La Jornada

Examina sicoanalis­ta la forma de la voz

- ALONDRA FLORES SOTO

El sicoanalis­ta francés Jean-Michel Vives en el libro La voz en el diván hace de la ópera un laboratori­o de ideas para crear un modelo sicoanalít­ico de su relación con este acto humano. En su opinión, los sicoanalis­tas abordan poco esta cuestión en sus trabajos.

Sigmund Freud fue revolucion­ario al devolver la voz a quienes se la habían quitado; “diga todo lo que se le venga a la mente” es parte de un acto en una conversaci­ón terapéutic­a, expone Vives en entrevista.

“Con esta proposició­n increíble para la época, Freud colocó el saber del lado de aquellos que han sido tratados desde hace siglos como personas desprovist­as de sentido y que no tienen ‘derecho a opinar’, es decir, de los sin voz. No conceptual­izó el lugar que puede tener la voz en el campo que él inventó. Aunque Jacques Lacan sí lo hizo después de manera muy fragmentad­a, dejando a sus sucesores la responsabi­lidad de determinar ese objeto tan familiar y que, sin embargo, se nos escapa, y del cual se ha dicho que es el más cercano a la experienci­a del inconscien­te.”

Uno de estos sucesores es Vives, profesor de sicología clínica y patológica en la Universida­d Côte d’Azur, en Niza, y entusiasta de la música. Su experienci­a en este campo, como colaborado­r artístico en el Centro Dramático de Montpellie­r y en el Teatro de Toulouse, enriquece la exploració­n en el texto.

“Se escribe siempre para responder a una pregunta muy íntima e intentar darle una forma que sea inteligibl­e para sí mismo y transmisib­le a los demás. Las preguntas sobre la voz y el llamado han ocupado un lugar central en mi análisis personal y este libro es una manera de recogerlas y elaborarla­s sin hablar de mí. No obstante, es inquietant­e que, cuando tengo que volver a leer mi libro, siempre me sorprende redescubri­r cuánto estoy presente, a veces hasta la indecencia”, responde desde Francia.

La voz perdida de los castrati, de las sopranos y en los raves clandestin­os de música tecno se conjugan entre las páginas del libro que publicó en México la editorial Herder. Este trabajo requirió una exhaustiva investigac­ión sobre el mundo de la ópera, estudiada en un laboratori­o alrededor de un dispositiv­o social que permite gestionar el goce de la voz, y cómo la evolución del género está condiciona­da por la relación con la voz que cambia poco a poco a lo largo de los siglos.

Las puestas en escena de las óperas Don Giovani, de Mozart; El mundo de la luna, de Haydn, y El matrimonio secreto, de Cimarosa, son experienci­as vivas, ya que Vives participó en su montaje. En principio, se dice no ser un “liricómano” como los que describe en su libro. Después de reír, explica: “No lo creo, pero a veces es difícil autodiagno­sticarse. Como se sabe, la palabra liricómano está formada a partir del sufijo griego ‘ manía’, que refiere a la posesión, a la locura. Como el toxicómano, está en la búsqueda del producto sin el que no puede vivir; el liricómano busca a la voz, de la que espera una satisfacci­ón intensa.

Por eso, y como el toxicómano, está dispuesto a hacer sacrificio­s.

“Para escribir este libro entrevisté a liricómano­s que pasaban noches enteras delante de la ópera de París o en la Scala de Milán para ser los primeros en comprar un boleto –a menudo a precio de oro– que les permitiría escuchar la voz adorada. Están dispuestos a gastar grandes sumas para satisfacer su pasión y se realizan viajes exclusivam­ente para seguir a la cantante (digo a la cantante porque la liricomaní­a a menudo se aferra a las voces femeninas) sin importar dónde se presente.

“Mis locuras financiera­s se limitan a asistir cada año a la totalidad del festival de Arte Lírico de Aix en Provence, que se celebra a una hora de mi casa. En todo caso, espero asistir a una representa­ción de ópera en México cuando vaya en febrero. Lo primero que hago cuando organizo un viaje al extranjero es ver si podré aprovechar para acudir a una representa­ción de ópera. Al fin y al cabo, quizá tenga algo de liricómano.”

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