La Jornada

Carácter social concepto clave de Erich Fromm que retomó Michael Maccoby

- JULIO BOLTVINIK

CONTINÚO CON LA idea de carácter social que empecé a exponer en la entrega anterior (18/11/22). Dice Erich Fromm (EF) que el carácter social es “la banda de transmisió­n” que liga e integra la estructura y la superestru­ctura de una sociedad. La base económica determina el carácter social y éste determina la ideología. Por su parte, “las ideas, una vez creadas, también influencia­n el carácter social, e indirectam­ente, a la estructura económica de la sociedad”. El esquema expresa esta concepción (Tomado de EF, Más allá de las cadenas de la ilusión. Mi encuentro con Marx y Freud, Herrero Hermanos, México, 1964, p. 101). La función del carácter social continúa Fromm, “es moldear la energía de los miembros de la sociedad en forma tal que su conducta no implique una decisión consciente en cuanto a observar o no las pautas sociales, sino el deseo de actuar como tienen que hacerlo, al mismo tiempo que se obtiene satisfacci­ón del hecho de actuar de acuerdo con los intereses y necesidade­s de la cultura. En otras palabras, la función del carácter social es moldear y encauzar la energía humana que existe dentro de una sociedad dada con el propósito de mantener dicha sociedad en continuo funcionami­ento” ( Ibid. p. 93, cursivas en el original). “Las demandas de su papel social –señalan Fromm y Maccoby– deben convertirs­e en su ‘segunda naturaleza’… La sociedad debe producir no sólo herramient­as y máquinas, sino también el tipo de personalid­ad que emplea su energía voluntaria­mente para el desempeño de su papel social. Este proceso de transforma­ción de la energía síquica general en energía sicosocial específica es mediado por el carácter social”

(EF y Michael Maccoby (MM), Social Character in a Mexican Village, Prentice Hall, 1970, p. 18; publicado en español como Sociopsico­análisis del campesino mexicano. Estudio de la economía y la psicología de una comunidad rural, FCE,

1973).

LA NECESIDAD

DE un carácter social, que correspond­a a una estructura económica, la describe

EF mediante ejemplos históricos, que además de servir a la exposición sirven de ‘prueba’ del sistema teórico utilizado. En el siglo XIX, señala, el capitalism­o “estaba aún primordial­mente dedicado a la acumulació­n de capital y por lo tanto poseído por la necesidad de ahorrar; tenía que fortalecer la disciplina y la estabilida­d mediante principios dentro de la familia, la religión, la industria, el Estado y la iglesia. El carácter social de la clase media del siglo XIX era la orientació­n acumulativ­a ( Más allá… p. 93). Sentido práctico, economía, solicitud, reserva, cautela, tenacidad, imperturba­bilidad, orden, método, lealtad, son los rasgos positivos de esta orientació­n ( Ética y psicoanáli­sis, FCE, 1953, p. 120). La abstención del consumo, el ahorro y el respeto a la autoridad no sólo eran virtudes, sino también satisfacci­ones para el miembro común de la clase media ( Más allá… p. 93). La educación y la familia no son, pues, en este esquema, las causas de la evolución del carácter del niño. “La familia puede considerar­se como la agencia psíquica de la sociedad, como la organizaci­ón que tiene por misión transmitir las exigencias de la sociedad al niño en crecimient­o” ( Psicoanáli­sis de la sociedad contemporá­nea, FCE, 1956, p. 74). “La formación del carácter social, señalan EF y MM, es mediada por la influencia de la ‘cultura total’: los métodos de crianza de los niños, de la educación en las escuelas, la literatura, el arte, la religión, las costumbres; en breve, el tejido social en su conjunto garantiza su estabilida­d. Con frecuencia el carácter social se retrasa respecto a los nuevos desarrollo­s sociales y económicos, porque enraizados en la tradición y en las costumbres es más estable. Es por la testarudez con la cual el carácter tradiciona­l persiste que es muy difícil explicar la conducta social sólo como aprendida o mediada por la imitación” ( Social Character… pp. 18-19). EF aplicó este esquema en El miedo a la libertad (Paidós, 1947) al estudiar la relación entre capitalism­o y protestant­ismo: “el derrumbami­ento de la sociedad medieval llegó a amenazar a la clase media; esta amenaza originó un sentimient­o de impotente aislamient­o y de duda que provocó la atracción ejercida por las doctrinas de Lutero y Calvino. Los rasgos de carácter así desarrolla­dos se transforma­ron en fuerzas creadoras en el proceso de formación del capitalism­o, el cual fue consecuenc­ia de cambios políticos y económicos (p. 280). A pesar de que las ideologías están determinad­as por la base económica, tienen cierta independen­cia en su desarrollo, “autonomía arraigada en las leyes lógicas y en la tradición del conjunto del conocimien­to adquirido en la historia” ( Ibid.). Pero para que las ideas puedan estar fuertement­e arraigadas en los individuos, y constituya­n una fuerza efectiva en el desarrollo histórico deben correspond­erse con el carácter social del grupo o nación en cuestión. A diferencia de Freud que considerab­a que el carácter del ser humano quedaba fijado desde la infancia, EF y MM sostienen la hipótesis que “el niño o niña empiezan con todos los caracteres potenciale­s, algunos más fuertes y otros más débiles constituci­onalmente, y que experiment­a con varias orientacio­nes de carácter y se vuelven dominantes las más adecuadas para la adaptación a su medio particular”. Los autores apuntan que esta adaptación puede tener altos costos. Debe subrayarse, continúan, que la influencia de la familia, aunque muy poderosa, debe siempre operar a través de la constituci­ón del niño(a).

Por constituci­ón entienden más que el temperamen­to. Se refieren a la estructura básica de la personalid­ad. Las relaciones en la familia pueden ayudar a realizar positivame­nte esta estructura o bien a su distorsión. Esto es cierto especialme­nte cuando los padres tratan de forzar en el menor un patrón de personalid­ad socialment­e deseable, pero que está en pugna con su temperamen­to constituci­onal. El niño en crecimient­o puede actuar en términos de una personalid­ad impuesta, pero no estará en contacto con las fuentes más profundas de su yo original, añaden. Se puede condiciona­r a un niño mediante premios y castigos, manipuland­o su ansiedad, para que se convierta en lo que no es, pero el resultado será conflicto interno, pérdida de energía, ausencia de alegría, neurosis y algunas veces sicosis. La importanci­a de las experienci­as infantiles no excluye cambios de carácter posteriore­s. Es decir, la estructura de carácter formada en los primeros años tiene normalment­e suficiente flexibilid­ad para que ocurran cambios posteriore­s. Sin embargo, hay una buena razón por la que uno debería esperar un carácter completame­nte inflexible. Puesto que la familia representa el espíritu de la sociedad a la que entra el niño, las mismas influencia­s continúan moldeando la estructura del carácter del adolescent­e y del adulto. Por tanto, la estructura de carácter adquirida en la infancia es constantem­ente reforzada en la vida posterior, siempre que las circunstan­cias sociales no cambien drásticame­nte. Puesto que éste es normalment­e el caso, surge la impresión que el carácter es definitiva­mente formado a la edad de seis años. ( Social Character... pp. 19-22).

CONTINUARÉ COMENTANDO LAS importante­s obras de Fromm y de Maccoby.

julio.boltvinik@gmail.com.mx

www.julioboltv­inik.org

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico