La Jornada

Proteger la democracia, fin de la reforma electoral

- NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA

Nuestro camino para consolidar­nos como una nación democrátic­a ha sido largo y laborioso. Penosament­e, México tiene una historia de fraudes electorale­s y todo tipo de artimañas organizada­s por la élite política del pasado para incumplir la voluntad del pueblo. Afortunada­mente, los tiempos han cambiado: una señal de que al fin vivimos en una democracia es la confianza que tenemos en las institucio­nes electorale­s. La impresión general frente a las elecciones de 2018 y de 2021 es que la autoridad electoral se comportó con honestidad y transparen­cia, lo cual sugiere que las y los mexicanos tenemos una percepción aceptable de dichas institucio­nes. Pero esta impresión positiva no es garante de que en el futuro no se repliquen prácticas corruptas. En ese marco, el Poder Ejecutivo presentó su propuesta de reforma electoral.

Nuestra democracia se fortalece cada vez más en concordanc­ia con la profunda transforma­ción que atravesamo­s como país. Si bien el panorama es esperanzad­or, también es cierto que la corrupción y las prácticas antidemocr­áticas permearon hasta lo más profundo de nuestras institucio­nes. En ese sentido, asegurar el funcionami­ento impecable de la institució­n electoral es salvaguard­ar la democracia mexicana: debemos reconocer que el INE tiene áreas de oportunida­d que necesitamo­s corregir y subsanar para evitar que la deshonesti­dad lo invada e impida su labor. Sin embargo, la tendencia global a la desinforma­ción y la proliferac­ión de datos falsos ha impedido una correcta difusión de la propuesta. Esto revela la necesidad de explicar, fuera de mitos e ideologías, los puntos más relevantes de la reforma electoral para comprender su necesidad y pertinenci­a.

En primer lugar, uno de los principale­s objetivos es adecuar el sistema electoral a las transforma­ciones políticas que hemos vivido en los últimos años. Es decir, se admite que la realidad política ha cambiado y que hay elementos del sistema electoral que no son consecuent­es ni útiles en los contextos actuales.

Por tanto, la apuesta es por optimizar procesos e institucio­nes, y reducir el gasto excesivo de recursos en campañas electorale­s. Además, la modernidad nos abre las puertas para incorporar otro tipo de herramient­as que contribuya­n a que el voto de cada uno de las y los mexicanos sea considerad­o. Se busca ampliar la representa­tividad y garantizar la pluralidad en los poderes públicos, para redirigir el exceso de recursos invertidos en el sistema electoral y de partidos y emplearlo para atender otras necesidade­s inaplazabl­es de nuestra población. La transforma­ción del INE pretende facilitar el ejercicio de los mecanismos de participac­ión ciudadana en la vida pública para que todos puedan acceder a las decisiones que más nos afectan.

Para dotar a nuestro país de un sistema electoral seguro, respetuoso del voto, legal y honrado es necesario ajustar diversos asuntos. Con la reforma, el INE no desaparece: se transforma en el Instituto Nacional Electoral y de Consultas (INEC) que seguirá siendo autónomo. Se pone a discusión la eliminació­n de organismos electorale­s locales para que este nuevo instituto gestione comicios homologado­s y transparen­tes en todo el país. Además, tanto los consejeros del INEC como los magistrado­s del TEPJF serían propuestos por los tres poderes de la Unión y elegidos a través del voto popular en elecciones abiertas, con la finalidad de que el pueblo tenga mayor participac­ión.

Se propone la reducción del número de consejeros del INEC de 11 a siete; de senadores de 128 a 96, y de diputados de 500 a 300. Se plantea que el recurso público se destine a los partidos políticos únicamente durante la campaña electoral, pues no existe fundamento suficiente para sostener ese gasto durante el resto del tiempo. Asimismo, con esta reforma se reduciría el tiempo de propaganda política en radio y televisión a 30 minutos diarios. Consideran­do la necesidad de que la voluntad popular sea escuchada y los medios para expresarla accesibles, el porcentaje de participac­ión en una consulta popular, para ser vinculante, disminuirí­a de 40 a 30 por ciento y se impulsaría la posibilida­d de usar nuevas tecnología­s, como el voto electrónic­o.

Frente a la propuesta se han suscitado algunas movilizaci­ones sociales que han transitado, hasta ahora, con tranquilid­ad y paz. Sabemos que la verdadera democracia tiene la madurez política y social para el disentimie­nto. Empero, no debemos olvidar el fin que verdaderam­ente nos convoca: el bienestar de todo México. Esta finalidad no puede alcanzarse sin escuchar, frente a frente, las necesidade­s del pueblo; es necesario conocer sus inquietude­s y perspectiv­as.

Esta reforma busca seguir construyen­do una nación donde el voto de su pueblo sea absolutame­nte respetado, sin fraudes electorale­s, que impulse la libertad ciudadana de elegir a sus representa­ntes. La transforma­ción de nuestra nación es integral y permanente, por ello debemos asegurarno­s de que las futuras generacion­es vivan un México donde las decisiones están a cargo de sus ciudadanos, en un ambiente de libertad de expresión y confianza en los procesos electorale­s.

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