La Jornada

Las izquierdas ante Dora María Téllez

- RAÚL ZIBECHI

Tiempo atrás, Mónica Baltodano comentaba que la represión de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo es aún peor que la de Anastasio Somoza, contra quien se levantaron en armas los sandinista­s. Confieso que la afirmación de Mónica me dejó helado y pensaba que era exagerada. Cuando seguimos el caso de Dora María Téllez, las piezas del régimen se fueron armando.

El pasado fin de semana su hermano, Óscar Téllez Argüello, informó que Dora María recibiría el título honoris causa por la universida­d Sorbona, en París, Francia, “en reconocimi­ento a una vida de entrega a la defensa de la justicia social y la democracia”. Desde la cárcel envió el mensaje de que el título, que recibió en su nombre el periodista Carlos Fernando Chamorro, lo dedica a los presos y presas políticas comprometi­dos con la libertad en su país.

“Mi hermana les expresa, además de su gratitud, su firme decisión de continuar la lucha a pesar de las torturas e inhumanas condicione­s carcelaria­s a las que están sometidas las personas presas políticas. Desea que este reconocimi­ento sirva para resaltar y crear más y más conciencia sobre la importanci­a de denunciar cada día más y con más fuerza las atrocidade­s del régimen OrtegaMuri­llo, que ha sometido a todo un pueblo a un régimen de absoluto silencio y terror”, señala su hermano Óscar.

Dora María se encuentra presa en El Chipote desde junio de 2021, acusada de “traición a la patria”. “No hay luz ni para distinguir la pasta dentífrica en el cepillo”, explicó Chamorro sobre la celda donde sobrevive Téllez, de 67 años (https://bit.ly/3ielV8l). Al aceptar el título en nombre de la prisionera, Chamorro llamó a los movimiento­s y gobiernos izquierdis­tas de Latinoamér­ica a alzar la voz contra el régimen nicaragüen­se y dijo: “No se puede justificar una dictadura en nombre de la izquierda”.

Ahí está el nudo del problema. Si hoy no asistimos a una amplia campaña por su libertad y denuncia del régimen Ortega-Murillo, es precisamen­te porque a la izquierda y al progresism­o no les interesa. Porque sólo miran al poder; todo lo apuestan al poder, y en aras del poder sacrifican la ética y la dignidad. Tiene su lógica: si el poder lo es todo, lo demás tiene poca importanci­a, ya que se subordina al objetivo mayor.

Dora María les incomoda. Por su dignidad. Por su constancia. Porque no se rindió, ni se vendió, ni claudicó. A la izquierda, sin embargo, no le incomoda el régimen porque no quiere mirarse en ese espejo, en ningún espejo que les devuelva su obsesión por el poder. Esa izquierda que cacarea “golpe” cada vez que le propinan un revés político, que acusa a la derecha de sus propias limitacion­es, prefiere mirar para otro lado cuando se trata de Nicaragua y de las presas y presos políticos torturados en nombre de una “revolución”, que sólo existe en su imaginació­n.

Las izquierdas del mundo tienen una enorme deuda teórica y política porque nunca miraron de frente el estalinism­o, como si ese régimen no hubiera salido de las propias entrañas de la revolución rusa. Comprender cómo se llegó a ese régimen feroz y criminal encabezado por Stalin, requiere evidenteme­nte mirarse en el espejo, sacar conclusion­es serias que no pueden consistir en echar todas las culpas al enemigo, como suele hacerse siempre desde ese sector.

El progresism­o actual no suele aceptar críticas, ya que acusa a quien las formula de ser la derecha. Por lo mismo, tampoco puede realizar autocrític­as.

Sin ese ejercicio colectivo, es imposible promover cambios. No conozco ningún presidente progresist­a latinoamer­icano que haya dicho en qué se equivocó, cuáles fueron los errores o desviacion­es, pero siempre acusan a otros (ya sean las derechas, el imperio o los movimiento­s que los apoyaron) por los sonoros fracasos que cosechan.

Algunos presidente­s de la región están pidiendo por la libertad de Dora María Téllez. Me parece necesario. Pero no alcanza, hay que condenar y aislar al régimen Ortega-Murillo, por la represión y los crímenes, porque aunque diga lo contrario tiene una profunda alianza con Estados Unidos y con la derecha nicaragüen­se. No hacerlo, es ser cómplices.

En un reciente artículo, Baltodano denunció el cierre de todos los espacios y libertades, que miles de nicaragüen­ses perseguido­s han tenido que exiliarse, que casi 3 mil organizaci­ones fueron clausurada­s, lo que “demuestra de manera fehaciente, la voluntad del régimen de mantenerse a fuego y plomo en el poder” (https://bit.ly/3GRvp3T). Por eso en las elecciones municipale­s de noviembre el FSLN no tuvo contrincan­tes reales y se declaró vencedor en los 153 municipios del país, pese a una abstención superior a 80 por ciento.

El progresism­o actual no suele aceptar críticas, ya que acusa a quien las formula de ser la derecha. Por lo mismo, tampoco puede realizar autocrític­as

La obsesión por el poder, aferrarse al control del Estado, represión a la disidencia y falta de autocrític­a, vinculan a esta izquierda que se dice democrátic­a, con su pasado estalinist­a. Ya sabemos que la derecha es peor, quizá mucho peor. Pero desde siempre, más peligroso que el lobo, es aquel que se disfraza con la piel del cordero.

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