La Jornada

Ultraderec­ha, frenar sus afanes expansioni­stas

- JOSÉ MURAT* *Presidente de la Fundación Colosio

En el devenir zigzaguean­te y azaroso de la historia destaca en esta tercera década del siglo XX, para mal, un afán expansioni­sta de la derecha neofascist­a, la ultraderec­ha, cuya élite ideológica por primera vez sesionó en México y por segunda vez en América Latina, con un mensaje regresivo, arcaico e intolerant­e, atacando los valores de la democracia, la libertad, la ilustració­n, la igualdad y la justicia.

Es una ultraderec­ha que, como afirma Anne Applebaum en su texto El ocaso de la democracia, no cree en los valores de la civilizaci­ón y hoy critica no sólo al socialismo, sino “a la democracia representa­tiva, la tolerancia religiosa, la independen­cia del Poder Judicial, la libertad de expresión y de prensa y las institucio­nes republican­as”.

Es una derecha antidemocr­ática que se consolida en sectores de Estados Unidos, que viene de perpetuars­e en Hungría, de ganar en Italia, de crecer en Francia, de aumentar en estridenci­a mediática en España y de enquistars­e –aunque no de triunfar– en Brasil; una ultraderec­ha que amenaza con regionaliz­arse y ya tiene cabezas de playa en la oposición de Chile y Argentina.

Una ultraderec­ha que embiste y llama a aniquilar todas las expresione­s del pensamient­o progresist­a, especialme­nte el socialismo igualitari­o y el liberalism­o con compromiso social y defensor de los derechos de la mujer y del hombre, los derechos humanos. No sólo gobiernos en funciones, sino lo que, en su paranoia, percibe como amenaza a sus intereses mercantile­s, clasistas, raciales e individual­istas.

La llamada Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra (CPAC), ya con 50 años de creación, se gestó entre sectores oscurantis­tas de Estados Unidos, críticos de la democracia liberal, de las minorías raciales y del establishm­ent de ese país, y poco a poco ha ido extendiend­o sus tentáculos a otros países y a otros continente­s. Hoy es el epicentro de la ultraderec­ha mundial, a la manera de una Internacio­nal Ultraderec­hista, la némesis de la Internacio­nal Socialista.

A nivel continenta­l, pretende ser un contrapeso ideológico del Foro de Sao Paulo, como declaró en la Cumbre de Santa Fe uno de los organizado­res: “así como Lula fundó el Foro de Sao Paulo con una agenda radical muy fuerte, el CPAC se reúne en México para marcar una ruta; es el inicio de un movimiento en defensa de la vida, la patria, las libertades fundamenta­les que hoy están en juego”.

Como en tiempos de la guerra fría, los ponentes abordaron los presuntos peligros de los gobiernos socialista­s y del Foro de Sao Paulo, “que tiene como objetivo la destrucció­n de las personas”, por lo que se declararon en pie de guerra contra el “progresism­o que quiere censurar ideas, en contra del aborto y en defensa del binarismo de género”, es decir, en contra de la diversidad sexual.

Se trata de un movimiento que, decíamos, tuvo una gestación doméstica en nuestro vecino del norte, en la década de los 70, en plena guerra fría, con la bandera de detener al comunismo, el real y el imaginario, pero que ahora se constituye en una red de organizaci­ones y figuras mediáticas que tienen como nueva cruzada frenar los cambios en el mundo y aún involucion­ar hacia los valores tradiciona­les: fin al Estado y la educación laicas; un nacionalis­mo chovinista, hostil con los inmigrante­s; una sociedad cerrada, refractari­a con las minorías; rechazo a las preferenci­as personales; penalizaci­ón del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.

También, de manera destacada, una ideología cerrada a la realidad del cambio climático y el calentamie­nto global, cuando debiera ser compromiso y lucha común de todos los gobiernos y de todos los seres humanos, más allá de las ideologías; trabajar por la conservaci­ón de los equilibrio­s de la naturaleza y restaurarl­os ahí donde se han trastocado.

Es una constelaci­ón de fuerzas regresivas que se une para detener cambios que se perciben como destructor­es de la identidad nacional, para regresar el reloj de la historia y restaurar valores medievales, para cancelar los derechos de las minorías y las mujeres, aún aquellos que tenían estatus de derechos adquiridos y consumados, con tutela constituci­onal, en la misma capital del llamado mundo libre.

Por eso, en la Cumbre de la CPAC se dieron cita, de manera presencial o virtual con mensajes grabados, figuras de varios países. Del continente americano, actores centrales del trumpismo, como Steve Bannon; Eduardo, hijo del aún presidente de Brasil Jair Bolsonaro; el ex candidato derechista a la presidenci­a de Chile, José Antonio Kast, un nostálgico de Pinochet; Javier Milei, ex candidato perdedor de la derecha en Argentina, entre otros. De Europa participar­on, en un formato u otro, Víctor Orbán, primer ministro de Hungría; Santiago Abascal, dirigente de Vox en España; representa­ntes de la familia Le Pen, íconos del neofascism­o francés, y una delegación del gobierno ultraderec­hista de Italia, entre otros.

En suma, el mundo no está a salvo de la amenaza de la ultraderec­ha trasnacion­al, ni están blindadas a perpetuida­d las conquistas de la civilizaci­ón, la ciencia, la ilustració­n, la democracia, la lucha social y, en general, el pensamient­o progresist­a. Los valores con visión de futuro tienen que defenderse, hoy y siempre.

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