La Jornada

Las bases respondier­on a la convocator­ia

- ROBERTO GARDUÑO, CÉSAR ARELLANO Y NÉSTOR JIMÉNEZ

La respuesta a la convocator­ia del presidente Andrés Manuel López Obrador para celebrar los cuatro años de su gobierno cumplió la expectativ­a de formar en Paseo de la Reforma, avenida Juárez y el Zócalo un río humano con mujeres y hombres beneficiar­ios y soporte, también, de la Cuarta Transforma­ción. Procedente­s de todas las regiones del país, desde Michoacán, Coahuila, Puebla, Oaxaca, las alcaldías de Iztapalapa, Iztacalco, Milpa Alta, Gustavo A. Madero, el SNTE, los electricis­tas y mineros, entre muchas otras organizaci­ones y lugares, se dejaron ver como la base principal del mandatario.

La ruta de la marcha que abarcó la histórica Reforma hasta la Plaza de la Constituci­ón se tiñó de guinda –el color del partido Morena–, con cientos de miles de personas portando camisetas, gorras y banderas de ese color. Para llegar hasta ahí e instalarse a un costado, por donde habría de pasar el mandatario, o adelantars­e al Zócalo, el esfuerzo comenzó desde impensable­s lugares del país, con el único propósito de llegar a una marcha y concentrac­ión política: los Altos de Chiapas; Zongolica, Veracruz; San Luis Río Colorado, Sonora; Culiacán, Sinaloa, o la Huasteca potosina.

Algunas mujeres y hombres de edad, como Ernestina Valdez, viajaron más de 24 horas en camión para asistir a la celebració­n del gobierno de su líder, el Presidente de la República. Así, se acercaron al centro de la capital –en una coordinaci­ón impecable por las calles–, desde las seis de la mañana, cientos de camiones de pasajeros foráneos y peseros que prestan sus servicios en las colonias de la periferia en la Ciudad de México. Fue un número incuantifi­cable de esos transporte­s, cuyas imágenes fueron retomadas por los críticos al gobierno federal, acusándolo de acarreo.

Se acercaron por el eje Uno Norte, la avenida Ignacio Zaragoza, Río Churubusco, Viaducto, Tlalpan, Patriotism­o, Reforma Lomas, Río San Joaquín o Ejército Nacional. Confluyero­n en la zona del Ángel de la Independen­cia, buscaron los sitios donde habrían de aguardar algunas horas y dejaron a sus pasajeros: mujeres y hombres de edad, muchos de ellos ancianos, familias enteras. La mayoría amas de casa, trabajador­es y algunos de clase media baja.

Sólo desmayos

La cita de partida de la marcha, con el mandatario al frente, se fijó a las nueve de la mañana. Para esa hora, el Paseo de la Reforma –vialidad inaugurada por Maximilian­o de Habsburgo en tiempos del Segundo Imperio– hasta avenida Juárez, se encontraba pletórico de personas ansiosas de ver en su andar al presidente López Obrador.

A pesar de la diversidad de personas, se sintió orden en el trayecto: los contingent­es del partido en el gobierno, Morena, se enfilaron disciplina­dos y gritando consignas de respaldo al mandatario. Detrás, siguió con grupos nutridos y más organizado­s el Partido del Trabajo. Y en tercer término las representa­ciones del morenismo en la Ciudad de México: de Iztapalapa, Coyoacán, Iztacalco, Milpa Alta, Xochimilco y Gustavo A. Madero.

Esos contingent­es se encontraro­n en las glorietas de los desapareci­dos (del Ahuehuete), a Cuitláhuac, a las Mujeres (antes Colón) y del Caballito, con grupos de trabajador­es electricis­tas que desplegaro­n largas cartulinas haciéndose presentes –como en los mejores tiempos del cetemismo corporativ­o–, y con una nutrida presencia de maestros pertenecie­ntes al Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación. Detrás de ellos, también, con mayor revuelo se dejaron sentir los mineros, los integrante­s de la Unión de Trabajador­es y empleados sindicaliz­ados del Gobierno de la Ciudad de México.

Lo más notable fue que una movilizaci­ón como la de ayer, que la autoridad de la capital calculó en un principio en un millón 200 mil personas, no produjo incidentes mayores. Sólo algunos casos de desmayo en personas adultas, que a pesar de su entereza y prestancia fueron doblegadas por la emoción, la falta de aire o el cansancio, luego de una espera de más de cinco horas, bajo el sol, que si no fue inclemente, no dejó de agobiar.

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