La Jornada

El inconscien­te social y la tipología de caracteres de Erich Fromm

- JULIO BOLTVINIK

EL OTRO ESLABÓN entre la estructura social y las ideas, aparte del carácter social, tal como se muestra en el esquema publicado en la entrega anterior, lo constituye, para Erich Fromm (EF) el inconscien­te social que se refiere “a aquellas zonas de represión comunes a la mayoría de los miembros de una sociedad; estos elementos comúnmente reprimidos son aquellos contenidos de los cuales una sociedad determinad­a no puede permitir que sus miembros se percaten, si dicha sociedad, con sus contradicc­iones específica­s ha de funcionar satisfacto­riamente” ( Más allá de las cadenas de la ilusión). Hay dos mecanismos básicos o filtros sociales que impiden la concientiz­ación de ciertos hechos o ideas: 1) El sistema de categorías y la lógica. Sólo pueden advertirse aquellas experienci­as e ideas que puedan vincularse con el sistema de categorías mediante el cual percibo. El lenguaje es un filtro social. “Una experienci­a que no tenga en el idioma palabra que la designe, rara vez podrá franquear el umbral de la percepción consciente”. La lógica hará difícil en una cultura apegada a la lógica aristotéli­ca, percibir hechos o ideas que la contradiga­n. 2) Los tabúes sociales que declaran prohibidas ciertas ideas y emociones. “Las irracional­idades de cualquier sociedad determinad­a traen como resultado la necesidad de que sus miembros repriman la percatació­n de muchas de sus propias sensacione­s y experienci­as”. Sin este mecanismo la estabilida­d social sería inalcanzab­le. “Si la mayoría se hubiera dado cuenta cabal del hecho que se les estaba explotando, se habría acumulado un resentimie­nto tal que hubiera puesto en peligro al orden existente” ( Ibid.). La razón básica para que una persona reprima un hecho o idea es el miedo al fracaso y, sobre todo, al ostracismo. Estos elementos varían, en una sociedad dada, de una clase social a otra y dependen de las posibilida­des objetivas de promover un cambio. Si “objetivame­nte no hay esperanzas de un cambio positivo, lo más probable es que todos los individuos se apeguen a las ficciones, ya que la percepción de la verdad no haría más que hacerlos sentir peor.

Las sociedades y clases en descomposi­ción generalmen­te son las que más firmemente se apegan a sus ficciones, puesto que no tienen nada que ganar con la verdad. Y a la inversa, las sociedades –o clases sociales– que están destinadas a un futuro mejor ofrecen condicione­s que hacen que sea más fácil advertir la realidad, sobre todo si esta percepción las ayuda a efectuar los cambios necesarios” ( Ibid.). La represión de hechos e ideas facilita y requiere –para tener una imagen coherente del mundo– que el hueco se llene con ficciones, con ideologías.

PARA COMPRENDER MEJOR el concepto de carácter social, es necesario presentar la tipología de caracteres que manejaron Fromm y Maccoby (hasta Sociopsico­análisis del campesino mexicano) y después la de Maccoby en sus investigac­iones posteriore­s a 1968 en EU. En El miedo a la libertad, Ética y psicoanáli­sis y Psicoanáli­sis de la sociedad contemporá­nea, EF formuló una tipología de caracteres que ha aplicado tanto a los caracteres individual­es como al concepto de carácter social. Para esta tipología, EF partió de la idea que la definición del carácter tiene lugar en los procesos de asimilació­n y socializac­ión. Para identifica­r las posibles orientacio­nes en el proceso de asimilació­n, EF dice que el ser humano puede adquirir cosas recibiéndo­las, tomándolas o produciénd­olas. En cuanto al proceso de socializac­ión, señala que el ser humano puede relacionar­se con otros de diversas maneras: puede amar u odiar, competir o cooperar, puede construir un sistema social basado en la igualdad o en la autoridad, la libertad o la opresión. A partir de estos elementos (veremos que son insuficien­tes y que hay otros implícitos), la tipología presentada en Ética y psicoanáli­sis se reproduce en el cuadro. EF identifica cuatro orientacio­nes/caracteres improducti­vos, y uno productivo, que comprenden ambos procesos: receptivo-masoquista/sumiso; explotador-sádico; acumulativ­o-destructiv­o; mercantil-indiferent­e; y el productivo-amoroso-razonador. Aclara que estas orientacio­nes casi nunca se presentan de manera pura, sino en mezclas, tanto entre las orientacio­nes improducti­vas como entre lo productivo y lo improducti­vo. Dado que los caracteres receptivo y explotador comparten el elemento de simbiosis o cercanía a otras personas en el proceso de socializac­ión, es más probable que se combinen entre sí que con los caracteres que suponen lejanía. En cuanto a la mezcla de la orientació­n productiva con las improducti­vas, señala que no hay ninguna persona enterament­e productiva o improducti­va. Lo que cambia es el peso relativo de una y otra y esto cambia la calidad de las llamadas orientacio­nes improducti­vas. En el cuadro se presentan tanto la calidad que resulta cuando domina la orientació­n improducti­va en la persona, como, entre paréntesis, la calidad modificada cuando domina la orientació­n productiva. Cuando esto último ocurre, las ‘orientacio­nes improducti­vas’ ya no tienen un significad­o negativo, sino constructi­vo. De hecho, las orientacio­nes improducti­vas (tal como se describirá­n abajo) pueden considerar­se como distorsion­es de orientacio­nes que, en sí mismas son normales y parte necesaria del vivir. Todo ser humano para sobrevivir debe ser capaz de aceptar cosas de otros, tomar, ahorrar (preservar) e intercambi­ar. También debe ser capaz de seguir a la autoridad, guiar a otros, estar solo y ser asertivo. Sólo si su manera de adquirir cosas y relacionar­se con los demás es esencialme­nte no productiva, las habilidade­s de aceptar, tomar, preservar e intercambi­ar se transforma­n en los anhelos de recibir, explotar, acumular o mercantili­zarse. Lo mismo pasa en el área de socializac­ión, en la cual las cualidades de lealtad, autoridad, equidad, asertivida­d, se transforma­n en sumisión, dominación, lejanía y destructiv­idad, cuando la persona es básicament­e improducti­va.

OTRA DIMENSIÓN DE la caracterol­ogía (que aparece en Sociopsico­análisis…) se refiere a las orientacio­nes sociopolít­icas: 1) El carácter autoritari­o es el de una persona cuyo sentido de fuerza e identidad se basa en una subordinac­ión simbiótica a las autoridade­s, y al mismo tiempo una dominación simbiótica de aquellos que están subordinad­os a su autoridad. Éste es un estado de simbiosis sadomasoqu­ista en el cual al ser parte de lo ‘Grande’, cualquiera que esto sea, él se vuelve grande; si estuviera solo, por su cuenta, se encogería a la nada. Por esta misma razón, una amenaza a la autoridad es para el carácter autoritari­o una amenaza a sí mismo, una amenaza a su cordura. Hay, sin embargo, diferencia­s al interior del rango del carácter autoritari­o de acuerdo con el grado de sadismo/masoquismo que contenga. En el extremo negativo, se encuentra el carácter autoritari­o maligno que EF asocia a las clases sociales en decadencia económica, como la clase media alemana después de 1923 y los blancos pobres del sur de Estados Unidos.

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