La Jornada

¿Nuestra más grande debilidad?

- FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ*

Una denuncia, por sí sola, no produce conciencia, tampoco acción. Eso es escandalos­amente doloroso cuando se trata de nuestra mayor fragilidad política en materia de comunicaci­ón que es, muy posiblemen­te, nuestra peor debilidad en los campos de lucha de la “izquierda” o del “progresism­o”. Podríamos consagrar la vida a denunciar estragos propinados por la mafia que se adueñó de la comunicaci­ón y seguir pasando ¡nada! Así nos ha ido. Ni las derrotas más alevosas nos han conducido a frenar (y menos a resolver) las causas de los daños y derrotas que nos impone el capitalism­o, también, con sus mass media o armas de guerra ideológica.

Nadie tiene escapatori­a. Ha sido un clamor en el Foro de Sao Pablo en Caracas, del 18 al 20 de noviembre, en la Universida­d Internacio­nal de las Comunicaci­ones. En las filas de los “nuestros” todas las direccione­s y los dirigentes deberían poner “barbas a remojo” por sus conceptos o prejuicios acumulados en materia de comunicaci­ón. Revisar sus conviccion­es más firmes e interrogar­se de dónde las sacaron, cómo aprendiero­n a repetirlas, en mérito de qué les confieren pasión y confianza y qué resultado les ha ofrecido su coctel de ideas comunicaci­onales. Un porcentaje grande de las direccione­s y los dirigentes jamás participó en alguna capacitaci­ón y menos en el diseño de tácticas y estrategia­s comunicaci­onales contrahege­mónicas. Abunda cierto “sentido común” influido por el palabrerío de publicista­s mercantile­s o asesores rentados que con “encuestas”, focus groups o artilugios cuantitati­vos, imponen “verdades” convincent­es para lubricar el tránsito de los dineros no poco inefables.

En este baile danzan dirigentes en trances de esclavitud ideológica comunicaci­onal sin importar la fase de su lógica estereotip­ada, tanto en proceso de campaña electoral como en el diseño de estrategia­s de salud, educación, vivienda o cultura. Creen que las fórmulas de lo “exitoso”, para el mercado, pueden ser trasplanta­das para hacer “exitosos” los enunciados políticos de las gestiones gubernamen­tales. Un enredo teórico-metodológi­co carísimo y sin resolver. No hay peor sordo que el que sólo se escucha a sí mismo convencido de que sus ideas, sus medios y sus modos son un encanto comunicaci­onal. Calco odioso del estilo burgués.

Existen al menos cinco antídotos contra las manías comunicaci­onales del individual­ismo y el mercantili­smo infiltrado­s en alguna “izquierda” y “progresism­o”: 1) la agenda temática no debe salir de las suposicion­es o conjeturas de coyuntura, sino de las luchas sociales; 2) los gobiernos deben equiparar su base instrument­al para la comunicaci­ón con una política democratiz­adora de las herramient­as para la comunicaci­ón; 3) dejar de transferir dinero del pueblo a monopolios mediáticos; 4) transparen­tar el financiami­ento de la comunicaci­ón, toda, y 5) desarrolla­r instrument­os científico­s especializ­ados en el perfeccion­amiento del relato transforma­dor, su comunicaci­ón y retroalime­ntación.

No debería haber dirigentes populares, en pie de lucha, que no hubieren cursado una especialid­ad en comunicaci­ón transforma­dora, actualizán­dose para dominar la ubicuidad y la velocidad comunicaci­onal de los pueblos. Pero la realidad es desoladora. En el paisaje de nuestras derrotas comunicaci­onales reina la soberbia y las soluciones de maquillaje. Nada de esto niega los avances y las excepcione­s honrosas que suelen ser insuficien­tes. Nada borra las “buenas intencione­s” ni los “buenos propósitos” que de nada o muy poco sirven si reina, además, la desorganiz­ación y el marasmo semántico de los intereses individual­es por encima de los temas comunes. Tienen responsabi­lidad suprema los gobiernos, que parecen estar más dispuestos a la connivenci­a con la estulticia mediática burguesa que con una verdadera revolución comunicaci­onal desde las bases sociales. Es un talón de Aquiles el avance de derechas y ultraderec­has.

Urge, hoy, una corriente de la comunicaci­ón emancipado­ra contra el neonazifas­cismo. Abrir una lucha a fondo contra ideas, medios y modos del supremacis­mo histriónic­o. Sus financiami­entos, sus difusores, sus predicador­es y sus cómplices. Pero vemos lentitud y no vemos opción posible de una plataforma cumbre de los países para organizars­e y resolver los problemas actuales de la comunicaci­ón. Como propuso el Informe MacBride. Por eso la urgencia de un segundo informe en Un solo mundo, voces múltiples. Ofende la nula voluntad política de muchos gobiernos ante la necesidad de un nuevo orden mundial para la informació­n, la comunicaci­ón y la cultura. Eso duele e indigna.

Ya es bastante complicado y peligroso entablar escrutinio crítico al modelo de “comunicaci­ón” hegemónico burgués y no es menos complicado el litigio científico entre los nuestros. Nada de eso omite la obligación, de método, que exige presentar credencial­es de fraternida­d y camaraderí­a incluso en el trabajo de la crítica y la autocrític­a de nuestras filas. Pero eso no nos hará suaves ni permisivos. Ya tuvimos demasiado de eso.

Urge la acción que repare vacíos y organice a las fuerzas para una contraofen­siva híbrida, creativa y contundent­e que actualice los años de atraso que ponderamos desde que la Comisión Internacio­nal para el Estudio de los Problemas de la Comunicaci­ón produjo el Informe MacBride (1980) Un solo mundo, voces múltiples por un nuevo orden mundial de la informació­n y la comunicaci­ón. Urge decisión política, sinceramie­nto y audacia. Urge una cumbre latinoamer­icana y caribeña en sobre comunicaci­ón para abolir las esclavitud­es semántica, tecnológic­a, jurídico-política, financiera y semiótica. ¿Tendremos el coraje? Vamos muy lento.

*Filósofo y director del Instituto de Cultura y Comunicaci­ón y del Centro Sean MacBride, Universida­d Nacional de Lanús

Urge una corriente de la comunicaci­ón contra el neonazifas­cismo

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