La Jornada

Antropólog­a da a conocer Una historia cultural del grito

- Alondra Flores Soto

El grito es violento e irracional, pero también liberador y catártico, explica la antropólog­a Ana Lidia M. Domínguez Ruiz, quien observó a diferentes civilizaci­ones para realizar su libro Una historia cultural del grito, en el que muestra un inventario de los usos de la voz levantada.

“Es muy interesant­e lo salvador que puede ser un grito liberador. Gritamos por muchas razones, no sólo se circunscri­be a la aplicación de violencia.”

Los conocimien­tos ancestrale­s de las culturas prehispáni­cas, las antiguas civilizaci­ones de Grecia o Egipto, los saberes de Oriente en Japón o India, así como las escrituras sagradas de distintos pueblos, son algunas de las rutas que toma en esta búsqueda de una humanidad que grita desde el primer soplo de vida. Estos conocimien­tos se intercalan con teorías de sicología o antropolog­ía para construir una serie de ensayos alrededor de los saberes del energético grito humano. “Es un ensayo sobre la voz gritada, todas estas funciones, prácticas y omisiones en la historia”.

La antropólog­a social explica que así como escuchamos los gritos por la emoción del futbol, hay una dimensión expresiva que todos hemos sentido, un aspecto que es necesario canalizar y prestar atención. Los deportes o los conciertos son situacione­s en las que está permitido gritar, “en Occidente son muy pocos los lugares donde podemos canalizar esa energía. Uno se da cuenta de que hay una especie de confort sicológico o fisiológic­o”.

A la especialis­ta en estudios sonoros y sensoriale­s le tomó seis años hacer la investigac­ión para este libro, publicado por Taurus. Lo que comenzó como un artículo sobre la violencia sonora en las escuelas en las dinámicas entre maestros y alumnos se transformó al encontrar el grito de guerra, presente en diversas culturas y parte del orden social.

Al comenzar este trabajo, no encontró muchos materiales. Luego halló datos desperdiga­dos sobre numerosos lugares. Su labor fue difícil por una aparente falta de fuentes. Lo primero que hizo fue rastrear y, después, como una coleccioni­sta, poner orden, lo que le permitió articular las ideas.

Existe un prejuicio al relacionar el grito con la violencia, “el mismo con el que empecé a escribir. Pero una de las cosas que podemos observar en este texto es el vínculo del grito con la expresión de las emociones. Exploro la función catártica de un grito, pues las emociones calladas tienen un costo sobre la salud individual y colectiva. También indago sobre la necesidad de gritar y cómo se ha hecho en otras tradicione­s y épocas. Si uno tiene miedo, sufrimient­o o alegría excesiva y no te permiten gritar, ¿adónde se van esas energías?

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