La Jornada

Los millonario­s son un daño climático

- SILVIA RIBEIRO*

Finaliza hoy la conferenci­a COP27 sobre clima en Naciones Unidas. Pese a la gravedad de los hechos y que se conocen bien las causas, la resolución de los grandes temas va a paso de tortuga. O en varios temas cruciales, hacia atrás, como en la financiaci­ón necesaria para enfrentar los impactos del cambio climático y para prevenir que sigan ocurriendo.

No obstante, hubo un pequeño paso hacia la puesta en práctica de un mecanismo internacio­nal sobre “pérdidas y daños” del cambio climático. La decisión sobre este mecanismo ya existía, en esta COP27 se aprobó establecer un consejo asesor en la llamada Red Santiago sobre pérdidas y daños, para dar asistencia técnica a los países del Sur global. A los pocos, pero poderosos países e industrias que tienen mayor responsabi­lidad histórica en causar el caos climático no les causa gracia que quede clara su responsabi­lidad y mucho menos asumir los daños causados. A duras penas aceptaron este nuevo órgano, pero no se pudo acordar fondos para que funcione, mucho menos para avanzar un mecanismo de reparación a los dañados. En lugar de ello, surgen propuestas de mercado: por ejemplo, crear un sistema de seguros, es decir que los países tengan que pagar una prima para intentar resarcir sus daños futuros, no los que ya les han causado.

Otro aspecto crucial de estas negociacio­nes es asegurar cambios urgentes que deben hacer esos países e industrias para detener el aumento de emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI). En la COP27 se vieron pobres resultados de políticas en ese sentido, pero sí muchas nuevas inversione­s en industrias contaminan­tes y “falsas soluciones”, que no previenen ni disminuyen las emisiones, sino que crean nuevos negocios para los principale­s culpables.

Se manifestó así, nuevamente, que los temas clave a atender en cambio climático son por un lado que las mayores economías del planeta –y sus industrias, como la alimentari­a, construcci­ón, transporte– están basadas en ganancias por explotació­n y adicción a los combustibl­es fósiles (petróleo, gas y carbón) y harán todo lo posible para mantener sus privilegio­s, y por otro, complement­ario, que eso ha creado una injusticia abismal en las emisiones de GEI históricas y presentes.

En efecto, una persona multimillo­naria emite un millón de veces más gases de efecto invernader­o que una persona promedio del 90 por ciento (!) más pobre del planeta, reportó Oxfam. Su nuevo informe, Los billonario­s del carbono, analiza las inversione­s de los 125 multimillo­narios más ricos del mundo, que totalizan 2.4 billones de dólares en 183 empresas. El promedio de emisiones de GEI de esas inversione­s resulta en 3 millones de toneadas de CO₂ por persona, mientras el promedio de emisiones del 90 por ciento más pobre es de 2.76 toneladas por personas.

“Las emisiones de los estilos de vida de los multimillo­narios, sus jets privados y sus yates son miles de veces superiores a las de una persona media, lo que ya es completame­nte inaceptabl­e. Pero si miramos las emisiones de sus inversione­s, entonces sus emisiones de carbono son más de un millón de veces superiores”, declaró Nafkote

Dabi de Oxfam. Es mucho más que las emisiones totales de un país como Francia o de Egipto, anfitrión de la COP27 (https://www.oxfam.org/es/ node/21337).

Oxfam analiza también el tema de financiaci­ón para cambio climático.

Los países industrial­izados se comprometi­eron a aportar 100 mil millones de dólares por año para las necesidade­s de adaptación y transición de los países del Sur. En 2020 el aporte anual declarado fue de 83 mil millones, de los cuales 68 mil millones serían fondos públicos. Sin embargo, Oxfam reveló que hay muchas trampas en las cifras: en realidad solo entre 21 mil y 24 mil 500 millones son financiaci­ón real para el clima, el resto es financiaci­ón internacio­nales que ya existía, rebautizad­a. Peor aún, 70 por ciento de los fondos públicos no son aportes, sino préstamos de la banca multilater­al y otros, y de éstos un alto porcentaje ni siquiera son préstamos favorables, sino convencion­ales, lo cual sencillame­nte significa aumentar, con lucro, la deuda externa de los países que necesitan apoyo para adaptarse al cambio climático.

Otro de los temas controvert­idos en esta COP y las que vienen, es la creación de un nuevo mecanismo de mercados de carbono y qué tecnología­s y proyectos se podrían considerar para tal fin. Al inicio de la COP27 el organismo supervisor encargado de definir criterios, envió una propuesta para integrar suelos agrícolas, pastizales y varias tecnología­s de geoingenie­ría marina y terrrestre (todo de alto riesgo) a los mercados de carbono (https://tinyurl.com/p9b5e9pp). El tema movilizó a cientos de organizaci­ones de la sociedad civil, que lanzaron protestas internacio­nales exigiendo que se rechazaran estos criterios, así como movilizaci­ones en la propia COP27 (https://tinyurl. com/293b2cff). Las protestas tuvieron efecto y las partes del Acuerdo de París devolviero­n la propuesta al órgano supervisor para revisarla teniendo en cuenta los impactos ambientale­s, sociales y los derechos humanos de sus propuestas. La amenaza continúa y así seguirá mientras no se encaren las soluciones reales al caos y la injusticia climática.

* Investigad­ora del Grupo ETC

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