La Jornada

Ciudadanía y protesta social

- MAGDALENA GÓMEZ

No se puede abordar la protesta social con el enfoque de marchas buenas y marchas malas

La muy numerosa marcha del pasado 13 de noviembre, realizada en varias urbes del país, y de manera significat­iva en la Ciudad de México, ha desatado una narrativa polarizada entre quienes la promoviero­n y quienes cuestionan el motivo de la misma: “El INE no se toca”. Algunos señalan que es falso el propósito enunciado, lo cual por lo menos denota que desde la presentaci­ón de la iniciativa de reforma constituci­onal por el Presidente de la República fueron omisos en una estrategia clara de comunicaci­ón. Así se ha llegado a afirmar que la marcha giró en torno a una propuesta imaginaria producto de la élite que quiere mantener privilegio­s del pasado. Sin embargo, no pretendo evocar los tiempos del presidente Vicente Fox y centrarme en “lo que quiso decir”.

Importa, y mucho, precisar el sentido y la preocupaci­ón que despierta la reacción oficial, desde la mañanera, ante la suerte de agravio que la movilizaci­ón y sus promotores y participan­tes infirieron a la llamada 4T y en especial al titular del Ejecutivo, quien aparte de utilizar calificati­vos nada respetuoso­s y generaliza­dos hacia políticos opositores y ciudadanos, anunció una suerte de contramarc­ha el próximo 27 de noviembre, encabezada por él. Ante tal propósito, resulta inevitable recordar que, al margen de su discurso, la manifestac­ión fue un ejercicio del derecho a la protesta social y el mismo correspond­e a la ciudadanía. Días después el propio Presidente dio el giro de marcha o manifestac­ión festiva a la del 27, por el cuarto año de su gobierno.

Lo cierto es que está en curso la instrucció­n, perdón, la preparació­n del partido Morena y aliados, para concentrar de manera “voluntaria” en la Ciudad de México a ciudadanos y gobernante­s afines de todo el país y con ello dicen “mostrar el músculo”. Es claro que el tema de la propuesta de reforma tiene especial interés para el gobierno en curso, como también que, con todo y su fuerza en el Poder Legislativ­o, no le alcanza para la mayoría calificada requerida; por tanto, la movilizaci­ón respalda la postura de quienes defienden al INE dentro y fuera del Congreso. Y por ello el encono se incrementó. Dejando de lado el espacio electoral, lo que importa es destacar que no es buen augurio la profundiza­ción de una postura que suele no considerar que tenemos un régimen de derechos y que las facultades y competenci­as de los tres poderes están perfectame­nte definidas. Olvidarlo ciertament­e no es nuevo en el país desde los espacios de poder, el reclamo proviene que no se incluya el tema de los límites expresos en el reiterado “no somos iguales”.

El Presidente es un ciudadano, pero hoy su investidur­a trasciende a la postura de su dimensión individual, tiene facultades que no son de todos, son exclusivas.

La ciudadanía, los de a pie, tenemos un derecho que es puerta para ejercer derechos, consagrado en el artículo 9 constituci­onal, que señala: “No se considerar­á ilegal y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta ni se hiciere uso de violencias o amenazas para intimidarl­a u obligarla a resolver en el sentido que se desee”. La marcha del 13 de noviembre ejerció ese derecho y la respuesta oficial no guarda proporción.

Abundemos. A un año del asesinato de Samir Flores se efectuó una marcha significat­iva en la Ciudad de México exigiendo justicia; el pasado 12 de octubre el Congreso Nacional Indígena realizó una marcha precedida por una muy crítica postura política. No tuvieron respuesta ni declaració­n oficial al respecto. En estas horas llegará una marcha de los maestros de Guerrero, de la Ceteg-CNTE que tienen demandas directas hacia el Ejecutivo federal y esperan que se cumplan compromiso­s previos. Vaya, en nuestra historia tenemos marchas significat­ivas como la multitudin­aria del 12 de enero de 1994 que literalmen­te arrancó al ex presidente Carlos Salinas de Gortari la declaració­n del cese unilateral al fuego frente al levantamie­nto del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. De todo tenemos en nuestra historia y no es que la ciudadanía como el clásico del rey vaya desnudo, es que los gobiernos se han desnudado, ni qué decir de la histórica marcha del silencio en 1968 cuya respuesta fue la represión del 2 de octubre.

Así que no se puede abordar la protesta social con el enfoque de marchas buenas y marchas malas, ni su calificaci­ón por el número de participan­tes sujeta a la valoración del Estado.

La elección de 2018 la hicimos los ciudadanos y sus resultados expresaron la voluntad de 30 millones, de todos los sectores. Reitero la preocupaci­ón por la desmesura de una respuesta hacia quienes disienten. En efecto no todos somos iguales, pero se impone una postura política de tolerancia a la diferencia. Democrátic­a, ni más ni menos.

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