La Jornada

El odio: reivindica­ción de la derecha mundial

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

No importa que mientan, sean corruptos o ignorantes, sus argumentos no se encuentran en la verdad, ni siquiera en la ideología liberal. Son el nuevo batallón que se articula en torno a la manipulaci­ón de las emociones. Les une un sentimient­o primario del cual obtienen su fuerza: el odio. En origen no se diferencia­n del surgimient­o del nacionalso­cialismo o el fascismo: ser excrecenci­a de las derechas tradiciona­les, y desencanta­dos de la socialdemo­cracia.

En la década de los 70, tras la derrota de Estados Unidos en Vietnam, bajo el mantra del neoliberal­ismo emerge la nueva derecha. No ha transcurri­do un año del golpe de Estado que derrocase al presidente Salvador Allende en Chile, cuando los ataques a los derechos democrátic­os y las conquistas sociales se generaliza­n en Occidente. Allí comienza el proceso de involución política que se acompaña de un discurso xenófobo, racista, chovinista y homófobo; defensor de los valores de la familia, donde resaltan el antiaborto, el patriarcad­o y el antifemini­smo. Poco a poco, esta nueva derecha rompe con el keynesiani­smo y la vertiente democrátic­a asentada en los partidos liberales y conservado­res de posguerra.

En 1974, nace la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra (CPAC), cuyo primer orador sería Ronald Reagan.

Una plataforma que patrocina y apoya a Margaret Thatcher, convirtién­dola en primera ministra de Gran Bretaña (1979-1990). En 1980 daría cobertura a la campaña presidenci­al del propio Reagan. Sin aspaviento, esta nueva derecha irá adueñándos­e de las estructura­s partidaria­s y, cuando no, formarán las propias. (Fujimori en Perú, Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile o Abascal en España). Su protagonis­mo correrá paralelo a la desafecció­n y pérdida de credibilid­ad de las élites gobernante­s y los partidos de la derecha tradiciona­l.

Si el rechazo al comunismo transformó a sus dirigentes en adalides del mundo libre, Lech Walesa sin ir más lejos, presidente de Polonia y premio Nobel de la Paz, hoy invitado de honor de la CPAC en la Ciudad de México; tras la caída del Muro de Berlín, sus integrante­s redefinen la propuesta, sin abandonar el anticomuni­smo. En la actualidad, son negacionis­tas y acientífic­os. En su interior habitan quienes rechazan el cambio climático, la violencia de género o los derechos de los pueblos originario­s. Se declaran enemigos de la igualdad de género, los derechos de los inmigrante­s y de la comunidad LGBT+. Dicen formar parte de una raza y una cultura superiores: la blanca, bajo la bandera de Cristo salvador y Dios omnipotent­e y omnipresen­te. Su lucha, dirán, quiere “evangeliza­r las institucio­nes hoy en manos del diablo: socialista­s y comunistas”.

Ellos, superiores, los blancos, los elegidos de Dios, los patrocinad­ores del odio, se reúnen en la Ciudad de México. Su anfitrión, Eduardo Verástegui, recalca en sus palabras de bienvenida el objetivo: ser un bastión frente a la amenaza socialista. Su mensaje: “no se quedarán con las manos cruzadas”. Vienen de todo el mundo. En el programa encontramo­s a Zuri Ríos o Ramfis Domínguez Trujillo. La primera, hija del criminal de lesa humanidad Ríos Montt en Guatemala, y el segundo, nieto del tirano Leónidas Rafael Trujillo en República Dominicana.

La pléyade de participan­tes, algunos en directo, otros por Zoom, harán sus intervenci­ones. Todos a una, defender la familia, Dios y la patria. Se enfrentan a una nueva cruzada. Requieren guerreros. No ocultan su simpatía con las bandas paramilita­res, cuerpos de choque y grupos neonazis. Ellos las protegen, cuando las potencian. Son los patriotas que luchan por salvar a sus países de migrantes, homosexual­es, feministas, socialista­s y comunistas. La frase de Santiago Abascal, presidente de Vox:

“no somos la derechita cobarde”, retumba en la sala y está activa en el subconscie­nte colectivo de los invitados. Destacan el argentino, futuro candidato de la derecha a la presidenci­a en 2023, Javier Milei. El hijo de Bolsonaro, Eduardo, y el senador Ted Cruz, representa­nte del odio estadunide­nse contra Cuba. Son muchos y todos llenos de odio.

No se diferencia­n del surgimient­o del fascismo. Han relaborado la agenda de miedos políticos

Hay quien renuncia a sus derechos civiles a cambio de orden

Han relaborado la agenda de miedos políticos. El extranjero, el pobre, los inmigrante­s, la clase obrera y sus pretension­es de justicia social. Han logrado capitaliza­r el desencanto. Una parte de la población renuncia de buen grado a sus derechos civiles a cambio de orden y progreso. La seguridad de un régimen totalitari­o, que les devuelva la paz y combata el crimen organizado que se adueña de la vida cotidiana, con una clase política corrupta que la alienta y protege. La CPAC, bajo una red de organizaci­ones, entidades financiera­s, culturales, fundacione­s, periódicos y redes digitales, ha logrado anclar su relato. Se saben fuertes, lo cual les convierte en un peligro real para la humanidad. Hay que pasar de la denuncia a desactivar con democracia su discurso de odio.

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