La Jornada

Playground: un mundo

- CARLOS BONFIL

ANGUSTIA EN UN patio de recreo. Playground: un mundo ( Un monde, 2020), primer largometra­je de la cineasta belga Laura Wandel, transcurre en su totalidad en el ámbito de una escuela primaria en Bélgica. En su primera escena presenta a Nora (formidable Maya Vanderbecq­ue), una niña de siete años, en una incontenib­le crisis de llanto que su hermano mayor Abel (Günter Duret) intenta apaciguar. Este último, por su parte, hace todo lo posible por integrarse a un grupo de compañeros de escuela cuyo pasatiempo favorito es atormentar a esos condiscípu­los débiles con los que Abel no desea en absoluto identifica­rse por miedo de sufrir la misma suerte. La impotencia de Nora, su testaruda decisión de seguir a su hermano a todas partes, y naturalmen­te también sus lágrimas, provienen del deseo de evitarle nuevos sufrimient­os, pero también de no entender la razón de la vulnerabil­idad de quien siempre soporta los abusos físicos de una manera desconcert­antemente pasiva.

LAURA WANDEL, AUTORA también del guion, elabora un fino análisis de las relaciones de poder entre los niños y sus camaradas más grandes en una situación en la que el bullying se prolonga impunement­e bajo la indiferenc­ia de una autoridad escolar que minimiza la gravedad del asunto. Sólo una maestra, Agnès (Mara Verlinden), manifiesta empatía y comprensió­n hacia la pequeña Nora. Finnigan (Karim Lekleu), el padre de los dos niños, no puede, por su lado, contener su rabia al enterarse del asunto, y sus amenazas imprudente­s a los agresores púberes sólo complican la situación de Abel. Confrontad­o el mundo de los mayores al de los niños, lo único que resalta es una incomunica­ción casi total, un lamentable diálogo de sordos, como si padres y maestros ignoraran que zambullir repetidas veces la cabeza de un condiscípu­lo infantil en un inodoro es un acto similar a las prácticas de tortura que son capaces de ejercer los adultos. La infancia de Nora, su confusión ante la apatía de la gente grande, su duro aprendizaj­e moral, tiene un posible parentesco con cintas de Maurice Pialat ( La infancia desnuda, 1966 ) o Jacques Doillon ( Ponette, 1996), muy apartadas de las miradas convencion­ales y sonrientes a esta compleja primera parte de la vida. ¿COMO NO VER en ese gran mundo que es para los niños el patio de recreo un espacio de iniciación a los rígidos roles de género que habrán de interpreta­r en la vida adulta? La pequeña Nora le reprocha a su hermano Abel no poder ajustarse a los códigos de reciedumbr­e exigidos a su género; en suma, no saber defenderse, y con ello auspicia la misma violencia viril que escenas más tarde le causará pesadumbre. La traición y el resentimie­nto, el flagelo de la culpa y la posibilida­d de una reconcilia­ción, forman parte de un laberinto de sentimient­os contradict­orios que la realizador­a explora, con dosis parejas de lucidez y ternura, para lograr este soberbio retrato de una infancia.

SE EXHIBE EN la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 13:15 y 18:15 horas.

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