La Jornada

REPORTE ECONÓMICO/ Una ventana para la integració­n de América Latina

- DAVID MÁRQUEZ AYALA

LA HISTORIA NOS enseña cuán difícil es una alineación de los astros para propiciar un gran cambio, y cuánto más difícil es que tal fenómeno se empate con los ejecutores adecuados para generar la sinergia de las grandes transforma­ciones. Hoy los cambios en el escenario mundial están abriendo una ventana de posibilida­d a la integració­n latinoamer­icana.

MÁS DE SEIS décadas han transcurri­do desde la fundación en 1960 de la primera Asociación Latinoamer­icana de Libre Comercio (Alalc luego Aladi) que buscó sin éxito emular al reciente mercado común europeo. Desde entonces más de 200 tratados y acuerdos regionales, subregiona­les y binacional­es se han firmado y negociado en América, incluyendo la propuesta de Estados Unidos en 1991 para crear el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) que no prosperó salvo con México que en 1993 firmó el TLCAN, nefasto acuerdo que desarticul­ó y desnaciona­lizó nuestra economía y nos convirtió en plataforma maquilador­a y consumidor de foráneos.

EN AMÉRICA LATINA han sido bloqueados o destruidos todos los intentos de integració­n y fortalecim­iento autónomo. Es claro que en la óptica de Washington (y Europa) no se dejará que prospere ningún acuerdo integracio­nista si sus empresas y capitales no se benefician. Debemos, según ellos, seguir aportando los recursos naturales, la fuerza de trabajo barata y el mercado, y ellos usufructua­ndo la transforma­ción, la cadena del valor agregado y la riqueza que se genera.

HOY PARECEN PERFILARSE condicione­s propicias para que América Latina relance y consolide un proceso propio de integració­n que supere su vergonzosa dependenci­a y subordinac­ión a las metrópolis y al capital global, y libere su enorme potencial de desarrollo económico y social para sus pueblos. Ocho naciones (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú), las de mayor peso demográfic­o y económico (Gráfico 1) con 84 por ciento del PIB regional (sin datos sobre las inaceptabl­emente excluidas Cuba y Venezuela), todas con gobiernos progresist­as parecen dispuestas a crear un nuevo mecanismo de integració­n que supere lo existente y cohesione en firme a la región.

PARA NO INCURRIR en los mismos errores, muy convenient­e sería que el nuevo esfuerzo se propusiera un replanteam­iento conceptual y operativo del mecanismo de integració­n; a tal efecto exponemos:

• El organismo rector, al que llamaremos Aladi-2 (Asociación Latinoamer­icana de Integració­n) totalmente renovado tendrá reglas amigables y sencillas, pero eficientes y firmes para los países miembros.

• Su objetivo central será el aprovecham­iento óptimo de los recursos naturales, humanos y científico-tecnológic­os al alcance para el efectivo desarrollo económico y social de la región; y para una mejor inserción en la economía mundial.

• Un comercio intrarregi­onal tan libre como sea posible pero sin atentar contra el desarrollo pleno de cada economía; un esquema que favorezca la transforma­ción industrial y la agregación de valor en cada país sin que el libre comercio las inhiba; una industrial­ización propia (y desarrollo de servicios) enfocados a generar empleo productivo para toda la población (el modo primigenio de inclusión social) con métodos y tecnología­s intensivas en trabajo humano aunque no sean altamente “competitiv­as” frente al esquema de automatiza­ción global. Los beneficios arancelari­os que se otorguen entre los países miembros en su comercio serán para empresas con mínimo regional de 60 por ciento en su capital, mínimo de 80-90 por ciento de insumos regionales en los productos y 100 por ciento en los servicios. Con ello no se desplaza a las empresas extraregio­nales pero las obliga a integrarse. • El eje de la nueva integració­n no sería sólo el comercio sino la integració­n productiva, esencialme­nte de bienes y servicios básicos y estratégic­os en los que se buscaría autosufici­encia nacional y regional prioritari­a en: alimentos, energía, medicament­os, e infraestru­ctura esencial; producción básica para la seguridad de la región con grandes empresas multinacio­nales (de capital público) que garanticen a los estados miembros el abasto esencial. Inversione­s más comerciale­s con participac­ión privada regional complement­an el proyecto.

• Un sistema financiero integrado, sólido y supervisad­o, con un banco central latinoamer­icano serán elementos imprescind­ibles.

• Una red de comunicaci­ones y movilidad.

• Un sistema fiscal homologado en particular para el ISR al ingreso personal y a las utilidades de las empresas; con exclusión de todo tipo de paraísos fiscales por la facturació­n apócrifa, lavado de dinero y evasión-elusión que realizan.

• Un compromiso firme con la preservaci­ón y mejora del medio ambiente.

NOTA: Con o sin integració­n, consideram­os válido para México tomar en cuenta en lo conducente estos principios.

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