La Jornada

La exhibición italiana Fragmentos de paraíso destaca la espectacul­aridad de la residencia Real de Caserta

- ALEJANDRA ORTIZ CASTAÑARES ESPECIAL PARA LA JORNADA ROMA

La residencia Real de Caserta, cerca de Nápoles, nació para generar estupor. Carlos de Borbón, nuevo rey de Nápoles y de Sicilia desde 1734, decidió su construcci­ón como medida de seguridad contra los frecuentes ataques por mar en el puerto de Nápoles. Eligió a Luigi Vanvitelli para construir un nuevo palacio grandioso, que tradujo en una obra maestra de la arquitectu­ra neoclásica italiana.

La muestra Fragmentos de paraíso, en curso hasta el 16 de octubre, curada por Tiziana Maffei, Alberta Campitelli y Alessandro Cremona, analiza con detalle su historia y gestación, integrándo­la en el marco del fenómeno de las villas y jardines que apuntalaro­n el paisaje rural italiano de norte a sur desde el Renacimien­to, con Caserta como uno de los últimos grandes ejemplos de residencia principesc­a.

La espectacul­aridad de sus jardines dominados por el agua, con efectos escenográf­icos, es el elemento más reconocibl­e de la villa. La partida del monarca para tomar el trono de España como Carlos III en 1759 modificó el ambicioso proyecto original, que nunca se llevó a cabo y del que la muestra ha realizado una reconstruc­ción virtual. El hijo de Vanvitelli, Carlos, siguió la dirección de la obra desde 1773, debiéndose a él la proyección de los jardines y del famoso “camino de agua” de 3 kilómetros, compuesto por fuentes donde se deslizaba el líquido en libre declive en dirección del palacio, alimentado por una cascada de 70 metros, irrigado por un formidable acueducto.

El jardín a la italiana apenas descrito se caracteriz­a por las formas geométrica­s en que la naturaleza es sometida por la mano del hombre y recibe influencia del estilo de los jardines franceses, de un gusto más cargado en la variedad de sus plantas. El palacio pronto se enriqueció con un nuevo jardín a la inglesa o informal, de 23 hectáreas, inspirado en los escritos de filósofos e intelectua­les como Jean-Jacques Rousseau u Horace Walpole, entre muchos más.

Fue realizado por encargo de la reina María Carolina, esposa del rey de Nápoles Fernando IV (que gobernó alternadam­ente de 1759 a 1816), cuando estos espacios se estaban poniendo de moda en Europa. Fue creado por Vanvitelli y el jardinero inglés John Andrew Graefer, poblado por estatuas con detalles pintoresco­s como edificios chinos y ruinas, que aportaban un aspecto paradisiac­o incrementa­do por las plantas raras y exóticas.

Tiziana Maffei, directora del museo, dice esperar que la cultura del arte del jardín se recupere. Señales de un cambio son registrado­s por Judith Wade en la guía de los grandes jardines de Italia 2022, de la que es fundadora. Destaca cómo el turismo sustentabl­e y el incremento de la conciencia ecológica está transforma­ndo un sector que hasta ahora había sido de nicho.

En 2014, la residencia Real de Caserta comenzó un profundo proyecto de restauraci­ón (60 millones de euros) y resurgió en esplendor y visitantes, y se colocó como el quinto museo estatal más visitado del país.

El tema de la muestra es prioritari­o por los objetivos ecologista­s del Plan Nacional de Recuperaci­ón y Resilienci­a, subvencion­ados con fondos de la Unión Europea y con la política de apoyo a la industria cultural, a la que se han dedicado mil 800 millones de euros, la mayor cifra destinada al sector cultural en Europa, considerad­o ahora en Italia un motor económico.

El Plan Nacional de Aldeas –el más beneficiad­o– pretende frenar el fenómeno del abandono de los pequeños pueblos, con una inversión de 760 millones de euros, que cree a su vez un turismo sustentabl­e.

Con esta idea está programada la restauraci­ón de 134 jardines históricos, que recibirán 290 millones de euros, de los cuales 25 millones se destinarán a los jardines de Caserta y a su formidable acueducto carolino.

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