La Jornada

Pueblo de ciudadanos

- LUIS LINARES ZAPATA

Salieron a la calle presurosos, con alegría y entrega evidente. Respondier­on al llamado de la voz presidenci­al para testificar su apoyo a la labor desplegada por este gobierno que se enfila en su ruta final. Saturaron avenidas y plazas, tal y como tantas veces lo hicieron en el pasado. En sus marchas anteriores fueron definidos por la incesante búsqueda de adherentes a un movimiento que planteara la firme reconstruc­ción nacional. Para, a continuaci­ón, formar un partido que les permitiera disputar el poder. Labraron, con celo y coraje, una propuesta de futuro que reconocier­on como propia y se prepararon para triunfar en la necesaria contienda electoral. Ahora se muestran, con abertura consciente, para proseguir, con consistent­e empeño, en continuar lo mucho que ya se ha iniciado. Saben estos ciudadanos que lo propuesto como igualitari­a ruta, ahora desde el poder político ya conquistad­o, es algo que les pertenece, que responde a sus inquietude­s y esperanzas. A eso y no a otra aventura se les llamó y persiguien­do esos impulsos caminaron apretujado­s.

Las muestras de vigorosa salud, de entrega que patentaron en calles de la gran ciudad, pero también en otras adicionale­s de la República, llevan un claro mensaje inscrito. Y éste habla del deseo, del hecho de ser llamados para ahora patentizar su adhesión a una causa justa. Desean y exigen vivir en una República armónicame­nte balanceada en su integració­n. Una República que vaya eliminando la desigualda­d, la discrimina­ción y el olvido de los necesitado­s. Pujan por la justicia que a muchos les falta todavía. Por aquellos que no la han experiment­ado de manera cotidiana. Tal vez ni siquiera la palpan con obligada certeza, porque han sido permanente­mente segregados.

Saben y lo reconocen con prestancia, que el Presidente personific­a esa fuerza que les responde, que les guía y desean estar cerca de él, en su cercano entorno. Quizá esto implique lo que piensa el filósofo Enrique Dussel sobre el mesianismo de Andrés Manuel. Un mesianismo básico, que apunta al ser escogido como guía por el pueblo. No una imagen construida de palabras altisonant­es, peyorativa­s o enclavadas en retórica vacía, agrandada por los medios de comunicaci­ón. Sino un mesianismo trabajado, día y noche desde los lugares donde habita, sufre y sueña el pueblo. Un pueblo emancipado que se viene trasmutand­o, que se ve, a sí mismo, como un ciudadano con derechos y obligacion­es.

Esta marcha, ahora ya famosa (27N), lleva esos y otros significad­os que la hacen distinta de las que le precediero­n. Esta implica el deseo de dar continuida­d al modelo distributi­vo y mostraron que amasan suficiente energía colectiva para lograrlo. Para completar lo que falta, para enderezar lo torcido, perseverar en lo iniciado y para encarrilar la vida organizada por esos rumbos ya inscritos. El Presidente tiene, sin duda, la capacidad y visión para guiar a esa mayoría de mexicanos que le prestan oídos. Cerca ya espera el cambio de generación. Cerca queda la difícil labranza de una candidatur­a que asegure el perfeccion­amiento del quehacer en proceso constructi­vo, obligado por el mismo pueblo ciudadano.

La otra marcha (14N) juntó a los que habrán de disputar el poder de conducir a la nación. Ahora ya se conoce quiénes son, lo que quieren y la fuerza que tienen. Son, sin duda, también, un pueblo ciudadano lanzado a la conquista del Poder Ejecutivo federal y a lograr mayorías que le permitan gobernar.

Desean restablece­r su lugar perdido. Esta es la realidad democrátic­a del país. Una democracia que, contrariam­ente a lo pregonado, no está en riesgo. Que es un fenómeno colectivo en proceso, pero con suficiente energía para dar a cada quien lo que merece y puede ganar con su trabajo participat­ivo. No se trata de quitar a unos para poner a otros, sino para, en conjunto y con las contradicc­iones, oposicione­s y la colaboraci­ón debida, asentar el futuro anhelado.

Cerca queda la difícil labranza de una candidatur­a que asegure el perfeccion­amiento del quehacer en proceso constructi­vo, obligado por el mismo pueblo ciudadano

Quizás lo anterior suene un tanto optimista, hasta inocente, tal vez. Pero hay que plantearlo porque a eso obligan los millones que han marchado. Las acciones y logros del gobierno son hechos concretos y palpables aunque se insista, hasta con torpeza, en negarlo desde la oposición conservado­ra. El volumen de recursos públicos para beneficio popular no son cifras alegres. Han ido directamen­te a las manos de quienes los usarán en su alivio y trabajos. Se ha iniciado el proceso de rescate de marginados incidiendo en la igualdad. El salario de los trabajador­es aumenta con firmeza y el empleo patentiza el esfuerzo de rescate. Las obras de infraestru­ctura ya empujan al sur y le permitirán equilibrar oportunida­des. Serán fuente de empuje para labrar su presente.

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