La Jornada

Feria de la cocina prehispáni­ca rescata alimentos con ingredient­es tradiciona­les

- ÁNGEL BOLAÑOS SÁNCHEZ

Además del maíz, la alimentaci­ón en lo que hoy es la Ciudad de México durante la época prehispáni­ca estaba asociada con la zona lacustre; sin embargo, con la pérdida y deterioro de ese ecosistema, platillos tradiciona­les como el michmolli se modificaro­n para eliminar ingredient­es como el ajolote y sustituir los acociles, que ahora se traen de Michoacán, pero su elaboració­n persiste, afirmó Araceli Márquez Romo, de Ruta Turística Tláhuac.

En la Feria de alimentos de origen prehispáni­co, que se instaló ayer en la explanada de la alcaldía Iztapalapa y permanecer­á hasta mañana, predominan maíces criollos, variedades de quelites y el amaranto, entre alimentos cuyo consumo se ha perdido, como el ahuautle, el huevecillo de la chinche de agua llamada axayácatl, que tampoco se obtiene ya de lo que queda de la zona lacustre, sino que se trae de Texcoco, estado de México, y de algunas partes de Hidalgo, comentó a su vez Gustavo Guerrero, quien refiere que hay crónicas en las que se menciona que el platillo era servido en la corte de Moctezuma.

Ambos especialis­tas coincidier­on, cada uno en su propio puesto, en que el ahuautle se sirve con romeritos o nopales en salsa verde, que fue sustituido por tortitas de camarón que acompañan ahora a ese alimento, que son una variedad de quelite, preparados con mole, papa y nopal.

El pescado que Ricardo Atl Laguna y Piedad Ramírez preparan tatemado en horno a la leña tampoco proviene ya de los canales de la zona lacustre, pues es sustituido por pescado de mar y se cocina con hojas de maíz, chile serrano y hierbas de olor.

Entre los 36 expositore­s de las alcaldías Tláhuac, Milpa Alta, Xochimilco, Tlalpan y Coyoacán que participan, destaca Guillermo Cortés, de la organizaci­ón Conejero Carmelo –el primero porque así le dicen en su barrio al dedicarse a la cría del mamífero y el segundo porque así se llamaba su primer animal de Nueva Zelanda–, aclara que en su criadero también engorda animales de la raza azteca, que es una especie con pelaje negro y que prepara a los tres chiles (ancho, guajillo y morita), en pasilla o en salsa verde con nopales y papa, “que eran platillos que solían servirse en ceremonias y fiestas prehispáni­cas”.

Marisela Leyva, de Milpa Alta, prepara productos de maíz, tortillas y gorditas de chicharrón, aunque los comensales elogiaban sobre todo su guisado de salsa roja con hongos del monte que ella misma recolecta de mayo a septiembre, en temporada de lluvia, y que se distingue porque uno solo puede llegar a pesar hasta cinco kilogramos.

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Foto José Antonio López En Iztapalapa el amor por la comida no sólo nace de la vista, sino también del olfato, sobre todo por los sabores milenarios.

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