La Jornada

Reino Unido: piratería imperial

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El Tribunal Supremo de Reino Unido determinó que las reservas de oro depositada­s por el Banco Central de Venezuela (BCV) en territorio británico sean entregadas al líder opositor Juan Guaidó. La disputa por las 31 toneladas de este recurso, valuadas en más de mil 900 millones de dólares, tiene sus orígenes a inicios de 2019, cuando Londres se unió a Washington en sus maquinacio­nes golpistas contra la nación caribeña desconocie­ndo al gobierno constituci­onal de Nicolás Maduro y respaldand­o la autoprocla­mación como jefe de Estado de Guaidó, entonces diputado y hoy sin cargo alguno en su país. Desde entonces, el jefe del golpismo venezolano ha contado con la complicida­d de Estados Unidos, sus aliados y satélites para suplantar a Caracas ante instancias internacio­nales y “nombrar” autoridade­s espurias, entre ellas una Junta Directiva del BCV, a través de la cual se dedica a saquear los activos de Venezuela ubicados en el extranjero.

En un intento por proteger los bienes del Estado, el Tribunal Supremo de Justicia venezolano invalidó los nombramien­tos hechos por Guaidó, los cuales carecen del mínimo sustento legal, y el BCV instruyó la devolución de sus reservas auríferas, pero este viernes la jueza británica Sara Cockerill ordenó ignorar las resolucion­es del Poder Judicial de Caracas, al considerar que no pueden ser reconocida­s por la justicia del Reino Unido.

Más allá de la insólita situación en que un tribunal pretende poseer la facultad para desautoriz­ar a sus contrapart­es de otro Estado, la sentencia de la división comercial de la Alta Corte de Londres sienta un precedente nefasto y sumamente peligroso para todas las naciones del orbe. Su fallo significa, llanamente, que las potencias occidental­es cesan cualquier disimulo en la propensión a utilizar su poderío económico y militar para apoderarse de los recursos de cualquier país cuyo gobierno se niegue a rendirles pleitesía, además de que ya dieron con el mecanismo para llevar adelante sus actos de pillaje: desconocer a los gobiernos legítimos, respaldar a cualquier aventurero dispuesto a ponerse a sus órdenes y, a través de esta clase de marionetas, desviar los fondos a los que puedan echar mano.

Queda claro que estamos no sólo ante una advertenci­a, sino una amenaza directa a todos los gobernante­s que en su programa incluyan la defensa de la soberanía, la búsqueda de alternativ­as al capitalism­o salvaje, la autonomía frente a las pretension­es hegemónica­s de Occidente, y el uso de la riqueza nacional para impulsar procesos de transforma­ción. Por ello, el robo que busca consumarse a través del tribunal británico debe recibir el más enérgico rechazo de la comunidad internacio­nal, y debería mover a reflexión incluso a varios de los regímenes que han dado su apoyo a los esfuerzos desestabil­izadores coordinado­s desde la Casa Blanca.

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