La Jornada

En su obra, Saramago recupera la esencia del ser humano, señalan en Guadalajar­a

- MÓNICA MATEOS-VEGA ENVIADA GUADALAJAR­A, JAL.

Bajo el olivo donde reposan las cenizas de José Saramago (19222010), en Lisboa, frente a la sede de la fundación que lleva su nombre, se lee un epitafio sacado de su libro Memorial del convento: “No subió a las estrellas porque pertenecía a la tierra”.

A 100 años del natalicio del Premio Nobel lusitano (que se cumplieron el pasado 16 de noviembre), la 36 Feria Internacio­nal del Libro (FIL) de Guadalajar­a rindió un homenaje al autor en el que se dieron cita, sobre todo, esas decenas de lectores a quienes también pertenece quien fuera “el escritor no latinoamer­icano más cercano al corazón de los latinoamer­icanos”.

Así lo describió su colega Laura Restrepo, quien insistió en que en América Latina “nos hemos apropiado de José Saramago”.

La celebració­n de la efeméride continuará el lunes 5 de diciembre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), sede de las primeras Jornadas Internacio­nales de Estudios Afro-luso-brasileños en memoria de José Saramago, en la cual se presentará el libro Saramagia: Testimonio­s y recuerdos sobre José Saramago en su paso por México (a las 12 horas), obra que incluye textos de tres periodista­s de La Jornada que acompañaro­n al autor en significat­ivos momentos de su vida, entre otras colaboraci­ones.

En Guadalajar­a, la escritora colombiana Laura Restrepo reiteró que para los latinoamer­icanos, su colega y gran amigo “siempre fue un autor propio. Sucede que en su literatura hay una recuperaci­ón de la esencia del ser humano, como un volver a recordarno­s quién es el hombre, quién la mujer, para qué estamos sobre la tierra, una identifica­ción con nosotros mismos que parecería tan elemental y que sin embargo no lo era.

“José tenía la habilidad de colocarse en las antípodas del poder. Cualquier cosa que escribía o decía estaba en el polo opuesto del poder, y desde ahí lograba expresarse en términos tan profundame­nte humanos, recuperand­o cosas para nosotros, y en particular para los latinoamer­icanos, que siempre hemos estado un poco al margen del auge de prosperida­d y seguridad que ha vivido el primer mundo.

“Saramago, de alguna manera, nos abría ese espectro en el que nosotros vivimos cuando habla de la casa de los abuelos, de los artesanos, de la relación honesta y directa del amor entre dos personas. La literatura de Saramago es una literatura de la dignidad, que para América Latina es una noción fundamenta­l en la pobreza, en medio de la guerra o de los desastres naturales; siempre la dignidad del ser humano, un valor para enfrentar las circunstan­cias. Esos son los libros de Saramago.”

Conmovida por el obsequio que la FIL le hizo al proyectar un video con los testimonio­s de Carlos Monsiváis, Hugo Gutiérrez Vega y el propio Saramago, Pilar del Río, quien fuera compañera de vida y traductora del narrador, dijo que, en efecto, los libros de su esposo “reclaman la dignidad, pero también el poder cívico, el poder nuestro, el que hace que tengamos buenos o malos gobiernos, buena o mejor enseñanza.

“Saramago escribía historias como Ensayo sobre la ceguera o Intermiten­cias de la muerte porque quería contar, porque necesitaba comunicars­e y sentirse parte de una humanidad más grande. No le bastaba tener un pequeño lugar donde vivir confortabl­emente y feliz. Necesitaba estar en contacto con los hombres y las mujeres de todo el mundo.

“Escribía, se expresaba y recibía. Respetaba muchísimo el pasado cultural. Su discurso del Nobel son continuas referencia­s a otros escritores, y venía a la FIL porque lo invitaba Carlos Fuentes; aquí aprendió a tratar con escritores que desde Portugal, país pequeño, no se vislumbrab­an. Aquí hizo una hermosa fraternida­d que fue la forma de sostener ese tejido cultural que queremos que nos salve. Navegamos en la cultura, y si ésta es sólida, navegamos lejos.”

La directora de la FIL, Marisol Schulz, resaltó el gran compromiso de Saramago con México. Recordó que “Fuentes invitó a Saramago al encuentro Geografía de la novela, en el que participar­on Susan Sontag, Gordimer, Coetzee, entre otros.

“En esa ocasión, a José y a Pilar les afectó de manera rotunda viajar a Chiapas y ver de viva voz lo que había sucedido en la matanza de Acteal, y comprobar las condicione­s en las que vive la población campesina. A partir de ahí tuvieron una postura completame­nte solidaria con el movimiento zapatista, con el cual tuvieron muchos momentos de acercamien­to.

“José fue un ser humano generoso, entregado y comprometi­do. El compromiso de Pilar continúa y la ha llevado a crear la fundación para preservar la memoria, las ideas, la obra y todo el bien que ha dado Saramago al mundo. Por ello tenemos a José tan vivo como siempre.”

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