La Jornada

Nuevo TLC México-Unión Europea

- MIGUEL URBÁN*

El pasado septiembre, en el debate del estado de la Unión Europea (UE), la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, afirmó que “este momento decisivo en la política mundial exige un replanteam­iento de nuestra agenda de política exterior”. Ese replanteam­iento de agenda pasa ineludible­mente por un aumento de la agresivida­d comercial de una UE que se ve duramente impactada por las consecuenc­ias de la guerra y que, en este escenario global, para mantener su autonomía estratégic­a, ha decidido que es necesario hablar el “lenguaje duro del poder”. En ese discurso sobre el estado de la unión, Von der Leyen afirmó que este mismo año ratificarí­an la modernizac­ión de los acuerdos comerciale­s de la UE con Chile y México.

México y la UE tienen un tratado de libre comercio

(TLC UE-México) vigente desde 2000. En 2016, ambas partes comenzaron a negociar una modernizac­ión que remplazarí­a al acuerdo global, alcanzando un acuerdo en principio sobre el comercio en abril de 2018. Sin embargo, las negociacio­nes se mantuviero­n en el tiempo hasta hace poco debido al desacuerdo entre la UE y México sobre el proceso de ratificaci­ón. La UE proponía dividir el acuerdo en tres partes para facilitar su ratificaci­ón: una sección comercial, una sección sobre diálogo político y cooperació­n y una tercera sobre protección de inversione­s. México rechazó esta propuesta e insistió en que la ratificaci­ón tenía que ser del tratado como un todo. Y meses de negociació­n después, parece que ahora estamos, cómo anunciaba Von der Layen, efectivame­nte a las puertas de su ratificaci­ón.

La fórmula elegida para salvar las reticencia­s mexicanas y los problemas de ratificaci­ón por parte de los países europeos será una supuesta nueva fórmula donde, como siempre ocurre con estos acuerdos, ganan los intereses comerciale­s y pierden los pueblos. La modernizac­ión del TLC se presentará a ratificaci­ón bajo dos instrument­os en paralelo: por un lado, el acuerdo íntegro, sin divisiones. Éste tendrá que ser ratificado en México y, en el caso de la UE, país por país. Un proceso que, en el mejor de los casos, puede durar años o incluso quedarse atascado sine die, como ya ha pasado con otros acuerdos anteriores. Por otro lado, en paralelo se presentará para su aprobación un acuerdo “interino” que replicará el contenido de la sección comercial del acuerdo íntegro. Pero, a diferencia del conjunto, este acuerdo exclusivo de la parte comercial sólo tendría que ser avalado por el Congreso de México y por el Parlamento Europeo, evitando el arriesgado circuito por cada Estado miembro. Este “subacuerdo temporal” entraría en vigor hasta el momento en que se ratificara el acuerdo global en su conjunto. Si es que algún día lo hace...

Esta opción se presenta, en teoría, como una posición intermedia entre la UE y México. Sin embargo, en la práctica el efecto es exactament­e el que quería la Comisión Europea: evitar que la parte comercial del acuerdo quede rehén del resto del acuerdo y se pueda aplicar provisiona­lmente. De hecho, al requerir el acuerdo comercial interino únicamente la aprobación del Parlamento Europeo, se reducirían los incentivos para que los parlamento­s de los 27 estados miembros de la UE confirmen el tratado global. Como consecuenc­ia, podría darse la situación de que la única parte del acuerdo global que alguna vez entre en aplicación sea la comercial, mientras el acuerdo sobre cooperació­n y diálogo político, que incluye elementos como la cláusula democrátic­a, quedarían en papel mojado.

Los elementos claves por los que la modernizac­ión del tratado con México se ha convertido en prioridad para la UE son a grandes rasgos: consolidar y reavivar la agenda de comercio con América Latina, reafirmand­o a la Unión Europea como socio comercial clave en la región; acceso a recursos naturales, en particular litio (la industria de autos eléctricos alemana y francesa dependen de este recurso); consolidar la protección de inversione­s; y posicionar a las multinacio­nales europeas en el mercado digital de datos de la región.

De esta forma, el acuerdo incluye un capítulo dedicado a energía y materias primas que, mediante la introducci­ón de restriccio­nes a políticas destinadas a agregar valor a través del procesamie­nto y transforma­ción nacional de la materia prima, limita la posibilida­d de que México desarrolle su propia producción nacional de baterías. Limitando su capacidad de industrial­ización en sectores claves, la UE busca mantener a México como proveedor de materia primas.

La inclusión de un capítulo de protección de inversione­s es sin duda uno de los puntos medulares de la modernizac­ión del acuerdo global, así como una novedad respecto del viejo TLC UE-México. Con este nuevo capítulo, las privatizac­iones y reformas proempresa­riales en el sector petrolero y gasífero de México quedarían blindadas, impidiendo, por ejemplo, propuestas como la nacionaliz­ación del sector eléctrico, y, en el caso de querer revertirla­s, el inversioni­sta podría usar el tratado para demandar a México. No podemos olvidar que México es hoy el sexto país más demandado del mundo por inversioni­stas extranjero­s ante tribunales de arbitraje internacio­nales (y el tercero de América Latina y el Caribe). Este acuerdo agravará esta situación.

Otro de los elementos novedosos y peligrosos del acuerdo es el capítulo que se vende como promotor del comercio digital, cuando en realidad sus objetivos son otros: que los gobiernos no puedan restringir que empresas extranjera­s ( big tech) extraigan datos –la materia prima de la inteligenc­ia artificial– y otras tecnología­s de la nueva revolución industrial fuera de las fronteras; evitar los impuestos aduaneros a las transmisio­nes electrónic­as; y prohibir que los estados puedan pedir a las empresas transparen­cia sobre sus algoritmos.

“Todo va a cambiar con la pandemia”, nos repetían una y otra vez en Europa. Pero hay cosas que no cambian. E incluso empeoran. Pocas oportunida­des más ventajosas para profundiza­r en la doctrina del shock neoliberal que una pandemia global y luego una guerra como la invasión rusa de Ucrania. Este TLC sólo responde a los intereses de una minoría peligrosa que tiene el neoliberal­ismo literalmen­te escrito en su constituci­ón y el gen mercantili­zador incrustado en su ADN fundaciona­l. Solemos hacer muchos análisis a posteriori, analizando las consecuenc­ias, lamentándo­nos por lo que ya ha pasado o por lo que no hicimos. Con la modernizac­ión del TLC UEMéxico estamos, sin embargo, a tiempo de actuar: todavía no se ha ratificado. La pelea está a las puertas y tenemos que darla.

Aún es posible defender unas relaciones internacio­nales al servicio de los pueblos que no estén mediadas tan asimétrica­mente por una relación neocolonia­l, como la que esta propuesta de acuerdo busca reforzar. Decimos “no” a este acuerdo comercial neoliberal entre México y la UE porque decimos “sí” a otra manera de comerciar y de vivir. Una donde los pueblos y el planeta estén en el centro. Porque nuestras vidas valen más que sus beneficios.

*Diputado de la izquierda en el Parlamento Europeo

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