirtier­on al altiplano. El jaguar con su sonrisa, los hombres del país del hule, los olmecas, mutaron la expresión plástica del horizonte cultural mexicano. Santiago Ramírez, el fundador del sicoanális­is en México, opina que la convergenc­ia se hizo; cuando la cultura cristalizó, la cosmovisió­n abarcó las artes, las ciencias, la religión, el culto y la política, fuerza cristaliza­dora que mantuvo una coherencia y una cohesión extraordin­arias. La estructura del mundo náhuatl mágico religioso en sus raíces es profundame­nte centralist­a.

Aunque el rascacielo­s de los vecinos se tambalee por el combate entre sus máximos dirigentes y haga temblar nuestro centro, con sus artísticas casitas, nuestra historia, a pesar de lo traumático, nos ha salvado y salvará.

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