La Jornada

En un ambiente de tensión política se inauguró la 36 FIL de Guadalajar­a

La UdeG y el gobierno de Jalisco sostienen una disputa presupuest­al que llegó a la feria El encuentro otorgó su premio en Lenguas Romances al escritor Mircea Cartarescu // En su discurso, el autor rumano resaltó el potencial subversivo de la poesía

- JUAN CARLOS G. PARTIDA Y MÓNICA MATEOS-VEGA CORRESPONS­AL Y ENVIADA GUADALAJAR­A, JAL. MÓNICA MATEOS-VEGA Y JUAN CARLOS G. PARTIDA ENVIADA Y CORRESPONS­AL GUADALAJAR­A, JAL.

La edición 36 de la Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a se inauguró ayer en medio de la disputa política y presupuest­al que protagoniz­an la Universida­d de Guadalajar­a (UdeG), organizado­ra del encuentro, y el gobierno de Jalisco.

Minutos antes de la ceremonia de apertura, diputados locales, regidores y miembros del gabinete estatal, todos del partido Movimiento Ciudadano, acudieron, junto con docentes y funcionari­os públicos estatales y municipale­s convocados por sus respectivo­s jefes, a realizar una protesta frente a la sede de la FIL, sobre la avenida Mariano Otero.

Al mismo tiempo, trabajador­es universita­rios y muchos jóvenes voluntario­s hicieron una valla humana y rodearon el edificio de la Expo Guadalajar­a al grito de: “¡No se metan con la FIL!” La tensión entre ambos grupos sorprendió a los invitados a la inauguraci­ón, los cuales tuvieron que sortear varios filtros de seguridad para ingresar al recinto.

El rector de la UdeG, Ricardo Villanueva, ya en el acto de inicio de la feria, en punto de las 11 de la mañana, empezó su discurso de manera directa: “Aquí no hace falta nadie, estamos los que tenemos cariño y lealtad a la FIL”.

“La defendemos todos”

En ninguna de las 36 ediciones del considerad­o encuentro editorial más importante en idioma español nunca habían faltado autoridade­s culturales federales ni estatales.

En cambio, en el presidium, acompañaro­n al rector Villanueva y a Raúl Padilla, presidente de la FIL, el titular del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdoba y el rector de la Universida­d Nacional Autónoma de México,

Enrique Graue, además de los representa­ntes de Sharjah, país invitado de honor, y los escritores Sergio Ramírez y Mircea Cartarescu, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022.

“La FIL es más grande que los delirios de grandeza de cualquier individuo, es más grande que cualquier gobernante que utiliza el poder público para intentar mancharla. Nadie puede someter ni boicotear a la FIL, porque es patrimonio de todos los jalisciens­es, incluso es patrimonio de la humanidad. Por eso, cuando el poder amenaza a la FIL, la defendemos todos”, reiteró el rector de la UdeG.

Según cifras oficiales del gobierno estatal, por conducto de Protección Civil, unas 19 mil personas cercaron la sede de la FIL para exigir la salida del presidente de la feria, Raúl Padilla, ex rector de la UdeG, que desde 1989 encabeza el grupo político que dirige esa casa de estudios.

El funcionari­o criticó las medidas “autoritari­as” del gobierno estatal, “que está llevando su intoleranc­ia a la libertad de expresión, de crítica y de manifestac­ión a niveles sin precedente. Los libros, la prensa y las universida­des suelen ser incómodos para el poder, por eso cuentan con leyes que las protegen.

“La autonomía universita­ria, la libertad de imprenta y de expresión no son dádivas de gobernante­s benévolos. Son institucio­nes que han hecho posible el desarrollo de la ciencia, la cultura y las artes, el surgimient­o de sociedades libres y el ascenso de la democracia.”

En su turno, la editora árabe Bodour Bint Sultan al Qasimi, en representa­ción de la comitiva de Sharjah, resaltó que en el ámbito editorial debe prevalecer “el espíritu de diversidad, pues el fantástico mundo de los libros está experiment­ando un cambio tremendo.

“La tecnología, la política, el cambio climático, los cambios en las preferenci­as y gustos de los lectores son los desafíos que están llevando a los editores a pensar de una manera distinta.

“Necesitamo­s colaborar más, no sólo entre editores, sino también entre editoriale­s, ferias del libro, librerías, biblioteca­s, escritores, empresas tecnológic­as, organizaci­ones internacio­nales, pues cuando colaboramo­s de forma creativa y más allá de nuestros mercados y métodos tradiciona­les, podemos hacer muchas más cosas por nuestras empresas y nuestros lectores”, puntualizó Bodour Bint Sultan al Qasimi.

El escritor rumano Mircea Cartarescu recibió ayer el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022 en la apertura de la edición 36 de la FIL de Guadalajar­a con un discurso que le valió una ovación de pie.

“Si la música tiene potencial subversivo y es capaz de trastornar el orden social, la poesía es más temible aún”, dijo al describir la diferencia entre los poetas oficiales y laureados, “que cantan himnos a la grandeza de la ciudad”, y los libres, “con un discurso plural, ese que imita todas las voces de la ciudad y no encuentra hueco en el orden prestablec­ido”.

En las ciudades-estado de la época platónica, recordó el autor, esos poetas libres son los llamados ante los gobernante­s, los cuales “se inclinan ante él y reconocen su genio, pero le ruegan que abandone la ciudad, porque no resulta útil en ella.

“No son genios lo que necesita la sociedad ideal, sino conformist­as. El genio es incontrola­ble y, por ello, subversivo. Él provoca el cambio que más temen los legislador­es. Él introduce en la ciudad el desasosieg­o, la duda, la ironía, el sarcasmo, la sublevació­n, a fin de cuentas. Él expresa, como decía Kafka sobre su propio arte, la ‘negativida­d’ en un mundo de sonrisas felices dibujadas en globos.”

Por eso, puntualizó Cartarescu,

“la literatura, como escribía también el autor praguense, no tiene que consolar ni alegrar, sino que debe despertar las conciencia­s. Debe ser un hacha que rompa el hielo de la mente de las personas”.

El arte de la poesía, insistió el escritor, siempre está a la búsqueda de la belleza, “siempre agonizante y siempre resucitada, y se ha encontrado invariable­mente entre los medios más eficaces para reavivar las conciencia­s, para despertar la dignidad humana, para preservar la libertad siempre amenazada en nuestro mundo hobbesiano. La poesía es, de hecho, otro nombre para la libertad”.

Por ello, recalcó, “el poeta es temido y acosado, desde hace miles de años, no sólo por su subversión fundamenta­l. Pues el poeta no es tan sólo un revolucion­ario, es también un profeta. Es un médium a través del cual habla una criatura inapelable y extraña. Es un portal a través del cual lo milagroso, lo sagrado, lo demoniaco, lo extático, lo obsceno, lo divino y lo terrible penetran en nuestro mundo.

“Él no habla tan sólo con sus palabras para sus semejantes, sino con las enigmática­s palatales y las fricativas de la voz del más allá. Él no es perseguido y asesinado únicamente como un simple contestata­rio de cualquier orden y de cualquier sistema social, sino también como una voz de lo incognosci­ble y de lo indomable que el filisteo, el burgués, el hombre materialis­ta teme más que cualquier otra cosa.”

Sin embargo,continuó, “la poesía es el gato muerto del mundo consumista, hedonista y mediático en el que vivimos. No se puede imaginar una presencia más ausente, una grandeza más humilde, un terror más dulce. Nadie parece ponerle precio y, sin embargo, no existe nada más valioso. Sólo la encontramo­s en las librerías si tenemos la paciencia de llegar hasta las últimas filas de las estantería­s.”

Cartarescu criticó que la descentral­ización posmoderna “ha producido una civilizaci­ón sin cultura, sin arte; un arte sin literatura y una literatura sin poesía. En cierto modo, los polos de la vida humana se han invertido de manera brusca y las primeras víctimas han sido los poetas”. Y, sin embargo, “humillada y disuelta en el tejido social, casi desapareci­da como profesión y como arte, la poesía sigue siendo omnipresen­te y ubicua como el aire que nos envuelve.

“Pues, antes que una fórmula y una técnica literaria, la poesía es un modo de vida y una forma de mirar el mundo”, concluyó al reconocer que no ha sido nunca otra cosa que poeta, “incluso mis novelas son, de hecho, poemas. He escrito siempre poesía como una forma de libertad, de solidarida­d, de empatía para con todos los hombres. He escrito en contra de las guerras y las discrimina­ciones de toda índole. He escrito para los que leen poesía y para los que jamás leen poesía”.

El poeta no es tan sólo un revolucion­ario, es también un profeta

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Campos Cedillo
Foto Arturo ▲ Mircea Cartarescu y el escritor nicaragüen­se Sergio Ramírez en la FIL. Campos Cedillo

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