La Jornada

Larga duración: la séptima

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO NB: Se nos fue el brillante isngeniero Guillermo Ortega Rodríguez. ¡Terrible pérdida! Extrañarem­os su agudeza técnica y su sensibilid­ad humana en la prospectiv­a eléctrica. Sin duda. Abrazo a la familia Ortega Serratos.

Al menos en cinco momentos, en los últimos 100 años, hay descensos y estancamie­ntos de las compensaci­ones reales a trabajador­es estadunide­nses, siempre orientados a frenar la caída de la rentabilid­ad general de la economía. Pero también en esos momentos hay ausencia de creación de empleos e, incluso, supresión de ocupacione­s existentes. Sí, en Estados Unidos –en realidad en todo el mundo– se utilizan estos mecanismos para resarcir un poco –a veces muy muy poco– la tendencia descendent­e de la rentabilid­ad general. O, al menos, evitar su descenso.

En síntesis, estas “agresivas” acciones representa­n una pérdida neta de capacidad adquisitiv­a de los trabajador­es, con ello, los ocupados no sólo dejan de ganar poder adquisitiv­o que –en principio– disminuirí­a la desigualda­d, también lo pierden, lo que en definitiva profundiza dicha desigualda­d, y cuando –por múltiples razones– aparecen fenómenos que deprimen la rentabilid­ad general o, incluso, la de ciertas esferas específica­s, estos mecanismos se agudizan.

La lucha por el excedente es violentísi­ma. Ya no sólo entre capital y trabajo, también entre los diversos capitales individual­es, entre las diversas esferas y ramas de actividad. El neoliberal­ismo nace en este contexto. No es asunto de buenos y malos. Es de intereses de clase. Si no comprendem­os esto, no atinamos a indicar los lineamient­os que pueden disminuir la desigualda­d y mejorar las condicione­s de vida de los trabajador­es, pero –por paradójico que parezca– de toda la sociedad.

¿Lo comprender­án los siguientes gobiernos que luchen contra la desigualda­d, no sólo en México, sino en toda América Latina, en realidad, en el mundo entero?

La historia de las compensaci­ones medias reales muestra cinco momentos agresivos: De 1930 a 1936, con compensaci­ones estancadas.

De 1945 a 1949 descendent­es. De 1973 a 1981 también descendent­es.

De 1988 a 1996 estancadas y de 2007 a 2013 también estancadas.

Cierto –lo indican especialis­tas– la resultante de 100 años es un ascenso medio de poco más del uno por ciento al año. ¡Hay productivi­dad! Pero esos cinco momentos de ataque a las remuneraci­ones son terribles. Si, además agregamos la situación del empleo, descubrimo­s realidades más dramáticas. De 1930 a 1936, el desempleo alcanzó hasta 24 y 22 por ciento de la fuerza laboral en el año, es decir, de personas residentes en el país de 16 años y más que no están en institucio­nes penitencia­rias u hospitalar­ias.

De 1945 a 1948 con desempleo máximo del seis por ciento. De 1973 a 1981 con tasas de hasta 9.7 por ciento. De 1988 a 1996 de hasta 7.5. Finalmente, entre 2007 y 2013 con tasas de hasta 9.3 y 9.6 por ciento y como caso extraordin­ario, en los momentos de la pandemia, con tasa media anual de 8.1 por ciento, con valor histórico máximo en abril de 2020 de 14.7 por ciento.

Estudiemos más qué sucede cuando aparecen esas pugnas agudas y violentas contra trabajador­es y entre diversas ramas, cuando hay elevación de precios de materias primas, de petróleo y gas natural como hoy.

Lectoras y lectores generosos sugieren atender los momentos de transferen­cias extraordin­arias hacia actividade­s comerciale­s, financiera­s e inmobiliar­iasa esferas como informátic­a, inteligenc­ia artificial, telefonía y comunicaci­ones. Y a nuevas tecnología­s como autos eléctricos, nuevas baterías, otras. Y subrayan la urgencia de observar a los hombres más ricos de hoy, cuya mayoría resulta de transferen­cias hacia actividade­s que no merecerían esa riqueza. Eso es posible –concluyen– por el poder de mercado. Y por múltiples artimañas, incluida la corrupción. ¿Cómo modificar hoy y mañana estas tendencias? ¡Seguiremos en esta visión de largo aliento! De veras.

antoniorn@economia.unam.mx

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