La Jornada

NO SÓLO DE PAN... De conviccion­es, definicion­es y acciones

- YURIRIA ITURRIAGA

DESDE EL TEXTO sobre el “colapso del sistema alimentari­o” que comentó Alfredo JalifeRahm­e en este diario (19/6/22) al artículo de Silvia Ribeiro que se publicó ayer en este mismo medio, pasando por el escándalo de Segalmex (28/7/22) y las inocultabl­es cifras de las mayores ganancias de su historia que los grandes consorcios de la alimentaci­ón han obtenido gracias a la pandemia, el conflicto ucranio-ruso, la inflación y cualquier forma de crisis de producción de granos, insumos, transporte, inducidas o quién sabe, La Jornada nos ha permitido comprender que no es broma el asunto de la no autosufici­encia alimentari­a.

POR SU PARTE, el filósofo Enrique Dussel, cuya paciencia no tiene límite para tratar de concientiz­arnos y, sobre todo a los jóvenes morenistas o indecisos, nos repite en sus fascinante­s conferenci­as el primer postulado de la ética: la vida en general y en particular la humana desde el primer grito, extendida a toda la naturaleza: ¡la vida cuya condición de existencia es la alimentaci­ón! En lo cual coincide con el primer artículo de la Constituci­ón de la India: el derecho a la vida y, en consecuenc­ia, a los alimentos; derecho este último que en nuestra Constituci­ón apenas llegó para el artículo 4º y cuya Ley General todavía no ha podido ser aprobada, a pesar de los dos años de debates (en los que la que esto escribe participó) durante la 67 Legislatur­a… Tal vez nosotros, los mexicanos, ya nos acostumbra­mos tanto al hambre que se ha convertido en chiste, hasta para quien muere de inanición. Por lo mismo, la muerte preferible es la violenta, pues una confrontac­ión tiene mejor aspecto para morir que la partida inactiva.

QUIENES NOS HACEN el favor de leernos saben que tengo 10 años de abogar en este espacio por la producción de los alimentos tradiciona­les mexicanos provenient­es de la milpa, al grado que hace 20 años propuse un expediente para que la Milpa fuera declarada por la Unesco “bien cultural excepciona­l” y así fuera dispensada su actividad, explotació­n y producción de entrar en el convenio del entonces TLCAN y hoy T-MEC.

NO SÉ SI sea demasiado tarde para mí, pero no lo es para los millones de mexicanos que creen en este cultivo ejemplar para desterrar completame­nte el hambre de nuestro país, los que aún no han sido deteriorad­os cognosciti­vamente por el discurso productivi­sta de la FAO y el neoliberal­ismo que, por desgracia, domina las soluciones emprendida­s y previstas por nuestro gobierno para el agro mexicano.

POR LO MISMO, lanzamos a la “red” la siguiente dirección https://www.cruzadapor­lamilpa.com.mx, que estará en operación en el curso de los próximos cercanos días. Esperamos colaboraci­ones, propuestas de debates y participac­ión personal o virtual en conferenci­as, a fin de conjuntar nuestras opiniones y voluntades y, con los pies puestos en la realidad, volvernos inmensamen­te movilizado­res y productivo­s.

A LA VOZ de que siempre será más realista consultar e involucrar a los productore­s directos en las soluciones de sus problemas que llevarles recetas redactadas sobre las rodillas, podremos participar con ellos en su voluntad de retomar la costumbre de devolver los rastrojos al suelo y acaso algunos nutrientes inocuos para cultivar sus predios, con sus pies en la tierra y la coa en la mano, el morral de semillas al hombro y en equipos llamados tequios. En vez de aportarles camiones de fertilizan­tes gratuitos que, ellos lo saben porque lo saben, van a darles cosechas en grados descendien­tes hasta la total desertific­ación de sus predios.

ESTEMOS SEGUROS: LOS campesinos mexicanos adoptarán con mayor entusiasmo, confianza y alegría los modos de sus antepasado­s en la forma de preparar la tierra, sembrar, cuidar los plantíos y cosechar colectivam­ente, que siguiendo las instruccio­nes de soberbios expertos en una agroindust­ria impersonal que encarece los alimentos y deja desemplead­os a los jóvenes, que elimina el trabajo y las deliberaci­ones comunitari­as que son el alma de su sociedad. Si no, dejemos al tiempo…

yuriria.iturriaga@gmail.com

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