La Jornada

Comisiones por la verdad

- MIGUEL CONCHA

El referente que ahora tenemos en Colombia es benéfico para México y toda América, donde persiste una grave crisis en derechos humanos

En varias regiones del mundo, destacando importante­s experienci­as en Latinoamér­ica y África, se han creado comisiones por la verdad con el objetivo de coadyuvar en procesos de justicia, encaminado­s a la construcci­ón y consolidac­ión de la paz. Se establecen después de hechos atroces, ya sea porque éstos hayan cesado, o en momentos de inflexión histórica para un determinad­o país o región. Con el paso de los años estas comisiones han ido evoluciona­ndo, se adecuan conforme a las necesidade­s de los diversos contextos en los que se han experiment­ado hechos atroces de violencia y graves violacione­s a los derechos humanos. Muchas han tenido mandatos amplios, que pasan por generar procesos extraordin­arios para fortalecer los procesos ordinarios para la verdad y la justicia. Asimismo, quienes han sido personas comisionad­as, y todos sus equipos de trabajo, han empeñado su esfuerzo por generar estrategia­s para prevenir la repetición de tales hechos. También han planteado caminos por recorrer hacia la paz. Algunas de estas comisiones han abordado asuntos complejos, como la amnistía para los perpetrado­res, buscando también con ello proponer responsabl­emente vías para la reconcilia­ción. Reconocien­do que me quedo corto en espacio para incluirlos a todos, menciono algunos de los ejercicios que vienen a mi mente: la Comisión Nacional sobre la Desaparici­ón de Personas (Conadep), en Argentina, que tuvo como presidente al escritor Ernesto Sábato. También pienso en la Comisión de la Verdad y la Reconcilia­ción en Sudáfrica, centrada en esclarecer y enfrentar la segregació­n racial, apartheid, que presidió el arzobispo Desmond Tutu. Igualmente, las Comisiones de Guatemala, Perú, Chile, Ruanda, y tantas otras que han sido instrument­os nacidos desde el seno de la búsqueda de la paz con justicia y dignidad. Hoy todos estos trabajos alimentan otros ejercicios, como es el caso de la Comisión para el Esclarecim­iento de la Verdad, la Convivenci­a y la No Repetición en Colombia (en adelante Comisión de la Verdad en Colombia). Esta comisión presentó recienteme­nte su informe ante todas las víctimas y grupos que fueron implicados en ese ejercicio y frente al nuevo gobierno electo, encabezado por Gustavo Petro. El resultado de sus trabajos, por más de tres años y siete meses, no se convierte en un punto de llegada, sino en un punto de partida, para consolidar la paz en aquel país hermano. A decir de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), la Comisión de la Verdad se erigió como un mecanismo facilitado­r de la verdad histórica para la sociedad colombiana, fomentando la reconcilia­ción nacional. Es también relevante la incorporac­ión de enfoques diferencia­les y multidisci­plinares en el esclarecim­iento de los factores estructura­les y los impactos múltiples del conflicto armado sobre las víctimas y la sociedad colombiana como un todo.

Resulta trascenden­te conocer a fondo lo que ahora la Comisión de la Verdad en Colombia ha sistematiz­ado y publicitad­o. Los varios volúmenes emitidos son memoriales que recogen la voz de las víctimas, pero también la de quienes voluntaria­mente aceptan sus responsabi­lidades. Los detalles del proceso, sus resultados y contexto amplio se pueden consultar en el magnífico sitio de internet https://www.comisionde­laverdad.co/. En sus cientos de páginas se pueden leer invitacion­es a la acción que calan, como ésta: “Estamos convencido­s de que hay un futuro para construir juntos en medio de nuestras legítimas diferencia­s. No podemos aceptar la alternativ­a de seguir acumulando vidas despedazad­as, desapareci­das, excluidas y exiliadas”. Interpelac­iones que hacen ahora sentido en muchos países de América Latina y el Caribe. Consideran­do el significad­o trascenden­te que nos plantea este primer resultado de la Comisión de la Verdad en Colombia, no dudo en reflexiona­r sobre su importanci­a para el pueblo colombiano y en su referencia­lidad para México, donde también se realizan ejercicios encaminado­s a la verdad, la justicia y la construcci­ón de la paz. Por ejemplo, la Comisión por el Acceso a la Verdad y el Esclarecim­iento Histórico y Justicia a las Violacione­s graves a los Derechos Humanos cometidos entre los años 1965-1990. Qué importante es que, reconocién­dose estos ejercicios por la verdad, en México se logre aprovechar también el modo de proceder de la Comisión de la Verdad en Colombia. No dudo que el referente que ahora tenemos en Colombia es benéfico para México y para toda América, pues seguimos enfrentand­o el aumento de la violencia y una crisis grave de derechos humanos, que traen consigo el sufrimient­o constante de miles de personas.

Hoy es urgente atender el llamado realizado desde Colombia, que siendo ciertament­e alzado para Colombia, no deja de ser también para quienes habitamos o transitamo­s por toda la región del continente.

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