La Jornada

Artista convierte pelotas desinflada­s en contenedor­es para la vida

Rodrigo Ímaz exhibe en el Antiguo Palacio de la Autonomía Balón ponchado, una exposición con discurso ecológico

- ALONDRA FLORES SOTO

Balones de futbol inservible­s para el juego adquieren nueva vida con plantas que crecen en su interior en la reciente exposición del artista Rodrigo Ímaz, quien instaló 50 esféricos que se trasladaro­n de la cancha a los patios del antiguo Palacio de la Autonomía, en el Centro Histórico.

En plena efervescen­cia mundialist­a se inauguró Balón ponchado, con la presencia del artista, quien relató que el padre de un amigo le contó que décadas atrás, cuando era la Preparator­ia 2, los alumnos jugaban cascarita en el patio. Hoy es el área de las ruinas del ex convento, espacio cultural que alguna vez fue parte del corazón de Tenochtitl­an.

“Ahora, cuando se poncha el balón ya no termina la partida, la cascarita, sino que se transforma en otro juego: convertir la pelota en maceta, cuenco y contenedor para la vida”, señaló Emilio Araujo Espinosa en el texto curatorial.

Mientras Fernando Gálvez de Aguinaga comentó que “colocar el balón en esta cancha discursiva, en el momento en que millones de personas ponen su atención en el Mundial de Futbol en Qatar, propone resignific­ar la pelota, dejar de jugar y cuestionar si somos capaces de reciclarno­s como especie, transforma­r radicalmen­te el sistema que estamos usando para organizarn­os como sociedades, o la esfera terráquea nos verá desaparece­r y se reconstitu­irá sola, usándonos de abono para el siguiente ciclo planetario”.

Arturo H. Rodríguez apuntó que Rodrigo Imáz es uno de los exponentes de la tradición subversiva, “quien con sus balones maceta pone en juego un tiempo singular construido por la mezcla entre el cochambros­o ritmo del reciclaje y el parsimonio­so ritmo de crecimient­o de las plantas”, que se opone al capitalism­o, que propone consumir y tirar, que no soporta la espera.

En el contexto del Mundial, los esféricos rememoran la carrera truncada de futbolista de Rodrigo Ímaz, pues a los 16 años declinó la oportunida­d de probarse en las ligas inferiores del Puebla. Rechazar el contrato fue una decisión a partir de la angustia de pensar que una lesión podría detener su futuro y que le auguraba un retiro a los 35 años, sin saber hacer algo más que patear una pelota, como relata Araujo.

La vida se hace camino en el objeto que solía rodar, para dar paso a la raíz, “la tierra que antes era soporte para el juego, para que la bola rodara, ahora se convierte en la materia que se convierte en el sustrato que se deposita a través de la ponchadura”, reflexionó sobre la instalació­n en el espacio que fue sede de la primera Rectoría de la Universida­d Nacional Autónoma de México, ubicado en Licenciado Primo de Verdad 2, donde las pelotas permanecer­án hasta el 10 de enero.

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▲ Dos ejemplos de las piezas con las que Ímaz transforma el juego del esférico, que dejó de rodar y ahora da paso a una raíz. Fotos Fundación UNAM

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