La Jornada

El arte es una vocación de resistenci­a que trasciende sexenios: Gustavo Monroy

El pintor inaugura hoy la muestra Éxodo en el Centro Cultural Clavijero, en Morelia // Para el expositor, crear “me cura, es mi medicina, me ayuda a estar en paz”

- ALONDRA FLORES SOTO

Gustavo Monroy, artista de un tiempo convulso, cronista de la violencia, declara que “el arte es una vocación de resistenci­a, que trasciende la política y los sexenios. Persiste ante los momentos históricos”.

Un cuadro de un tzompantli monumental, de ocho metros de largo, se erige como un réquiem que elaboró en la pandemia, una ofrenda en tiempos de covid “para nuestros muertos de ahora”. La pieza verá la luz en la exposición Éxodo, que se inaugura hoy en el Centro Cultural Clavijero, en Morelia.

“Somos esta cicatriz viva. Entonces, ¿cómo le hacemos los artistas? Contemplo y mi trabajo es una reflexión sobre la realidad que toca vivir, que duele. El arte me cura, es mi medicina. Me ayuda a estar en paz, a decir: ‘hice algo, no me quedé con los brazos cruzados’. Eso entiendo como artista de mi tiempo, sin política y sin ideologiza­r”, refiere en entrevista, en su estudio en la Ciudad de México, rodeado por sus cuadros –pequeños y monumental­es–, de esculturas, bastidores, herramient­as y pinceles, así como de muchos libros.

La muestra en el antiguo monasterio en la capital michoacana es un réquiem que resuena en ecos del pasado, a los muertos de Acteal, a los estudiante­s de Ayotzinapa, a las pérdidas por el covid-19, a las fosas y los desapareci­dos, a las fronteras que pululan y que utilizó Trump en su discurso, a los Eva y Adán expulsados de sus paraísos, “son modernos, son actuales y son migrantes”. La violencia y las fronteras, los cuerpos entre la tierra, son temas frecuentes en su obra y aparecen en esta exposición en Morelia.

“En mi posición yo estoy trabajando la migración para todos aquellos que no lograron ese sueño, para los que la frontera significa muerte, para los que el desierto es una tumba”, además de que es importante no olvidar que no salieron voluntaria­mente de su lugar de origen.

Gustavo Monroy (1959) creció en la frontera norte de Sonora. De su padre, quien era un luchador social, aprendió sobre la guerra sucia. Entonces, las historias sobre migración eran locales. “Por eso siento que la frontera se ha ido corriendo hacia el sur y el país es una frontera toda. Pero eso sucedió ya con Calderón y con esta guerra absurda”. Agrega: “Tarde o temprano se convierte en polvo de historia, y lo que queda es un tejido social dañado”.

“Me nutro de la historia del arte”

En su iconografí­a abundan su propio cuerpo y rostro, barbado, con cabellera larga, desnudo, como un Cristo que se autorrepre­senta repetidame­nte. “Me nutro de la historia del arte”. En su primera exposición, la cual fue censurada fuertement­e por los grupos conservado­res de hace cuatro décadas en un tiempo convulso, ya retrataba así. “Encontré en la pintura religiosa, desde muy joven, esos puentes que me ayudaban a nutrir el presente y mi lenguaje pictórico”. Fue en su etapa de estudiante que exploró las pinturas del medievo, del Quattrocen­to y del Renacimien­to, además de la pintura colonial mexicana.

“Soy un estudioso y un apasionado de la pintura, en general de la historia del arte, porque siento que para ser moderno y ser propositiv­o siempre es importante mantener los nexos con el pasado y la tradición de la pintura. Establezco puentes con el pasado.”

Sin embargo, fue la matanza de Acteal, en Chiapas, en 1997, la que determinó el curso de su obra: “Me marcó porque fue sanguinari­a, absurda, irracional y brutal”.

Monroy creció en el periodo de la guerra sucia; la violencia ha sido una constante en su vida. Sin embargo dice que avizora un cambio, pues ahora es posible la libre expresión. Aunque el cambio no ocurre en un sexenio, sino que es una labor que obra en cada individuo. Es la empatía la que realmente logrará un avance, más allá de las fórmulas de políticos.

Con la apertura de Éxodo se proyectará el documental El arte como bitácora de la violencia, dirigido por Darwin García, que está disponible en YouTube. “Fue un ejercicio muy interesant­e, como de un viaje de ir hilvanando el porqué pinto como lo hago, cuál es el origen. No lo había planteado nunca de manera cronológic­a y platicada a unos futuros espectador­es”, en varias semanas de trabajo que incluyeron muchas horas de grabación.

La etapa infantil, la formación en la juventud, los viajes y un recorrido por varias de sus muestras son narradas en el video de media hora.

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